La revancha de Paquita

CARLOS BOUZA

16/12/2016FICCIONESMÚSICA

A mediados de los años ochenta, Paquita la del Barrio decidió que en las canciones ya bastaba de machos y señores, optando por un imaginario nuevo en el que las mujeres tomasen las riendas. Casi cumplidos sus setenta, esta guerrillera de la ranchera y el bolero todavía sale al escenario cada noche con un látigo entre los dientes para seguir haciendo su trabajo: cantar contra el maltrato y la vanidad de los machos, a sabiendas de que son muchos pero cobardes.

Paquita la del Barrio en una de sus actuaciones./ Fuente: Starmedia.com

Paquita la del Barrio en una de sus actuaciones./ Fuente: Starmedia.com

En el argumento más difundido de la canción ranchera, la crueldad de las mujeres conduce a los hombres a las cantinas, donde estos beben hasta borrar los recuerdos o infundirse un estoicismo transitorio. El mayor logro de Francisca Vivero Barradas (1947), eternizada como Paquita La Del Barrio en la historia de la música latinoamericana, fue señalar la falsedad de estos relatos, pulverizarlos y desplazar el testimonio hacia las auténticas víctimas: las esposas que esperan en casa con la paciencia colmada mientras ellos intercambian autocompasión y tequila con sus compadres. Si hay algo realmente subversivo en las canciones de Paquita La Del Barrio es que en ellas no existe el mínimo rastro de autocompasión, aceptación o resignación. La experiencia de escucharlas como hombre es siempre incómoda, porque nos devuelven la imagen de un rey desnudo, ridículo“Y ahora que se fue tu perversa juventud / Ni un cigarro te doy / Porque un cigarro ahora / vale mucho más que tú”. Fijémonos en las palabras: la artista podría optar por una interpretación obvia, abalanzándose sobre ellas hasta dejarlas hechas jirones, pero siempre consigue moverse con la templanza de un tren de hielo y fuego. Uno podría darse media vuelta, pero aunque no mire no hay forma de escapar del ajuste de cuentas que ese tren lleva consigo.

En las fotografías de juventud de Paquita La Del Barrio podemos vislumbrar ya a la artista huracanada del futuro. La vemos cortando mango y café con heridas en los dedos, siempre con una ranchera de su admirado Pedro Infante brotándole del pecho. O imponiéndose a sus compañeros y compañeras en los festivales escolares, porque canta mejor que nadie esos bolerazos de telenovela que le ayudan a olvidarse del hambre por un rato. Abocada desde muy pronto al trabajo duro para ayudar a pagar las facturas y sin grandes esperanzas de poder estirar los estudios, su breve infancia en Alto Lucero, Veracruz, termina abruptamente con un fundido. La siguiente fotografía la retrata con apenas quince años, embarazada de un padre de familia que triplica su edad y que la cubre de promesas que no llegan a cumplirse. Como siempre sucede en estos casos, la posibilidad de planear un futuro en común jamás se concreta, pero Paquita aprende durante la espera un par de lecciones. La primera es que los hombres nunca se componen, nunca cambian. La segunda, que la esperanza de conquistar la felicidad nunca debe depositarse en manos de otra persona. El precio de las lecciones es caro: entre medias queda un reguero de maltrato que toma cien formas distintas, exceptuando la violencia física, porque “le hubiese roto la madre si me toca un pelo”; pero ella ya vivirá para siempre con los puños cerrados y la confianza herida. Sin proponérselo, acaba de descubrir el pozo del que surgirán todas las canciones del futuro.

Con dos niños en la canastilla, emprende su primer viaje al DF para intentar sacar algo de plata de su talento para el canto. Lo hace con su hermana Viola, con la que durante diez años formará el dúo Las Golondrinas: una sociedad artística que rueda por verbenas y restaurantes, armada con un repertorio de rancheras y boleros ortodoxos que aún no prefiguran el terremoto feminista en el que se convertirá Paquita. Sin embargo, las golondrinas detienen su viaje en 1975, cuando tras un fuego cruzado de reproches y celos, Viola decide planear por libre en busca de una carrera artística más rentable. Desengañada, nuestra protagonista prefiere sujetarse a un futuro sin turbulencias, así que poco tiempo después la vemos yendo y viniendo por entre las mesas de “Casa Paquita”: un restaurante a su nombre desde el que cada noche huele la llegada de su nuevo marido, reconocible de inmediato por la estela de tequila y perfume que lo acompaña. Ella, que había jurado no sufrir más por un hombre, ha vuelto a tropezar en la misma piedra, y no será esa la única promesa que rompa en su nueva vida.

Cada vez que se arranca el delantal para unirse al coro improvisado por la clientela, Paquita comprende que renunciar a las canciones fue una decisión imposible de mantener. En una velada típica, a medida que las botellas se vacían y aumenta el clamor, los vítores la conducen desde las mesas al escenario principal. Y una vez allí, desde lo alto, la artista descubre su capacidad para empujar el repertorio hasta el arrabal profundo. Lo hace literalmente, puesto que “Casa Paquita” es uno de los núcleos de preservación y desarrollo del bolero rebelde y la ranchera de combate: dos subgéneros en los que las historias se envuelven en atmósferas de novela negra y el peligro se presenta bajo la forma de una masculinidad feroz. En el extrarradio de ambos estilos, la música puede tender a endurecerse: es entonces cuando la fanfarria orquestal deja de ser un vehículo eficaz y el sonido se moderniza con guitarras y bajos eléctricos, sintetizadores, teclados.

En este contexto, Paquita abre el arco narrativo que la hará famosa. En sus canciones nunca hay rodeos o palabras superfluas: la cantante entra directamente en barrena, describiendo el maltrato al que ha sido sometida por el macho de turno. Inmediatamente después, el hombre es ridiculizado en juicio público, Paquita le entierra con pico y pala en el hoyo del olvido y la canción se desvanece. Siempre es la misma canción, cruda en su exposición autobiográfica y necesaria como mensaje “para que las mujeres no permitan el maltrato, pero también para que ellos dejen de hacerlo”.

No obstante, la canción de revancha popularizada por Paquita La Del Barrio no es un artefacto nuevo, y mucho menos patentado en solitario. Hay rastros previos en el estilo barrial de Chelo Silva, la intérprete que se enorgullecía de consagrar su arte a las mujeres lastimadas del arrabal. Y también en la actitud desafiante de Toña La Negra, que fundía los plomos del género cuando cantaba aquello de “te odio, maldito / te deberías de morir”.

