La revancha de Paquita

CARLOS BOUZA

16/12/2016FICCIONESMÚSICA

A mediados de los años ochenta, Paquita la del Barrio decidió que en las canciones ya bastaba de machos y señores, optando por un imaginario nuevo en el que las mujeres tomasen las riendas. Casi cumplidos sus setenta, esta guerrillera de la ranchera y el bolero todavía sale al escenario cada noche con un látigo entre los dientes para seguir haciendo su trabajo: cantar contra el maltrato y la vanidad de los machos, a sabiendas de que son muchos pero cobardes.

Paquita la del Barrio en una de sus actuaciones./ Fuente: Starmedia.com

Paquita la del Barrio en una de sus actuaciones./ Fuente: Starmedia.com

En el argumento más difundido de la canción ranchera, la crueldad de las mujeres conduce a los hombres a las cantinas, donde estos beben hasta borrar los recuerdos o infundirse un estoicismo transitorio. El mayor logro de Francisca Vivero Barradas (1947), eternizada como Paquita La Del Barrio en la historia de la música latinoamericana, fue señalar la falsedad de estos relatos, pulverizarlos y desplazar el testimonio hacia las auténticas víctimas: las esposas que esperan en casa con la paciencia colmada mientras ellos intercambian autocompasión y tequila con sus compadres. Si hay algo realmente subversivo en las canciones de Paquita La Del Barrio es que en ellas no existe el mínimo rastro de autocompasión, aceptación o resignación. La experiencia de escucharlas como hombre es siempre incómoda, porque nos devuelven la imagen de un rey desnudo, ridículo“Y ahora que se fue tu perversa juventud / Ni un cigarro te doy / Porque un cigarro ahora / vale mucho más que tú”. Fijémonos en las palabras: la artista podría optar por una interpretación obvia, abalanzándose sobre ellas hasta dejarlas hechas jirones, pero siempre consigue moverse con la templanza de un tren de hielo y fuego. Uno podría darse media vuelta, pero aunque no mire no hay forma de escapar del ajuste de cuentas que ese tren lleva consigo.

En las fotografías de juventud de Paquita La Del Barrio podemos vislumbrar ya a la artista huracanada del futuro. La vemos cortando mango y café con heridas en los dedos, siempre con una ranchera de su admirado Pedro Infante brotándole del pecho. O imponiéndose a sus compañeros y compañeras en los festivales escolares, porque canta mejor que nadie esos bolerazos de telenovela que le ayudan a olvidarse del hambre por un rato. Abocada desde muy pronto al trabajo duro para ayudar a pagar las facturas y sin grandes esperanzas de poder estirar los estudios, su breve infancia en Alto Lucero, Veracruz, termina abruptamente con un fundido. La siguiente fotografía la retrata con apenas quince años, embarazada de un padre de familia que triplica su edad y que la cubre de promesas que no llegan a cumplirse. Como siempre sucede en estos casos, la posibilidad de planear un futuro en común jamás se concreta, pero Paquita aprende durante la espera un par de lecciones. La primera es que los hombres nunca se componen, nunca cambian. La segunda, que la esperanza de conquistar la felicidad nunca debe depositarse en manos de otra persona. El precio de las lecciones es caro: entre medias queda un reguero de maltrato que toma cien formas distintas, exceptuando la violencia física, porque “le hubiese roto la madre si me toca un pelo”; pero ella ya vivirá para siempre con los puños cerrados y la confianza herida. Sin proponérselo, acaba de descubrir el pozo del que surgirán todas las canciones del futuro.

Con dos niños en la canastilla, emprende su primer viaje al DF para intentar sacar algo de plata de su talento para el canto. Lo hace con su hermana Viola, con la que durante diez años formará el dúo Las Golondrinas: una sociedad artística que rueda por verbenas y restaurantes, armada con un repertorio de rancheras y boleros ortodoxos que aún no prefiguran el terremoto feminista en el que se convertirá Paquita. Sin embargo, las golondrinas detienen su viaje en 1975, cuando tras un fuego cruzado de reproches y celos, Viola decide planear por libre en busca de una carrera artística más rentable. Desengañada, nuestra protagonista prefiere sujetarse a un futuro sin turbulencias, así que poco tiempo después la vemos yendo y viniendo por entre las mesas de “Casa Paquita”: un restaurante a su nombre desde el que cada noche huele la llegada de su nuevo marido, reconocible de inmediato por la estela de tequila y perfume que lo acompaña. Ella, que había jurado no sufrir más por un hombre, ha vuelto a tropezar en la misma piedra, y no será esa la única promesa que rompa en su nueva vida.

Cada vez que se arranca el delantal para unirse al coro improvisado por la clientela, Paquita comprende que renunciar a las canciones fue una decisión imposible de mantener. En una velada típica, a medida que las botellas se vacían y aumenta el clamor, los vítores la conducen desde las mesas al escenario principal. Y una vez allí, desde lo alto, la artista descubre su capacidad para empujar el repertorio hasta el arrabal profundo. Lo hace literalmente, puesto que “Casa Paquita” es uno de los núcleos de preservación y desarrollo del bolero rebelde y la ranchera de combate: dos subgéneros en los que las historias se envuelven en atmósferas de novela negra y el peligro se presenta bajo la forma de una masculinidad feroz. En el extrarradio de ambos estilos, la música puede tender a endurecerse: es entonces cuando la fanfarria orquestal deja de ser un vehículo eficaz y el sonido se moderniza con guitarras y bajos eléctricos, sintetizadores, teclados.