La audacia de Paquita consistió en radicalizar aún más las formas, en un proceso perfectamente descrito por el periodista mexicano Carlos Monsiváis: “Su aporte específico se da en la cadena de los cambios sociológicos y amatorios. De la súplica al desafío, del relato herido a la jactancia, del perdón al insulto, de la pose hierática a la pose hierática humanizada por el dolor y petrificada por el desquite”. También hubo un logro improbable: haber conseguido elevar su repertorio de pólvora y azufre hacia niveles de popularidad insólitos para cualquiera de sus predecesoras.

La primera gran escenificación de ese poderío tiene lugar en “Casa Paquita”, una madrugada cualquiera a finales de los años setenta. Como cada noche, la intérprete ha pasado entre dos y tres horas arreglándose en el camerino, dejando sin mácula el vestido azul turquesa y seleccionando las joyas con las que se presentará ante su público. La velada transcurre sin sobresaltos, hasta que a mitad de repertorio se arranca con ‘Cheque En Blanco’, su número más esperado. “Y no canto de dolor / Yo no busco quien me quiera/ Ni pretendo financiera / Que me avale lo que soy”. En un momento dado su mirada se pierde en el fondo del local, donde su marido aparece tambaleándose tras siete días de farra y ninguna señal de vida. “Yo no soy letra de cambio / Ni moneda que se entrega / Que se le entrega a cualquiera / Como cheque al portador”. Ahora Paquita está enterrada en la canción, pero a mil kilómetros de los músicos y de la audiencia. Y entonces clava su mirada en el desaparecido: “Eh, tú, ¿a dónde vas? ¿Me estás oyendo?”. Silencios incómodos, un hombre abochornado. “¿ME ESTÁS OYENDO, INÚTIL?”. Aullidos, aplausos: ahora Paquita acaba de patentar su grito de guerra; el sello con el que lacrará todas sus grabaciones y shows futuros.

En adelante, sus comparecencias se desarrollan siempre en un clima pugilístico. Las mujeres acuden a sus recitales para aplaudir el valor de Paquita, pero también para infundirse valor, para sacudirse el miedo. Así, cada intervención de la cantante (“no tengas miedo por grandotes que los veas / ponte valiente ya verás cómo se amansan”tiene una respuesta en la grada: “¡Duro con ellos, Paquita!”, “¡Así se habla, Paquita!”. También podemos ver a hombres entre el público. Los más insensatos pueden insultarla e incluso lanzarle vasos, pero la mayoría permanecen petrificados en sus asientos, tragando saliva mientras ven cómo la vanidad disminuye hasta desaparecer entre sus pantalones: “Soñando a solas mientras tú, roncando / Pobre pistolita, no disparas nada / Ni de vez en cuando”El objetivo de cada noche, de cada canción, es que unas y otros vuelvan a casa transformados: ellas más corajudas, ellos menos machos.

Tras suscitar el interés del canal Televisa, Paquita da el salto a la pequeña pantalla y en 1984 registra su primer disco, ‘El Barrio De Lo Faroles’. Después llegan las telenovelas, las películas, los titulares incendiarios contra los cobardes y los inútiles, y Paquita se hace omnipresente. Si echamos un vistazo a su inventario de grabaciones, la imagen es abrumadora: distribuidas en una colección inabarcable de soportes baratos y reeditadas constantemente en multitud de discográficas subterráneas, no parece exagerado afirmar que sus canciones constituyen el legado feminista más importante y difundido de la música latinoamericana del siglo XX.

A día de hoy, un público nuevo tiene la oportunidad de acceder a esa producción gracias a una pista inesperada. Y es Paquita es la protagonista absoluta de uno de los teasers promocionales de la serie “Narcos”, donde la cantante dedica su éxito ‘Rata De Dos Patas’ al mismísimo Pablo Escobar. “Maldita sanguijuela, maldita cucaracha, que infectas donde picas, que hieres y que matas…”. Cuando termina su andanada, la de Veracruz se mete entre pecho y espalda un caballito de tequila, golpea el vaso contra la mesa y advertimos en su gesto un rictus de satisfacción. La fuerza contenida en esos pocos segundos es difícil de medir. Ante sus ojos, Paquita creer estar contemplando el derrumbamiento final del mundo macho, y le parece el espectáculo más divertido del mudo.

Que vayan los ricos: la semana que Barcelona declaró la guerra a la guerra

Entre el 26 de julio al 1 de agosto de 1909, el pueblo de Barcelona se levantó en guerra contra la guerra. Es la Semana Trágica, también conocida como La Gloriosa.

Semana trágica
Incendios en Barcelona durante la Semana Trágica de 1909 hecha por Enrique Castellá.

Eduardo Pérez10 OCT 2017 09:19

El rey Alfonso XIII y el presidente del Gobierno, Antonio Maura, andan preocupados este 18 de julio de 1909. El embarque de un batallón en el vapor militar Cataluña en el puerto de Barcelona no ha resultado tan pomposo y patriótico como seguramente esperaban. El ataque de la guerrilla rifeña, nueve días antes, contra la construcción del ferrocarril a pocos kilómetros de Melilla, fue una oportunidad de oro para una maniobra clásica del poder: la unión interna contra el enemigo externo.

No hay mal que por bien no venga, pero el ataque guerrillero, causante de la muerte de cuatro trabajadores, era previsible. Las cabilas (tribus) del norte de África habían depuesto poco antes a su sultán precisamente por permitir a los invasores explotar sus riquezas, y habían advertido de represalias. Pero la monarquía española no estaba para reparar en detalles. Las empresas mineras francoespañolas con concesiones en la zona chantajearon con reclamar ayuda al Ejército francés, y Alfonso XIII no quería arriesgar su trozo de África sólo nueve años después de la pérdida de Cuba y el resto de colonias de ultramar.

Sin embargo, la propaganda bélica tiene escaso éxito para un régimen en crisis como el español. El decreto del día 10 multiplica las críticas. La orden de movilización incluye a los cupos de reserva de 1903 y 1907. Pero no todos deben ir a jugarse la vida. Se acepta que pagues a otra persona para que te sustituya, y también puedes abonar un canon de 6.000 reales para librarte. Una cantidad inalcanzable para cualquier trabajador. Sólo los pobres son obligados a combatir.

Barcelona queda paralizada entre la huelga y la declaración de estado de guerra, con amenazas militares de disparar a cualquier persona que circule por la calleAunque en lugares como Cádiz o Málaga se vive el fervor imperial en la despedida de las tropas, hay problemas en Madrid, Zaragoza o Tudela. Es lo que ocurre con mayor intensidad en Barcelona este 18 de julio. Hay soldados que tiran al agua los escapularios que les han dado unas mujeres aristócratas, y en vez de fervor militar, la multitud en el muelle muestra otra actitud. Los gritos son: “¡O todos o ninguno!”, “¡Que vayan los ricos!”, “¡Abajo la guerra!”. La cosa acaba en disparos al aire y detenciones.

Guerra a la guerra

A la maniobra bélica le ha salido el tiro por la culata. A las cabilas rifeñas se ha sumado un nuevo frente para el régimen, que no es otro que la clase obrera barcelonesa, reorganizada en Solidaridad Obrera. Esta organización, con 15.000 afiliados, ha nacido como intento de levantar a los sindicatos de oficios barceloneses tras la debacle de la huelga de 1902, y en su seno conviven todas las tendencias políticas de la izquierda obrera (socialdemócratas, revolucionarios, republicanos, cooperativistas).

El comité de huelga de Solidaridad Obrera se reúne clandestinamente tras la prohibición de reunirse dictada por el gobernador civil. La disyuntiva es sumarse a la convocatoria de huelga española de la UGT para el 2 de agosto (que nunca llegará a celebrarse y que respetaba los plazos impuestos por la reciente Ley de Huelga) o aprovechar el momento. Pese a que Antoni Fabra i Ribas, su máximo representante y miembro del PSOE, defendía postergarla, la decisión fue una convocatoria propia para el 26 de julio. Solidaridad Obrera no asumía públicamente la convocatoria para intentar, sin éxito, evitar posteriores problemas a las entidades que agrupaba.

La provincia entra en rebelión general. Barcelona queda totalmente paralizada entre la propia huelga y la declaración de estado de guerra, con amenazas militares de disparar a cualquier persona que circule por la calle o se asome a un balcón. No hay tranvía, ni luz, ni gas, ni prensa, ni transporte o comunicación alguna con el exterior. Entre 20.000 y 30.000 rebeldes plagan la ciudad de barricadas, pero la rebelión abarca otras localidades como Granollers, Sabadell o Mataró, donde se proclama la República. Esa línea intentará seguir el Comité de Huelga. Fabra i Ribas dedica toda la semana a intentar buscar entre los partidos lerrouxistas, nacionalistas y republicanos a alguien con el suficiente prestigio como para asumir la revuelta y encauzarla hacia un resultado satisfactorio. Todos se negarán.

El día 1 de agosto, gracias a la intervención de unas tropas militares convencidas por sus jefes de que se trata de un movimiento separatista, vuelve el orden impuesto desde arriba. El balance es de 117 muertos, casi la mitad de los edificios religiosos quemados y cinco cabezas de turco que serán ejecutados. Cuatro de ello son: un nacionalista republicano, un republicano lerrouxista, un guardia de seguridad que se sumó a la rebelión y un discapacitado que bailó con el cadáver de una monja (debido al anticlericalismo imperante, la profanación de tumbas de religiosos solía darse en los momentos de desgobierno). El quinto, Francisco Ferrer Guardia, pedagogo anarquista, castigado como “instigador” aunque no participó en los hechos. Su proceso generará una nueva grave crisis internacional para el régimen.

El Gobierno de Maura caerá poco después, y se instaurará el servicio militar obligatorio, para todos por igual al margen de la capacidad económica. Los meses siguientes serán difíciles para Solidaridad Obrera, con sus cuadros exiliados o encarcelados y la pérdida de dos terceras partes de su afiliación, pero ya en 1910 resurgirá con más fuerza y con un proyecto en todo el país. Enfrente tendrá a una burguesía y una monarquía cada vez más conscientes de que la clase trabajadora ya no es la misma de antes. Es la lección de la “Semana Trágica”, para unos, o “Gloriosa”, para otros, esos siete días en los que una ciudad declaró la guerra a la guerra.

fuente : https://www.elsaltodiario.com/contigo-empezo-todo/semana-tragica-barcelona-contra-los-ricos

Perú roto. Dos versiones contradictorias de una realidad compleja

David Guzmán Játiva 12/01/2023

<img src="https://ctxt.es/images/cache/800×540/nocrop/images%7Ccms-image-000031179.jpg" alt="<p>Manifestante protesta frente a la policía, en una de las calles principales de Lima. 

Manifestante protesta frente a la policía, en una de las calles principales de Lima. 

Pedro Castillo disolvió el Congreso, y al poco fue destituido por el mismo Congreso y apresado por orden de la Fiscalía. A partir de ese día, 7 de diciembre, Perú se convirtió en un país en el que parecen instalarse dos versiones contradictorias de la realidad.

La versión de Dina Boluarte, sucesora de Castillo, así como de la mayoría de los medios de comunicación, consiste en señalar la ilegalidad en la que incurrió Castillo. Aunque uno de sus antecesores, Martín Vizcarra, también disolvió el Congreso, lo habría hecho con apego a la ley. Además de la disolución del Congreso, Castillo estaba siendo acusado de actos de corrupción, realizados por su entorno más próximo y bajo su conocimiento. El Congreso había intentado la destitución de Castillo en dos ocasiones y la Fiscalía había conseguido la colaboración de unos cuantos delatores eficaces para iniciar un proceso contra el presidente. A los pocos días de la destitución del que fuera maestro rural de Cajamarca –una de las regiones más pobres del país–, uno de los canales de la televisión abierta de Perú lo acusaba de ser el líder de una organización criminal. Algo, al parecer, inconcebible hace apenas unos pocos días. La prensa, como por ejemplo el diario La República, no logra explicarse lo que ha hecho Castillo. ¿Por qué disolvió el Congreso sin que existiera una real amenaza de destitución? “Ha sido una locura”, es lo que llega a afirmar Mirko Lauer, principal editorialista de La República, poeta y director de la revista literaria Hueso Húmero.

La Deutsche Welle entrevista una noche a uno de los hombres más cercanos a Castillo. Guido Bellido se irrita y termina por irritar a la periodista, a la que acusa de tergiversar la realidad. Es difícil aceptar la acusación de Bellido, pues la Deutsche Welle difícilmente tiene un interés directo en lo que sucede estos días en Perú. “Creemos que Castillo fue drogado, por eso dio ese mensaje”, declara Bellido, quien fuera primer ministro de Castillo al inicio de su mandato. La explicación o justificación de que Castillo ha sido víctima de algún tipo de droga resulta increíble. Cómica, en realidad, pero tampoco imposible, en la medida en que Castillo, en los dieciséis meses de gobierno tuvo setenta ministros, uno nuevo cada seis días. Además, en lugar de ampliar su círculo, fue cerrándose cada vez más en torno al grupo partidista que lo llevó al poder, Perú Libre, sobre el que pesan serias acusaciones de representar el ala política de Sendero Luminoso.