En este contexto, Paquita abre el arco narrativo que la hará famosa. En sus canciones nunca hay rodeos o palabras superfluas: la cantante entra directamente en barrena, describiendo el maltrato al que ha sido sometida por el macho de turno. Inmediatamente después, el hombre es ridiculizado en juicio público, Paquita le entierra con pico y pala en el hoyo del olvido y la canción se desvanece. Siempre es la misma canción, cruda en su exposición autobiográfica y necesaria como mensaje “para que las mujeres no permitan el maltrato, pero también para que ellos dejen de hacerlo”.

No obstante, la canción de revancha popularizada por Paquita La Del Barrio no es un artefacto nuevo, y mucho menos patentado en solitario. Hay rastros previos en el estilo barrial de Chelo Silva, la intérprete que se enorgullecía de consagrar su arte a las mujeres lastimadas del arrabal. Y también en la actitud desafiante de Toña La Negra, que fundía los plomos del género cuando cantaba aquello de “te odio, maldito / te deberías de morir”.

La audacia de Paquita consistió en radicalizar aún más las formas, en un proceso perfectamente descrito por el periodista mexicano Carlos Monsiváis: “Su aporte específico se da en la cadena de los cambios sociológicos y amatorios. De la súplica al desafío, del relato herido a la jactancia, del perdón al insulto, de la pose hierática a la pose hierática humanizada por el dolor y petrificada por el desquite”. También hubo un logro improbable: haber conseguido elevar su repertorio de pólvora y azufre hacia niveles de popularidad insólitos para cualquiera de sus predecesoras.

La primera gran escenificación de ese poderío tiene lugar en “Casa Paquita”, una madrugada cualquiera a finales de los años setenta. Como cada noche, la intérprete ha pasado entre dos y tres horas arreglándose en el camerino, dejando sin mácula el vestido azul turquesa y seleccionando las joyas con las que se presentará ante su público. La velada transcurre sin sobresaltos, hasta que a mitad de repertorio se arranca con ‘Cheque En Blanco’, su número más esperado. “Y no canto de dolor / Yo no busco quien me quiera/ Ni pretendo financiera / Que me avale lo que soy”. En un momento dado su mirada se pierde en el fondo del local, donde su marido aparece tambaleándose tras siete días de farra y ninguna señal de vida. “Yo no soy letra de cambio / Ni moneda que se entrega / Que se le entrega a cualquiera / Como cheque al portador”. Ahora Paquita está enterrada en la canción, pero a mil kilómetros de los músicos y de la audiencia. Y entonces clava su mirada en el desaparecido: “Eh, tú, ¿a dónde vas? ¿Me estás oyendo?”. Silencios incómodos, un hombre abochornado. “¿ME ESTÁS OYENDO, INÚTIL?”. Aullidos, aplausos: ahora Paquita acaba de patentar su grito de guerra; el sello con el que lacrará todas sus grabaciones y shows futuros.

En adelante, sus comparecencias se desarrollan siempre en un clima pugilístico. Las mujeres acuden a sus recitales para aplaudir el valor de Paquita, pero también para infundirse valor, para sacudirse el miedo. Así, cada intervención de la cantante (“no tengas miedo por grandotes que los veas / ponte valiente ya verás cómo se amansan”tiene una respuesta en la grada: “¡Duro con ellos, Paquita!”, “¡Así se habla, Paquita!”. También podemos ver a hombres entre el público. Los más insensatos pueden insultarla e incluso lanzarle vasos, pero la mayoría permanecen petrificados en sus asientos, tragando saliva mientras ven cómo la vanidad disminuye hasta desaparecer entre sus pantalones: “Soñando a solas mientras tú, roncando / Pobre pistolita, no disparas nada / Ni de vez en cuando”El objetivo de cada noche, de cada canción, es que unas y otros vuelvan a casa transformados: ellas más corajudas, ellos menos machos.

Tras suscitar el interés del canal Televisa, Paquita da el salto a la pequeña pantalla y en 1984 registra su primer disco, ‘El Barrio De Lo Faroles’. Después llegan las telenovelas, las películas, los titulares incendiarios contra los cobardes y los inútiles, y Paquita se hace omnipresente. Si echamos un vistazo a su inventario de grabaciones, la imagen es abrumadora: distribuidas en una colección inabarcable de soportes baratos y reeditadas constantemente en multitud de discográficas subterráneas, no parece exagerado afirmar que sus canciones constituyen el legado feminista más importante y difundido de la música latinoamericana del siglo XX.

A día de hoy, un público nuevo tiene la oportunidad de acceder a esa producción gracias a una pista inesperada. Y es Paquita es la protagonista absoluta de uno de los teasers promocionales de la serie “Narcos”, donde la cantante dedica su éxito ‘Rata De Dos Patas’ al mismísimo Pablo Escobar. “Maldita sanguijuela, maldita cucaracha, que infectas donde picas, que hieres y que matas…”. Cuando termina su andanada, la de Veracruz se mete entre pecho y espalda un caballito de tequila, golpea el vaso contra la mesa y advertimos en su gesto un rictus de satisfacción. La fuerza contenida en esos pocos segundos es difícil de medir. Ante sus ojos, Paquita creer estar contemplando el derrumbamiento final del mundo macho, y le parece el espectáculo más divertido del mudo.

La Cebolla y Negro Jari, superhéroes de las Tres Mil

 

Rosalía, Mala Rodríguez, C. Tangana y Paco León jalearon ‘Habibi’, el éxito viral de dos jóvenes hasta entonces anónimos de las Tres Mil Viviendas, el barrio más deprimido de España. Hablamos sobre sus momentos más inspiradores (y más turbios).

 

 
La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas
La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas.  La Grieta Estudios/ Hood Productions
 
 

Dos autobuses conectan mi casa, en el barrio sevillano de San Julián, con la barriada popularmente conocida como Las Tres Mil Viviendas, la más famosa de las seis que componen el Polígono Sur. El primer bus va medio lleno. El segundo va medio vacío.

Según entramos en el “Polígano” -que, cada año se disputa con el vecindario colindante de Los Pajaritos el título de barrio más pobre de España-, nos topamos con un centro escolar en cuyos muros nos da la bienvenida, autoproclamándose espacio libre de violencias machistas. Pasamos por otros dos colegios, con murales de mensajes igualmente integradores.

 

A medida que avanzamos, el paisaje se va degradandoviviendas en estado casi ruinoso, montañas de basura, descampados desoladores, contenedores y mobiliario urbano quemado. Apenas vemos bares, tiendas o establecimientos comerciales. Tampoco bancos (ni de los que guardan el dinero ni de los que sirven para sentarse).

 

La gente camina por esas calles haciendo lo que se puede definir como vida normal. Son las 10 de la mañana de un día laborable común, y he quedado en la entrada del Parque de Bomberos con Negro Jari.

Así es como todo el mundo conoce a Mamadou Mbacke, nacido en Sevilla hace 33 años e hijo de migrantes senegaleses. “Mis padres no tenían mucho dinero y éramos muchos hermanos, a veces no podíamos pagar el alquiler y nos íbamos a otro piso, así que estábamos cambiando de casa continuamente”, me cuenta, con purísimo acento hispalense.

“Después, mis padres se separaron y mi hermano y yo fuimos acogidos por varias familias porque a mi madre le quitaron la custodia. Tenía yo siete años cuando la recuperó y consiguió una vivienda social en el barrio de Los Bermejales”.

A los once, descubrió la música y grabó su primera maqueta. “Allí me movía en una cultura más rap, los chavales del barrio hacían grafiti, bailaban breakdance y los colegas empezaron a influirme con cintas de La Mala Rodríguez, Kase O… Luego estuve un tiempo fuera de eso, me eché un poco a la calle a hacer travesuras y a los 16 empecé a grabar maquetas con un sonido un poquito más conseguido, a hacer singles para YouTube, con colegas de por aquí y demás, hasta llegar a La Cebolla. La conocí, la oí cantar y le propuse grabar juntos”.

Nos subimos en el coche de Jari, y, en pleno epicentro de Las Tres Mil, recogemos a La Cebolla envuelta en un chándal verde (El Negro viste uno azul). A Natalia Jiménez, que nació en la barriada hace 17 años, le pusieron este apodo de niña porque tenía la cara muy redondita y no paraba de llorar. Ahora, La Cebolla es popular en media España como una de las participantes en el talent show de TVE Dúos increíbles.

“Desde que fui a la tele, de repente en el barrio me salen amigos y familia por todos lados”, bromea ella. Pero, antes de eso, llegó el gran pelotazo con el que tantos aspirantes a músicos profesionales sueñan y tan pocos consiguen.

Habibi fue el primer tema grabado por La Cebolla, cuando tenía 14 años. En poco tiempo, las reproducciones subieron como la espuma. Rosalía la recomendó en su Instagram y luego ayudaron a viralizarla Mala Rodríguez, C. Tangana y el actor Paco León, entre otros influencers. Se grabó un remix con el acompañamiento de la cantaora La Húngara y el rapero Haze, entre otros. Actualmente, entre YouTube y Spotify, supera los 40 millones de reproducciones.

“Yo antes de la música no es que estuviera muy bien, que digamos”, confiesa ella. “Y, gracias a que mi compañero quiso apostar por mí, la verdad es que mi vida ha mejorado, económica y personalmente“.

Natalia es la segunda de cinco hermanos de una familia humilde. Se crio en la zona de Las Tres Mil conocida como Los Verdes, una de las más deprimidas del barrio más deprimido de España: renta per cápita mínima, desempleo y analfabetismo en cifras máximas. La población del Polígono se acerca a los 50.000 habitantes, y la mayor densidad se concentra en la barriada de las Tres Mil, con unos 15.000 vecinos.

El sonido vibrante de un proyecto urbanístico controvertido

La administración franquista comenzó la construcción del Polígono Sur en 1964 y esta no finalizó hasta 1981. El primer asentamiento fueron las denominadas Casitas Bajas, zona de viviendas prefabricadas que inmortalizaron Pata Negra en su canción Rock del Cayetano: “Fuimos hacia las casitas bajas del Polígano del Sur / En busca de mi hermano”.

Allí se alojaron, según confirma la mediadora cultural Laura Madero, familias con pocos recursos que provenían de zonas chabolistas o de los arrabales de Triana. Muchas de aquellas familias, de etnia gitana, vivieron una adaptación difícil, y parte de su cultura flamenca también se transformó en el nuevo enclave, como bien sugirió Ricardo Pachón en dos documentales clave, El rock de los gitanos y Triana pura y pura

“Las familias gitanas que ya tenían una trayectoria artística y los aficionados que hacían la música en sus propias casas, llevaron consigo todo aquello al Polígono Sur, que adquirió sus propias formas de manifestarse, y eso sigue perviviendo. Es el caso de la cantaora Juana la del Revuelo. Todavía hay un montón de chavales que cantan los Tangos de la Tía Juana, porque es parte de la identidad del barrio”, explica Laura Madero.