Esta ambigua vinculación de Castillo con el senderismo explica la violencia con la que han sido reprimidas las protestas, y que han dejado ya al menos 46 muertos

¿Quién es Pedro Castillo?, le pregunto a Nicanor Alvarado, profesor de la Universidad de Jaén y activista social. “Es un maestro rural y rondero. Se presentó como candidato a alcalde de Anguía en 2002 por Perú Posible, sin éxito. Luego escaló posiciones en un sindicato de maestros que desafiaba al sindicato oficial, dominado por el partido comunista Patria Libre. Fue entonces cuando se convirtió en un personaje de alcance nacional, al dirigir una huelga de maestros en el año 2017”.

Ser rondero significa pertenecer a una organización campesina, de importancia nacional, que desde hace treinta años defiende las tierras y los intereses de los campesinos. Durante los años del terrorismo de Sendero Luminoso, los ronderos enfrentaron a los “terrucos”, a veces en colaboración con el ejército. Castillo, además, nació y se convirtió en rondero en la región de Cajamarca, provincia del Chota, donde esta organización tiene su lugar de origen. 

Romeo Grompone escribe en El profe sobre el sindicato que llegó a encabezar Castillo: “El Comité Nacional de Reorientación y Reconstitución del SUTEP (Conare) es identificado como un brazo político de Sendero Luminoso. Sin embargo, la mayoría de maestros que integran el Conare se deslindan de esta última organización y sostienen reivindicar una agenda particular de demandas relativas a su labor como docentes promoviendo mecanismos participativos y democráticos”. Esta ambigua vinculación de Castillo con el senderismo explica, de alguna forma, sin justificarla, la violencia con la que han sido reprimidas las protestas en contra de la destitución de Castillo y que han dejado ya al menos 46 muertos en un mes.

En un semanario como Hildebrant en sus Trece, dirigido por el periodista del mismo apellido, se cita el testimonio de un fotógrafo que es testigo presencial de la represión que tiene lugar en la ciudad del Cuzco. “El ejército permitió que la multitud entrara al aeropuerto, y cuando estuvo adentro, comenzó a disparar. No hubo enfrentamiento, fue una emboscada”. La sangre fría con la que han actuado Dina Boluarte –quien fuera vicepresidenta de Castillo– y las Fuerzas Armadas se puede explicar en la medida en que este gobierno cívico-militar, como lo denomina Hildebrant, no se está enfrentando al castillismo, o a los maestros rurales, o a los pueblos indígenas, sino a lo que posiblemente consideran un rebrote de Sendero Luminoso. ¿Podría explicarse de otra manera la violencia inaudita que se ha desatado contra la gente indefensa? ¿Es auténtica la amenaza de un retorno de Sendero Luminoso? Para contestar una pregunta tabú como esta quizá debamos hacernos otras preguntas.

Todos los expresidentes de Perú han sido acusados de corrupción, sobre todo por sus relaciones con el caso ‘Lava Jato’, de Brasil

¿Cómo llegó Castillo al poder?

Perú es un país emblemático de América Latina: una democracia precaria, como señalan Romeo Grompone e Isabel Remi. No obstante, durante los últimos veinte años ha vivido una continuidad democrática sin rupturas. Tras la destitución de Fujimori en 2000, han gobernado Alejandro Toledo (2001-2006), Allan García (2006-2011), Ollanta Humala (2011-2016) y Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018). Todos los expresidentes de Perú han sido acusados de corrupción, sobre todo por sus relaciones con el caso ‘Lava Jato’, de Brasil, que tenía como principal protagonista a la constructora Odebrecht. Kuczynski renunció al convertirse en objeto de acusaciones; le sucedió Martín Vizcarra, quien disolvió el Congreso después de que éste no diera el voto de confianza a su gabinete en dos ocasiones, lo cual permitiría al presidente convocar nuevas elecciones parlamentarias. El nuevo Congreso destituyó a Vizcarra: durante apenas cinco días gobernó Manuel Merino, quien fue reemplazado por Rafael Sagasti en noviembre de 2020. En marzo de 2021 Pedro Castillo pasaba a segunda vuelta con el 18% de los votos y debía enfrentar a Keiko Fujimori, que había llegado con el 13% de votos. Sin embargo, apenas unas semanas antes de la elección, poca gente identificaba a Castillo entre las 18 candidaturas que se disputaban llegar al palacio de Pizarro. 

Al parecer, Castillo contó con dos cosas a su favor: su ola de popularidad llegó justo en la semana en que se realizaban las elecciones de primera vuelta. De haberse realizado una semana después, a lo mejor ganaba otro candidato. Además, había llevado a cabo una campaña cara a cara en medio de las restricciones por la pandemia; es decir, se reunió con maestros, campesinos, ronderos, indígenas, en mítines por la costa, la sierra y la selva. Esta cercanía puede explicar en cierta forma su voto duro, además de que las protestas hoy tengan su base en las zonas campesinas e indígenas, sobre todo del sur del Perú. También cabe señalar que mucha gente se identificó con Castillo por considerarlo un semejante, un igual: “Es uno como nosotros, sabe por lo que pasamos”, llega a decir una maestra rural entrevistada por Graciela Camacho y Paola Sosa-Villagarcía. 

Esta cercanía con el peruano común y corriente, esta familiaridad con la mayoría de peruanos, explica el rechazo que ha sufrido Castillo por parte de la élite económica y política que gobierna el Perú. Castillo era un extraño en Lima. Dice Chillico, cronista y caricaturista de Cuzco: “Hay una expresión de hartazgo del pueblo peruano frente a la derecha bruta y achorada que no quiere soltar la mamadera del poder”. El Facebook de Chillico acababa de ser cerrado, y al buscarlo encuentro en su nueva cuenta de Facebook apenas tres publicaciones: en una de ellas está Dina Boluarte con las manos manchadas de sangre y vestida con pantalones y botas militares.

El gobierno de Castillo y su caída

La elección que llevó a Castillo al poder ha sido comparada con la que enfrentó a Mario Vargas Llosa y a Alberto Fujimori. Es decir, una elección muy polarizada, en la que Castillo ganó por apenas 44.058 votos, una diferencia de apenas un 0,15% respecto a Fujimori. “En realidad –explica Aldo Hermenegildo, periodista de Global TV, de Lima–, Castillo no llegó a topar ningún interés, no hizo ninguna ley, no hizo nada… Los revolucionarios de salón lo abandonaron cuando él no les quiso dar lo que querían… y la derecha terminó por arrinconarlo”.