Por otro lado, la llegada del underground durante el tardofranquismo a través de las bases estadounidenses de Rota y Morón, propició en Sevilla un hervidero cultural que se modeló con la aportación gitana, como quedó patente en los discos de Veneno o los propios Pata Negra. 

En 1976 comenzó la construcción de la Barriada Murillo. Según detalla el historiador Francisco José Torres Gutiérrez en su tesis doctoral Segregación urbana y exclusión social en Sevilla, “llega a ella una población proveniente de distintos suburbios e infraviviendas. Se generó un colectivo vecinal desarraigado y de aluvión que adquirió un alto índice de marginalidad, la conflictividad social aumentó entonces mucho unida al tráfico y consumo de drogas”.

En un entorno marcado por esos estigmas y por mitos que rápidamente corrieron como la pólvora (los taxis no entraban, los carteros tampoco), la música era el único horizonte posible para algunos de aquellos chavales.

Con sus guitarras callejeras y su cante picaresco, los hermanos Amador fueron, como cantaría su amigo Kiko Veneno, los superhéroes del barrio. En otro documental imprescindible, Polígono Sur, rodado por la francesa Dominique Abel en 2003, se retrata la alegre vida musical de las Tres Mil, protagonizada por los artistas mencionados y otros mitos locales como Emilio Caracafé.

Dos décadas después, se puede decir que La Cebolla y Negro Jari retoman ese testigo desde otro lugar. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero, en realidad, en esa ciudad paralela que es el Polígono, la realidad va más lenta.

Del coche fantástico a las vías del tren

Recorremos el barrio en el coche del Jari buscando un lugar donde sentarnos para hacer la entrevista. El automóvil del Jari no es cualquier cosa.

“Este coche es nuestro local de ensayo”, apunta él al volante. “Mi lugar favorito para componer es el sofá de mi casa, y luego nos ponemos aquí mismo a probar ideas con el móvil. A lo mejor tengo una percusión que le pido a Yoseik, nuestro productor, y probamos cosas con la voz de ella. Después de eso, ya nos vamos a casa de Yoseik, que está por aquí, y con esa idea nos ponemos a hacer la música ya bien, con ordenador, con equipo y tal”.

Aparcamos junto a la zona más cercana a la vía del tren, la construida ya en los años ochenta tras el derribo de Las Casas Bajas, y nos sentamos en unos escalones junto a un muro grafiteado que marca la frontera de las Tres Mil.

¿La música es la mejor salida para afrontar el día a día en este barrio?

Negro Jari: Normalmente sucede en todos los guetos y zonas marginales o de pobreza, como en EEUU en los barrios negros. Al final la música salva vidas. Aquí puede haber sido el flamenco lo que le da la vida a estas personas, porque igual no tienes conocimientos suficientes para encontrar un curro, no tienes estudios ni oportunidades. Pero luego con la música, si tienes talento, eso puede lograr que encuentres trabajo, y también une mucho a las personas.

A lo mejor hay una juerga ahí al lado, en la plazoleta y de repente se va acercando todo el mundo a pasar un buen rato. La música une a la gente, une al barrio y da la oportunidad de mejorar muchas vidas.

La Cebolla y yo nos paramos mucho a pensar qué habría sido de nosotros de no haberlo hecho.

¿Qué queréis contar en vuestras canciones y videoclips?

Negro Jari: Queremos transmitir un mensaje de superación, decir que nuestra situación social es esta, pero que podemos conseguir más, luchando y tal. Que no os sintáis menos o penséis que no podéis porque tengáis menos oportunidades, porque a base de luchar se puede.

También mostramos la cultura flamenca del barrio, la juerga gitana, los bailes, lo bien que lo pasamos, y la parte dura también, la parte marginal, de la lucha. Hay mucha gente que oye cosas sobre el barrio pero no lo vive en persona, y nosotros lo hacemos como de medio de comunicación, como de reporteros, ¿sabes? 

Vuestro último ‘single’, y próximo álbum, se titula ‘El flow de los suburbios’. ¿Cómo es ese ‘flow’?

Negro Jari: El álbum debería haber salido el 30 de noviembre y lo hemos tenido que posponer hasta febrero. Yo soy mánager, productor, canto y llevo mi sello, Dagrama Producciones, en el que grabo a varios artistas. Todo eso me quita tiempo, y el programa de televisión nos ha quitado más.

En cuanto al flow de los suburbios, es ese estilo nuestro, es flamenco urbano, fusionado con reguetón, hip hop, trap…

En el barrio se mezcla ahora la población gitana con migrantes africanos, latinos y asiáticos. ¿Es este ‘flow’ lo que se escucha en la calle?

La Cebolla: Muchos mantienen su costumbre de escuchar flamenco puro, Camarón, Parrita y cosas así, pero hay otros que están entrando por el rollo que hacemos los dos. Todas nuestras canciones se escuchan en el barrio, y en la plazoleta donde más.

Negro Jari: Es que las generaciones nuevas han evolucionado. A lo mejor al principio esto choca un poco a los que están más acostumbrados a la pureza, como pasó con Camarón cuando hizo La leyenda del tiempo, pero es que esto es el futuro.

También habéis grabado con un mito popular de la música gitana como Junco

La Cebolla: ¡Hombre, un ídolo desde que era pequeñita! Mi madre lo escuchaba mucho. Es una persona maravillosa, yo me reí mucho y me encantó trabajar con él.

Jari, tu has impartido talleres de música urbana a chavales del barrio en Factoría Cultural, un centro municipal de creación reciente. ¿Cómo viviste la experiencia?

Negro Jari: La verdad es que veo mucho entusiasmo con la música, pero luego no lo veo tanto con lo que conlleva el poder conseguir algo con la música. A ellos les gusta y tal, todos tienen talento, en cualquier esquina puedes ver a unos rapeando. Eso antes no era tan normal, era más común verlos cantando flamenco, pero se nota la influencia de lo urbano.

En el taller de Factoría Cultural yo aluciné, porque había chavales que lo hacían muy bien. A Anton07 sí que le veo con futuro. Es chico, pero tiene unas ganas increíbles de pelear y de conseguir algo, tiene talento, y la verdad es que debería de haber más cosas como esas aquí en la Tres Mil.

Es verdad que es difícil llevar a los chavales al taller, pero si lo consigues se enganchan a la movida, y los quitas de la calle y de hacer otras cosas que a lo mejor no los van a llevar a buen puerto.

¿Por qué no hay confianza?

Negro Jari: Porque no están acostumbrados, no tienen a lo mejor a alguien cerca que les esté diciendo que si tú peleas por ello, es posible que comas de esto o mejore tu vida, y a lo mejor tampoco tienen muchos referentes cercanos, o no se relaciona con lo que es normal en el barrio, ¿me entiendes?

Lo normal es otro tipo de trabajos como montar un puesto en el mercadillo o irse a recoger chatarra, que son oficios muy humildes, y no tienen tan presente que, con la música, pueden crecer más económicamente y conocer más mundo, avanzar más. Como que se conforman un poco con lo que hay, con lo que han visto desde chicos.

Ahora sois vosotros los referentes

Negro Jari: ¡Espero! Pero, sí, yo lo veo ahora en el barrio. A ella le vienen muchas chavalas y chavales en plan: “¡Oye, a ver cuándo hacemos una canción juntos!”, como que ya la ven como una puerta. Y a mí igual, como saben que yo he cogido muchos chavales del barrio y los he llevado a crecer, a los escenarios, a vivir de la música, pues también se acercan en plan: “Mira, que yo hago esto, que yo hago tal”. Entonces sí, nos tienen ya como referentes.

Hasta ahora os lo habéis autoeditado todo. ¿No se os han rifado los sellos grandes tras el bombazo de ‘Habibi’?

Negro Jari: Algo ha habido. La primera oferta fue de Sony, que solo querían explotar el Habibi, pero lo rechazamos y finalmente hicimos un contrato de distribución para nuestro primer álbum, Caracas (2020). Empezamos también a trabajar con la distribuidora Ataque 360 y acabamos fatal, estamos de juicios con ellos porque creemos que se han quedado bastante dinero nuestro.

Nosotros éramos nuevos en todo esto y había mucha gente picando del pastel, pero los cabecillas de esto eran Ataque sin que nosotros fuésemos muy conscientes. Fue muy lioso al no entender el negocio.

¿Pensáis que se estaban aprovechando de vosotros?

Negro Jari: Se han aprovechado y bien. De hecho, Dagrama Producciones hemos trabajado con muchas distribuidoras y creo que se ha aprovechado más de una. Parece que casi todas las compañías meten la mano, tío, cuando podrían ganar dinero con nosotros igualmente. En realidad, ganarían más sin robarnos, porque cuando roban nos damos cuenta y les damos la patada.

La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas
La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas.  La Grieta Estudios/ Hood Productions

Nosotros somos luchadores, seguiremos haciendo música y, a la larga, van a ganar más con nosotros, pero yo creo que nos ven como chavalillos, un negro, una gitana, poca cultura, p’acá, p’állá… Vamos a meter la mano, que no creo que esta gente no se den cuenta”. Y como facturamos miles de euros, es muy goloso esto.

[Nota del redactor: como si fuese obra de un guionista cutre, una enorme rata se ha acercado a nosotros mientras Jari contaba esto.]

A la hora de actuar en directo, casi no habéis salido de Andalucía

Negro Jari: Poco. Hemos estado en León, Madrid, Melilla… pero es diferente. Se nota que en el sur nuestros fans hacen más fuerza. Tampoco tenemos tanta promoción en radios como para llegar más allá. Nuestra promo es más el boca a boca en el barrio y las redes sociales.

No somos como, pongamos, India Martínez, que puede estar sonando constantemente en Cadena Dial. Nosotros venimos muy desde abajo y con muy pocos recursos.

Y vuestros conciertos tampoco son convencionales, como el que ofrecisteis en el Centro Penitenciario Sevilla 2. ¿Eso es importante para vosotros?

Negro Jari: Imagínate hasta qué punto pudo llegar a ser importante para nosotros, que llega La Cebolla allí y tiene que parar el concierto llorando porque de repente está cantando y ve a su padre ahí sentado, y tiene él que subirse a darle un abrazo y decirle que se calme.

La Cebolla: Fue muy duro. Él está ahí interno. 

Negro Jari: Es super importante para nosotros cantar ahí, porque es gente que ha vivido lo mismo que nosotros, por desgracia, tener que buscarse la vida de aquella manera, que no es algo que ellos siempre elijan, y acaban en prisión. Lo hacen por necesidad, porque les ha tocado ese tipo de vida.