Pedro Castillo llega al poder en una situación política y social muy conflictiva: la pandemia de coronavirus significó un retroceso económico de treinta años para la mayoría de peruanos. Es decir, volvieron a un estado de cosas similar al de los años 90. Cabe señalar que Perú es uno de los países que se benefició con la globalización.

La globalización significó para Perú la presencia de multinacionales mineras y el desarrollo de la explotación agrícola orientada a la exportación

Escriben Travelli y Gil: “La reducción de la pobreza en el Perú ha sido imponente. Se pasó de más de 55% de pobreza monetaria en 2004 a 20% en 2018. Básicamente, se transitó de un país donde la mayoría de peruanos vivía en situación de pobreza a uno donde la mayoría vive en una situación de no-pobreza”. Y añaden a continuación: “Entre 2001 y 2017 la economía peruana más que duplicó su tamaño, y, según datos del BCRP (Banco Central de la República del Perú), lo mismo sucedió con el producto per cápita, con una desigualdad decreciente (al menos entre la clase media y los hogares más pobres)”. 

La globalización significó para el Perú la presencia de multinacionales mineras –chinas, canadienses, mexicanas– y el desarrollo de la explotación agrícola orientada a la exportación. Estos sectores crecieron fabulosamente, de manera paralela al aparato estatal y a la mediana y pequeña empresa que en Perú tiene sobre todo un carácter informal. Cabe apuntar que es en los sectores medios y bajos donde la pandemia del coronavirus impactó con mayor agresividad justamente por el carácter informal de su economía, que debe llevarse a cabo casi siempre en la calle y que exige el contacto personal: la pandemia provocó más de 200.000 muertos, una de las cifras más altas por cada cien mil habitantes, tomando en cuenta que Perú tiene una población de 33 millones. 

Podría señalarse que Castillo no pudo gobernar para esa clase golpeada por el coronavirus y tampoco pudo enfrentar la oposición de derecha, encarnada en gran medida en los medios de comunicación. “Castillo les quitó la publicidad estatal –dice Aldo Hermenegildo–. Además… el Congreso iba a utilizar otra figura para destituirlo, la de suspensión… sólo necesitaba 65 votos de los 110”. Eso explicaría, en gran medida, la aparición de Castillo en televisión, diciendo que iba a disolver el Congreso y que iba a intervenir en la justicia y a convocar a una Asamblea Constituyente…

La confusión política y la crisis social parecen alentar la resurrección de un fantasma y la aparición de un actor influyente en la vida política peruana: las Fuerzas Armadas

¿Y ahora?

Castillo llegó a la presidencia en uno de los momentos más difíciles y complejos de la historia reciente del Perú. Similar, como han señalado algunos comentaristas, a fines de los años ochenta, cuando el país estaba quebrado económicamente por una terrible hiperinflación y Sendero Luminoso ganaba territorio. El “terruqueo”, del que fue objeto Castillo, es decir, las acusaciones de simpatía por el senderismo, y el rechazo social y cultural que provoca en las élites políticas y económicas hicieron imposible su gobierno. Asimismo, su incapacidad probada para rodearse de gente capaz y limpia de toda sospecha empeoró la situación. Para rematarla, las acusaciones de corrupción parecen estar bien fundadas, aunque responden a montos irrisorios, ridículos: “40.000 soles recibió Castillo por entregar la dirección de PetroPerú”, apunta un número de Hildebrant de noviembre pasado. ¡40.000 soles! Unos diez mil euros…

La confusión política y la crisis social y económica parecen alentar la resurrección de un fantasma bastante real, el senderismo, y la aparición de un actor que ha sido gravitante en la vida política peruana: las Fuerzas Armadas. Escriben Romeo Grompone e Isabel Remi en relación con la democracia peruana del siglo XX: “El otro actor en disputa eran las Fuerzas Armadas. Se trataba de una especie de democracia bajo tutela, en la cual todos los actores reconocían que los militares podían intervenir si consideraban que las medidas resultaban muy reformistas o que se estaba siendo muy permisivo con la agitación social”.

El poder ha retornado a las manos de siempre, pero al costo de lo que parece una fractura social

Dice Aldo Hermenegildo sobre los actos criminales de Sendero Luminoso: “No han reconocido sus crímenes. No los han pagado”. Aunque Alberto Fujimori está preso por corrupción –por el caso de los Vladivideos, la compra de congresistas y periodistas–, los años de guerra contra Sendero Luminoso dieron lugar a excesos brutales de la fuerza pública, a la creación de grupos paramilitares que actuaron con total impunidad. Los años de la violencia dejaron 70.000 muertos. La memoria obstinada todavía exige justicia. ¿Podrá encontrar justicia en un gobierno que se ha manchado de sangre a los pocos días de comenzar?

La crisis social y económica en Perú entregó el poder a un personaje inédito. Hoy mismo, el poder ha retornado a las manos de siempre, pero al costo de lo que parece una fractura social. Un momento en que se rompen los acuerdos de convivencia.

En La ciudad y los perros, Mario Vargas Llosa recrea la vida de unos cadetes en el colegio militar Leoncio Prado. El antihéroe del libro, el Esclavo, es un personaje perseguido y odiado por los cadetes fuertes y cínicos, como el Jaguar. Al final, el Esclavo muere –lo mata el Jaguar– y nadie se ocupa más de él…

Los militares siguen siendo el poder tras el poder: los únicos capaces de recomponer la convivencia mediante el autoritarismo y el miedo. Que lo diga Varguitas, si no. 

Cómo ser migrante en Europa sin odiar en el intento

SARA GUERRERO ALFARO

02/12/2020 OPINIÓNVOCES

“Es triste empezar a sentir odio”, dice la autora, migrante mexicana. “Se alimenta con cada noticia racista en la televisión, con cada viralización de los discursos de ultraderecha, con la exclusión social a la que te ciñen tus vecinos, con los comentarios ignorantes que insisten que Europa es superior al sur global y que aún porfían en que los indios no tienen alma”, añade.

un trozo de una camisa mexicana asoma debajo de una chaqueta

Una camisa mexiana, debajo de una chaqueta. / Foto: Sara Guerrero

Cuando era niña me preguntaba por qué mi mamá no se comportaba en la calle como lo hacía en casa. En cuanto cruzaba la puerta, esa mujer divertida, capaz de bailar y cantar a todo pulmón, se convertía en una señora cualquiera.

Lo que entonces concebía como una traición no tardó en revelárseme como algo natural cuando yo misma empecé a desarrollar identidades diferentes según dónde y con quién estaba.

Yo no soy la misma que era antes de migrar. En cuanto crucé la frontera cambió mi forma de hablar, de caminar, de mirar a las demás personas.

Tardé mucho en darme cuenta de que mis movimientos se volvieron temerosos y que mi voz, alguna vez tan estruendosa, se convirtió en una suerte de murmullo que solo retomaba sus decibelios naturales cuando hablaba con mi familia por teléfono. Iba por las calles, las plazas, los centros comerciales como si pidiera perdón, como si esperara que alguna persona oriunda me diera permiso de estar ahí, en su país.

20 de noviembre de 2019.
Hoy me arrolló un coche cuando cruzaba la calle en una de las bicicletas públicas de Barcelona. Después de que mi cuerpo se impactara contra el pavimento y calibrara el daño que me había hecho (fue mínimo), me ofusqué. Me hice pequeña. Escuché los insultos del conductor y bajé la cabeza. Levanté la bicicleta lo más rápido que pude y, mirando al suelo, me fui cojeando hacia la acera. Una mujer me preguntó si estaba bien. No tuve el valor de verla la cara. Le dije que sí con una sonrisa, quitándole al asunto importancia, queriendo desaparecer.

Yo, que nunca tuve fervores patrióticos ni consideré que mis rasgos físicos revelaran particularmente mi origen, me hice mexicana cuando salí de México y llegué al Estado español. La distancia reveló mis idiosincrasias culturales al compararlas con las de la península. También extrajo de mí gestos que creía ajenos. Era como si esos ademanes hubieran logrado esconderse entre mi sangre a través de generaciones y desde 1521.

«Descubrir que la subordinación se trae bajo la piel es complejo de explicar»

Descubrir que la subordinación se trae bajo la piel es complejo de explicar. ¿Cuándo se instauró el sistema colonial en mi cuerpo?, ¿lo heredé?, ¿lo apre(he)ndí en la escuela? Lo único que sé es que, cada vez que salgo a la calle, olvido quién soy, me siento pequeña y sonrío aún a aquella gente que me mira con escepticismo.

3 de marzo de 2020
Hoy, como hacía buen día, salí a convivir con mis vecinas y vecinos. No me gusta mucho hacerlo porque nunca participo -ni me incluyen- en sus conversaciones que se alargan hasta que empieza a meterse el sol. Pero hoy Alberto me ha mirado las piernas e hizo un comentario sobre mi cuerpo. Se le unió después Manuel con picardía. Todes reían. Incluida yo. “Ella no se enoja, ¿verdad?”. “No”, respondí esperando que mi sonrisa ocultara mi incomodidad. Olvidar mis principios por convivir.

Cuando tu pasaporte, tu estado legal, y el miedo que sientes al encontrarte un guardia civil te recuerdan que no perteneces a un sitio, que formas parte de esa otredad tan desprestigiada, lo único que quieres es o agradar o dejar de llamar la atención. Modulé mi voz, para mostrarme inofensiva; neutralicé mi acento y me adapté para protegerme contra la estigmatización; dejé de hablar de mi país, de mis costumbres, de lo que sabía, de lo que había vivido. Me despojé de mí misma para brindarles tranquilidad.

15 de agosto del 2020
Hubo 41 votos para VOX en Mondariz en las últimas elecciones autonómicas. Cinco en mi aldea. Ahora no salgo de casa sin tratar de suponer quiénes están detrás de los votos. ¿Qué pensarán de mí? No puedo evitar tomarlo personal.
Me enteré que Daniela Ortiz huyó de España por ataques, acoso y criminalización. Siento como la ola de odio se convierte en un tsunami.
Hoy fui a solicitar una tarjeta sanitaria. Sólo me cubriría casos de urgencias y labores de parto. Me pregunto si la enfermera que me ignoró y que –con un aire de oficial de migración- solo se dignó a mirarme para comprobar que yo era la de la foto del pasaporte, es una de esos 41.

Todo empezó por una sonrisa. Una sonrisa a la que le siguieron múltiples sonrisas. Sonrisas tímidas. Sonrisas forzadas. Sonrisas que hasta a mí me empezaron a parecer auténticas. ¿Saben lo desgastante que es esforzarte por sonreír y ser amable cuando la persona de enfrente te voltea los ojos, te toma por tonta o muestra una indiferencia total a tu persona?

Contaba con que la amabilidad justificaría mi presencia, que amortiguaría la dureza con la que se me hablaba. Pero, después de nunca obtener un resultado considerable, de chocar contra tantos ojos de hierro, me di cuenta que, en realidad, mis sonrisas no representaban amabilidad para mí. Eran sonrisas sumisas, como si con ellas quisiera complacer a un patrón, a un cliente, a un colono. Mi sonrisa se volvió en ceño.

20 de septiembre de 2020
He dejado de simpatizar con todos esos movimientos nacionalistas de izquierda que excluyen a las personas que no nacieron en lo que llaman su tierra y que, cuando nos incluyen, no dejan de hacernos sentir como la permanente “otredad”. ¿Dónde está la representación migrante en sus partidos con reivindicaciones anticoloniales?
Siento que dejé de saber relacionarme con mis nuevas amistades. Por una parte, no quiero que piensen que me aferro a la herida que abrió en mí el racismo. Pero, por otra, ¿me podrían culpar? Estoy cansada que mis propias amigas, cada vez que me preguntan sobre lo que se come en mi país digan: “Qué asco. La comida mexicana simplemente me da asco”.
Es que no sé cómo lidiar con eso. Vivir en una aldea no ayuda. Nadie está abierto a escuchar mi historia. He terminado por recluirme en casa desde hace meses.

Es triste empezar a sentir odio. Es triste reconocer las semillas de aquello de lo que siempre quisiste defenderte. Pero un día, cansada de llevar más de un año sustentando una casa con 200 euros al mes, llega. Aparece en el ínter de los tres años de espera para poder empezar a regularizarte. Emerge cuando descubres que, para tener tus papeles, tienes que tener dinero o tienes que conseguir un contrato de un año y de más de media jornada. Se alimenta con cada noticia racista en la televisión, con cada viralización de los discursos de ultraderecha, con la exclusión social a la que te ciñen tus vecinos, con los comentarios ignorantes que insisten que Europa es superior al sur global y que aún porfían en que los indios no tienen alma.

Duele darte cuenta de que tú también eres capaz de generalizar a las personas y de abominar esa generalización. Aquellas manos que se te tendieron, esos rostros blancos que te sonrieron de vuelta, que te abrieron la puerta de sus casas… se vuelven pequeños. Es como si pasaran a ser una excepción en ese Estado que es racista desde sus leyes y administraciones, hasta los típicos y eternos comentarios en cualquiera de sus bares.