Nosotros los apoyamos y nos gusta ir allí a alegrarles el día. Yo también he estado encerrado en reformatorios, sé lo que es estar privado de libertad. Y vamos totalmente gratis, desinteresadamente, porque sabemos lo especial que para ellos es eso.

La Cebolla: Sobre todo para los que están reinsertándose, porque algunos están metidos en cosas chungas, pero lo hacemos para los que quieren verdaderamente vivir una vida normal. Queremos que nuestro caso sea un ejemplo para que ellos se motiven y puedan llevar una vida sin meterse en problemas.

¿Queréis añadir algo más?

Negro Jari: Que los medios nos apoyen un poco más, porque casi todo va para la imagen más civilizada, por llamarlo de alguna manera, la más pija. Nosotros venimos de barrios bajos, de viviendas sociales, pero también somos personas con talento y merecemos que la gente lo conozca. Y luego, a las discográficas y distribuidoras, que no tengan las manos tan largas, hombre y que no abusen de los novatos y de la gente con poca cultura, que sean más honrados, porque todos podemos comer y apoyarnos, no hay que ser tan avariciosos.

***

“En Sevilla tenemos 6 barriadas entre las 15 más pobres de España”, apunta Laura Madero. “El Polígono Sur tiene una imagen muy estigmatizada de infierno social, pero yo llevo cinco años acudiendo aquí a diario y esa imagen no la veo en la cotidianidad. Y hay que resaltar también que este es uno de los barrios con una fuerza organizativa y de plataformas ciudadanas más potente, es un hervidero de proyectos e iniciativas”.

Ella también trabaja en Factoría Cultural, un lugar donde, afirma, “no entendemos las artes y la cultura como entretenimiento, sino como herramienta de transformación social. Más que de exhibición, es un espacio de creación, nos solicitan espacios para ensayar y destinados para jóvenes también del resto de la ciudad, contribuye a que tengan más fácil el acceso no solo a la cultura sino a los medios de producción, y también promueve el intercambio del polígono con otros artistas y otros agentes culturales de la ciudad”.

Y resuenan en mí esas palabras mientras miro el estadio del Betis, en el autobús que me devuelve al centro de la ciudad, con aquellos otros versos de Pata Negra: “Sevilla tiene dos partes / dos partes bien diferentes / Una la de las turistas/ y otra donde vive la gente”.

FUENTE

https://www.publico.es/culturas/cebolla-negro-jari-superheroes-tres-mil.html#md=modulo-portada-ancho-completo:t2;mm=mobile-big

Miguel Ángel Rosales: “España, con Portugal, es la que inicia la trata de esclavos”

El documental Gurumbé, canciones de tu memoria negra muestra a Sevilla como uno de los primeros destinos de los esclavos negros raptados en África y la influencia que esta población tuvo en la cultura andaluza.

 

Gurumbé 2

 

 
21 AGO 2016 15:58

Desde el siglo XV, personas negras raptadas en África fueron sometidas a la esclavitud. El largo episodio de la esclavitud negra en América es de sobra conocido y documentado, sin embargo, no es tan conocido que fue Andalucía uno de los primeros sitios a donde fueron llevadas muchas de estas personas. El documental Gurumbé, canciones de tu memoria negra, dirigido por el antropólogo y cineasta jerezano Miguel Ángel Rosales y producida por Intermedia, documenta el paso de la población esclava negra por Andalucía y su influencia en la cultura. Hablamos con Miguel Ángel Rosales.

Suena raro relacionar la esclavitud negra con Andalucía y, sin embargo, los primeros negros que fueron raptados de África para ser utilizados como esclavos sirvieron en Sevilla, ya desde el siglo XV. ¿Por qué esta amnesia?
Hay varias cuestiones. Parece que todo el tema de la trata comienza en un momento concreto, A finales de siglo XV. Ya antes había habido esclavos en Europa, pero no de esta manera tan sistemática, como un valor de mercancía y con unos volúmenes tan tremendos. Lo que también cambia es el área geográfica de esos esclavos: antes había muchos africanos, pero también eslavos, prisioneros de guerra. Fueron los portugueses los que comienzan y los españoles fueron rápidamente a la zaga, desembarcando esclavos en el puerto de Sevilla. La historia no es sólo que fuera anterior a la trata atlántica, sino que todo el negocio se estaba haciendo desde territorio ibérico. Parte de ellos se llevaron a América, pero muchos se quedaron. No estamos hablando sólo de que fue debido a la gran demanda americana de mano de obra, sino que fue primero la demanda en Andalucía, y después en el resto de España. Sevilla se convirtió en un gran puerto esclavista, y después también Barcelona o Cádiz.

Sevilla, con la importancia que tomó con el comercio con las colonias americanas, se convirtió en una gran metrópoli. Comenzó a haber diferencia con la trata de plantación, aquí había cierta interacción con la población esclava, lo que no quita que se le diera un trato cruel y vejatorio. Hubo también muchos matrimonios mixtos, y de ahí se derivó una importancia cultural muy fuerte y se terminó formando una población afroandaluza. Ahora ya es marginal, pero hay algunas figuras afroandaluzas que llegaron a ser importantes.

Gurumbé 1
Fotograma del documental ‘Gurumbè, canciones de tu memoria negra’.

En tu documental te centras en la influencia que la población esclava traída de África tuvo en la cultura andaluza.
Toda esta investigación está ahora surgiendo. La esclavitud en España se ha estudiado desde los 50, pero con unos estereotipos, viendo a la esclavitud como un objeto de ostentación o de lujo. Después se desmontó esa teoría y se comenzó a estudiar la interacción cultural. En Sevilla en el siglo XVI y XVII podía haber entre un 10 y 15% de población negra y mestiza, eso tuvo que tener una influencia fortísima. Donde se puede ver bastante a nivel de archivo es en el tema de las cofradías. Muchas de las primeras cofradías religiosas estaban formadas por negros esclavos. Hay arzobispos que forman estas hermandades y el esclavo las toma porque le permitía una visibilidad social y un lugar de reunión donde hacer comunidad, siendo una población totalmente marginada e invisibilizada. Comienzan a tener influencia en la música, Igual que muchos pueblos de África que tienen en la música y danza sus grandes expresiones artísticas, aquí, todos los principales bailes que surgen en la Península Ibérica vienen de los esclavos negros, como el cumbé [baile del preflamenco]. Se ve una relación con las colonias americanas y a formarse un sincretismo musical. Cuando nace el flamenco ya en el siglo XIX, arrastrando mucho de esto, haciendo síntesis de la música popular y creando casi la primera música moderna de europa, lo hace con esos elementos, con un factor africano importantísimo.Por otra parte, en Sevilla hay actualmente una hermandad que se llama Los Negritos, y no mucha gente sabe que se llama así porque fue una hermandad de negros, y es la hermandad más antigua de Sevilla. Llegó un momento en el que se formó una lucha política y de grupos étnicos alrededor de las hermandades, y las cases altas lograron arrebatar ese sitio principal que tenían las hermandades de esclavos. y muchas de ellas desaparecieron. Había hermandades de esclavos en todos los sitios donde había población negra, como Cádiz o Jerez.

¿Cómo ha sido trabajar en este documental? ¿de qué fuentes te has servido?
Yo he hecho la parte documentalista, he tirado de información de Arturo Morgado, Isidoro Moreno entre otros. Investigadores que ya llevan tiempo con este tipo de temas y dándole también otro enfoque más moderno que el que había en los años 50. Me he dedicado a reunir informaciones. A parte de que el tema me parecía fascinante, me sorprendía que no tuviera una repercusión más importante, que no hubiera nada a nivel divulgativo sobre esto. En España siempre se ha querido borrar todo lo relacionado con el genocidio y su papel en la trata de esclavos. España, con Portugal, es la que inicia la trata de esclavos, da el pistoletazo de salida y los holandeses e ingleses copiaron el modelo. Y aunque la esclavitud llega hasta el siglo XIX, España fue el último país en abolirla y hunde sus raíces hasta los años 60 con el franquismo, cuando se independizó Guinea Ecuatorial. Lo que es interesante del tema de la esclavitud, no como hecho histórico, es que creó un sistema productivo que llegó hasta donde justo se pudo porque la comunidad internacional tiraba de las orejas a España para que lo abandonara, y ha producido también toda una serie de estereotipos sobre el africano que aún hoy sigue viva y se proyecta sobre el fenómeno de la inmigración.

fuente

https://www.elsaltodiario.com/hemeroteca-diagonal/miguel-angel-rosales-espana-portugal-inicia-trata-esclavos-documental-gurumbe?rate=QR2WMfVUYfTtk3DaI7RMPbdCcqahY80c4vLDlb4CEbY

Gurumbé: Canciones de tu memoria negra

 

2016 · 1h 12min
 
Gurumbé. Canciones de tu memoria negra - Cité ...

Sinopsis

Un documental que rescata del olvido la historia de la esclavitud africana en la Península Ibérica, resaltando el protagonismo que, junto a otros colectivos marginales, tuvieron en nuestra historia y nuestra cultura.

Con la explotación comercial de América, miles de africanos son traídos a España y Portugal para ser vendidos como esclavos. Algunos serán exportados a las colonias y otros se quedarán en las ciudades. Estos últimos formarán una población que irá ganando su espacio en la sociedad, enfrentándose desde el principio a su situación de esclavos y a los fuertes prejuicios raciales.

 

ver en :

https://www.filmin.es/pelicula/gurumbe-canciones-de-tu-memoria-negra

Perra, Rigoberta Bandini

“Yo nací para ser perra, por favor dejadme serlo” o cómo la canción de Rigoberta Bandini reclama a las mujeres como sujetos deseantes

 
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“Si yo pudiera ser perra, por favor dejadme serlo, sólo pido ir sin correa a pasear” es uno de los versos con los que arranca ‘Perra’, la canción de Rigoberta Bandini que va camino de convertirse en un canto a la liberación femenina. Y es que, en poco más de tres minutos, la canción compuesta por la propia Paula Ribó, el verdadero nombre detrás del artístico Rigoberta Bandini, ha logrado convertirse en esa habitación propia de la que hablaba Virginia Woolf y que tanto hemos necesitado las mujeres a lo largo de esta pandemia, cuando de repente, los límites de lo personal y lo profesional se difuminaron y nuestras necesidades pasaron a un cuarto plano.

 

<img class="lazy entered loaded" src="data:;base64,” alt=”Contra la vergüenza y el silencio: por qué celebrar ‘Merichane’ de Zahara como un relato colectivo de violencias machistas” data-ll-status=”loaded”>Contra la vergüenza y el silencio: por qué celebrar ‘Merichane’ de Zahara como un relato colectivo de violencias machistas

En apenas un año, Rigoberta Bandini ha pasado de ser la banda sonora de los confinamientos más vanguardistas, a esa artista que sin haber publicado todavía un álbum completo ya acumula más de 200.000 oyentes mensuales en Spotify. Así, mientras en la cuarentena cantábamos Too Many Drugs a la vez que hacíamos un bizcocho con aquella harina agotada, Perra ha llegado para unir a las mujeres en un momento en el que el feminismo está tan criminalizado como dividido. 