Es desesperante cargar con el peso del odio en el pecho porque, a donde quiera que se mire, pareciera que siempre aparece algo que lo acrecienta.

1 de octubre de 2020
Antes de que se fuera a Perú, le escribí a Daniela Ortiz para preguntarle: ¿cómo se vive en un lugar que nos hace daño sin llenarnos de odio? Me dijo: “Reúnete con otras personas migrantes con experiencias similares. Es sanador no sentirte cuestionada”.
Hoy, cuando llamé a Thimbo Samb para entrevistarlo, me di cuenta de que me había acostumbrado a cierta frialdad en las relaciones sociales. Cuando le pregunté cómo estaba, él me dijo: “Bien. Y tú, ¿cómo estás?” No supe qué responder. Me dio un vuelco al corazón. Me sentí importante, me sentí vista. Quise contarle todo.

Fui ingenua al pensar en que solamente había razones económicas detrás de los barrios que están completamente habitados por personas migrantes. ¿Debe haber algo más liberador que vivir en un espacio en el que no tienes que exacerbar tu amabilidad para que no te tengan desconfianza?

El camino para deshacerse de la rabia es complejo. ¿Cómo lograr que esos espacios de seguridad y sanación no se conviertan en semilleros de rencor?, ¿cómo generar un refugio armonioso cuando golpean fuerte las olas del tsunami xenófobo y fascista?, ¿cómo evitar volvernos el reflejo de su intolerancia? Y, finalmente, ¿cómo dejar de poner sus incesantes ofensas en el centro de nuestra existencia? Porque parece que su odio racista no va a parar pronto y nosotras no podemos estar dispuestas a dejarnos arrastrar por su maremoto.

20 de noviembre
Tomé la decisión de revestirme con la identidad de la que una vez me despojé. Quizás mañana, al sentir sobre mí la mirada inquisitiva de una mujer alta y blanca, vuelva a escapárseme un ademán de desmesurada amabilidad en pos de su validación. Pero hoy, después de hablar con mi familia –a la que no he podido ver en más de un año- y de recordar quién era, salí a la calle orgullosa de las trenzas con las que me coroné. Por primera vez no me las deshice tras la primera mirada de curiosidad que se posó sobre ellas. Me las enseñó a hacer mi madre. Y es mejor aferrarme a ese amor (aunque esté del otro lado del mundo y el racismo aquí, en cada esquina), que al agotador estado de defensa que me priva de disfrutar mi propia existencia.

La Cebolla y Negro Jari, superhéroes de las Tres Mil

 

Rosalía, Mala Rodríguez, C. Tangana y Paco León jalearon ‘Habibi’, el éxito viral de dos jóvenes hasta entonces anónimos de las Tres Mil Viviendas, el barrio más deprimido de España. Hablamos sobre sus momentos más inspiradores (y más turbios).

 

 
La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas
La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas.  La Grieta Estudios/ Hood Productions
 
 

Dos autobuses conectan mi casa, en el barrio sevillano de San Julián, con la barriada popularmente conocida como Las Tres Mil Viviendas, la más famosa de las seis que componen el Polígono Sur. El primer bus va medio lleno. El segundo va medio vacío.

Según entramos en el “Polígano” -que, cada año se disputa con el vecindario colindante de Los Pajaritos el título de barrio más pobre de España-, nos topamos con un centro escolar en cuyos muros nos da la bienvenida, autoproclamándose espacio libre de violencias machistas. Pasamos por otros dos colegios, con murales de mensajes igualmente integradores.

 

A medida que avanzamos, el paisaje se va degradandoviviendas en estado casi ruinoso, montañas de basura, descampados desoladores, contenedores y mobiliario urbano quemado. Apenas vemos bares, tiendas o establecimientos comerciales. Tampoco bancos (ni de los que guardan el dinero ni de los que sirven para sentarse).

 

La gente camina por esas calles haciendo lo que se puede definir como vida normal. Son las 10 de la mañana de un día laborable común, y he quedado en la entrada del Parque de Bomberos con Negro Jari.

Así es como todo el mundo conoce a Mamadou Mbacke, nacido en Sevilla hace 33 años e hijo de migrantes senegaleses. “Mis padres no tenían mucho dinero y éramos muchos hermanos, a veces no podíamos pagar el alquiler y nos íbamos a otro piso, así que estábamos cambiando de casa continuamente”, me cuenta, con purísimo acento hispalense.

“Después, mis padres se separaron y mi hermano y yo fuimos acogidos por varias familias porque a mi madre le quitaron la custodia. Tenía yo siete años cuando la recuperó y consiguió una vivienda social en el barrio de Los Bermejales”.

A los once, descubrió la música y grabó su primera maqueta. “Allí me movía en una cultura más rap, los chavales del barrio hacían grafiti, bailaban breakdance y los colegas empezaron a influirme con cintas de La Mala Rodríguez, Kase O… Luego estuve un tiempo fuera de eso, me eché un poco a la calle a hacer travesuras y a los 16 empecé a grabar maquetas con un sonido un poquito más conseguido, a hacer singles para YouTube, con colegas de por aquí y demás, hasta llegar a La Cebolla. La conocí, la oí cantar y le propuse grabar juntos”.

Nos subimos en el coche de Jari, y, en pleno epicentro de Las Tres Mil, recogemos a La Cebolla envuelta en un chándal verde (El Negro viste uno azul). A Natalia Jiménez, que nació en la barriada hace 17 años, le pusieron este apodo de niña porque tenía la cara muy redondita y no paraba de llorar. Ahora, La Cebolla es popular en media España como una de las participantes en el talent show de TVE Dúos increíbles.

“Desde que fui a la tele, de repente en el barrio me salen amigos y familia por todos lados”, bromea ella. Pero, antes de eso, llegó el gran pelotazo con el que tantos aspirantes a músicos profesionales sueñan y tan pocos consiguen.

Habibi fue el primer tema grabado por La Cebolla, cuando tenía 14 años. En poco tiempo, las reproducciones subieron como la espuma. Rosalía la recomendó en su Instagram y luego ayudaron a viralizarla Mala Rodríguez, C. Tangana y el actor Paco León, entre otros influencers. Se grabó un remix con el acompañamiento de la cantaora La Húngara y el rapero Haze, entre otros. Actualmente, entre YouTube y Spotify, supera los 40 millones de reproducciones.

“Yo antes de la música no es que estuviera muy bien, que digamos”, confiesa ella. “Y, gracias a que mi compañero quiso apostar por mí, la verdad es que mi vida ha mejorado, económica y personalmente“.