 

Frases como “sólo pido ir sin correa a pasear” o “no quiero llevar nunca el bozal” convierten esta canción en un lema muy potente y cuyos versos podrían protagonizar centenares de pancartas un 8 de Marzo. Sin embargo, que no podamos juntarnos para pintar esas pancartas, abrazarnos y emocionarnos mientras lo hacemos, no es sinónimo de que el tema de Paula Ribó no esté cogiendo fuerza. Todo lo contrario. Está calando y mucho. La diferencia es la forma en la que vivimos la canción y la hacemos crecer. En lugar de escribir sus versos en letras mayúsculas sobre un cartón o desgastar las zapatillas bailandola en una discoteca, grabamos stories con su música de fondo y nos respondemos unas a otras para hablar de lo identificadas que nos sentimos. 

“Lo primero que dijeron mis amigas cuando escucharon esta canción fue que ojalá podamos escucharla y bailarla todas juntas en un concierto pronto. Y ese es justo también mi deseo. Me encantaría poder disfrutar de ella en directo”, sostiene Marta González de 35 años.

 

Marta califica el tema de Rigoberta Banidini como “un canto a la libertad y a la armonía no juzgada” y destaca el verso “sólo pido ir sin correa a pasear” como una de las partes más reveladoras de la canción: “Para mí esa frase lo dice todo. Refleja la situación de las mujeres en la sociedad actual, a la que sólo le pedimos vivir en igualdad y trabajar con las mismas aspiraciones y poder que tienen los hombres hoy en día”, detalla.

Además de sentirse identificada, Aida Mas, responsable de marketing de 31 años, habla de la sensación de hartazgo y reivindicación que le despierta el tema: “A todas alguna vez nos han llamado perras con un propósito despectivo y sólo por el mero hecho de ser mujeres. Lo que más me gusta del tema de Rigoberta es cómo introduce la idea de ‘pues sí, mira, ojalá ser una perra’. ‘Ojalá pudiera serlo porque todo sería mucho más fácil’. Y tiene razón. Si fuésemos perras no tendríamos que estar justificándonos o lidiando día a día con este tipo de cosas”.

La dificultad de ser mujer en tiempos de Virgine Despentes

Además de introducir una metáfora tras otra para reivindicar la carga mental y los problemas de ansiedad que sufrimos las mujeres (“que si tengo la cabeza en otro lado los domingos me dejéis que me apalanque en el sofá”), Rigoberta Bandini abre el otro melón por excelencia de la lucha feminista: el derecho a vivir la sexualidad de nuestros cuerpos sin miedo a ser juzgadas o violadas. Y lo refleja de forma muy aguda tanto en la portada del single como al referenciar a una de las voces que más han sumado en el marco teórico de la actual cuarta ola feminista: “Esto de nacer mujeres, en el tiempo de Despentes, es difícil no sé por dónde empezar”.

 

Si en el año 2006 la escritora de Teoría King Kong denunciaba a través de este mismo ensayo su propia violación y reflexionaba sobre su experiencia como trabajadora sexual, ahora Rigoberta Bandini recoge su legado para reivindicarnos a todas como perras, como animales, como seres humanos que sienten deseo por pura supervivencia. “Yo nací para ser perra, por favor, dejadme serlo” no sólo clama que nos dejen vivir activamente como sujetos deseantes, sino que ruega que dejen de juzgarnos o, en el peor de los casos, de acosarnos o violarnos por ello.

“Al escuchar la canción también siento una sensación como de suciedad que, al final, es lo que muchas percibimos cuando nos llaman perras, zorras o putas de manera tan gratuita y simplemente por hacer cosas que siendo hombre no serían juzgadas como tal “, añade Aida Mas.

Así, Rigoberta Bandini hace suyo el término “perra” para reclamarnos como sujetos y no como objetos sexuales al servicio de la mirada del hombre: “Y es que si yo fuera una perra, todos estos miedos se disiparían y viviría en armonía y libertad. Creo que toda mi existencia sería mucho más amable y liberal”, recita Paula Ribó en la primera estrofa de la canción.

 

Algo que, de alguna forma, emparenta con unas declaraciones que dio Virgine Despentes tras preguntarle si considera la violación como un tipo de terrorismo contra las mujeres: “Es una forma de mantenernos en un estado de alerta cotidiana, de decirnos que cada día tiene su peligro posible, porque cada día sabes que no estás segura. De la misma manera, es una forma de decir a los hombres: Este mundo os pertenece, en este mundo podéis andar, salir de noche, os pueden pasar cosas, pero los violadores sois vosotros y las presas somos nosotras”.

Si hace unos meses Rigoberta Bandini hablaba de que su música pretende “iluminar desde la ironía y la diversión el sentimiento de unión”, sin duda podemos afirmar que ‘Perra’ (si no lo ha logrado ya) va camino de convertirse en un grito colectivo para todas aquellas mujeres que desean neutralizar el sentido peyorativo de esta palabra y simplemente vivir, correr y desear en libertad. Como dijo hace casi un siglo Emma Goldman, “si no puedo bailar, no es mi revolución”.

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