Natalia es la segunda de cinco hermanos de una familia humilde. Se crio en la zona de Las Tres Mil conocida como Los Verdes, una de las más deprimidas del barrio más deprimido de España: renta per cápita mínima, desempleo y analfabetismo en cifras máximas. La población del Polígono se acerca a los 50.000 habitantes, y la mayor densidad se concentra en la barriada de las Tres Mil, con unos 15.000 vecinos.

El sonido vibrante de un proyecto urbanístico controvertido

La administración franquista comenzó la construcción del Polígono Sur en 1964 y esta no finalizó hasta 1981. El primer asentamiento fueron las denominadas Casitas Bajas, zona de viviendas prefabricadas que inmortalizaron Pata Negra en su canción Rock del Cayetano: “Fuimos hacia las casitas bajas del Polígano del Sur / En busca de mi hermano”.

Allí se alojaron, según confirma la mediadora cultural Laura Madero, familias con pocos recursos que provenían de zonas chabolistas o de los arrabales de Triana. Muchas de aquellas familias, de etnia gitana, vivieron una adaptación difícil, y parte de su cultura flamenca también se transformó en el nuevo enclave, como bien sugirió Ricardo Pachón en dos documentales clave, El rock de los gitanos y Triana pura y pura

“Las familias gitanas que ya tenían una trayectoria artística y los aficionados que hacían la música en sus propias casas, llevaron consigo todo aquello al Polígono Sur, que adquirió sus propias formas de manifestarse, y eso sigue perviviendo. Es el caso de la cantaora Juana la del Revuelo. Todavía hay un montón de chavales que cantan los Tangos de la Tía Juana, porque es parte de la identidad del barrio”, explica Laura Madero.

Por otro lado, la llegada del underground durante el tardofranquismo a través de las bases estadounidenses de Rota y Morón, propició en Sevilla un hervidero cultural que se modeló con la aportación gitana, como quedó patente en los discos de Veneno o los propios Pata Negra. 

En 1976 comenzó la construcción de la Barriada Murillo. Según detalla el historiador Francisco José Torres Gutiérrez en su tesis doctoral Segregación urbana y exclusión social en Sevilla, “llega a ella una población proveniente de distintos suburbios e infraviviendas. Se generó un colectivo vecinal desarraigado y de aluvión que adquirió un alto índice de marginalidad, la conflictividad social aumentó entonces mucho unida al tráfico y consumo de drogas”.

En un entorno marcado por esos estigmas y por mitos que rápidamente corrieron como la pólvora (los taxis no entraban, los carteros tampoco), la música era el único horizonte posible para algunos de aquellos chavales.

Con sus guitarras callejeras y su cante picaresco, los hermanos Amador fueron, como cantaría su amigo Kiko Veneno, los superhéroes del barrio. En otro documental imprescindible, Polígono Sur, rodado por la francesa Dominique Abel en 2003, se retrata la alegre vida musical de las Tres Mil, protagonizada por los artistas mencionados y otros mitos locales como Emilio Caracafé.

Dos décadas después, se puede decir que La Cebolla y Negro Jari retoman ese testigo desde otro lugar. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero, en realidad, en esa ciudad paralela que es el Polígono, la realidad va más lenta.

Del coche fantástico a las vías del tren

Recorremos el barrio en el coche del Jari buscando un lugar donde sentarnos para hacer la entrevista. El automóvil del Jari no es cualquier cosa.

“Este coche es nuestro local de ensayo”, apunta él al volante. “Mi lugar favorito para componer es el sofá de mi casa, y luego nos ponemos aquí mismo a probar ideas con el móvil. A lo mejor tengo una percusión que le pido a Yoseik, nuestro productor, y probamos cosas con la voz de ella. Después de eso, ya nos vamos a casa de Yoseik, que está por aquí, y con esa idea nos ponemos a hacer la música ya bien, con ordenador, con equipo y tal”.

Aparcamos junto a la zona más cercana a la vía del tren, la construida ya en los años ochenta tras el derribo de Las Casas Bajas, y nos sentamos en unos escalones junto a un muro grafiteado que marca la frontera de las Tres Mil.

¿La música es la mejor salida para afrontar el día a día en este barrio?

Negro Jari: Normalmente sucede en todos los guetos y zonas marginales o de pobreza, como en EEUU en los barrios negros. Al final la música salva vidas. Aquí puede haber sido el flamenco lo que le da la vida a estas personas, porque igual no tienes conocimientos suficientes para encontrar un curro, no tienes estudios ni oportunidades. Pero luego con la música, si tienes talento, eso puede lograr que encuentres trabajo, y también une mucho a las personas.

A lo mejor hay una juerga ahí al lado, en la plazoleta y de repente se va acercando todo el mundo a pasar un buen rato. La música une a la gente, une al barrio y da la oportunidad de mejorar muchas vidas.

La Cebolla y yo nos paramos mucho a pensar qué habría sido de nosotros de no haberlo hecho.

¿Qué queréis contar en vuestras canciones y videoclips?

Negro Jari: Queremos transmitir un mensaje de superación, decir que nuestra situación social es esta, pero que podemos conseguir más, luchando y tal. Que no os sintáis menos o penséis que no podéis porque tengáis menos oportunidades, porque a base de luchar se puede.

También mostramos la cultura flamenca del barrio, la juerga gitana, los bailes, lo bien que lo pasamos, y la parte dura también, la parte marginal, de la lucha. Hay mucha gente que oye cosas sobre el barrio pero no lo vive en persona, y nosotros lo hacemos como de medio de comunicación, como de reporteros, ¿sabes? 

Vuestro último ‘single’, y próximo álbum, se titula ‘El flow de los suburbios’. ¿Cómo es ese ‘flow’?

Negro Jari: El álbum debería haber salido el 30 de noviembre y lo hemos tenido que posponer hasta febrero. Yo soy mánager, productor, canto y llevo mi sello, Dagrama Producciones, en el que grabo a varios artistas. Todo eso me quita tiempo, y el programa de televisión nos ha quitado más.

En cuanto al flow de los suburbios, es ese estilo nuestro, es flamenco urbano, fusionado con reguetón, hip hop, trap…

En el barrio se mezcla ahora la población gitana con migrantes africanos, latinos y asiáticos. ¿Es este ‘flow’ lo que se escucha en la calle?

La Cebolla: Muchos mantienen su costumbre de escuchar flamenco puro, Camarón, Parrita y cosas así, pero hay otros que están entrando por el rollo que hacemos los dos. Todas nuestras canciones se escuchan en el barrio, y en la plazoleta donde más.

Negro Jari: Es que las generaciones nuevas han evolucionado. A lo mejor al principio esto choca un poco a los que están más acostumbrados a la pureza, como pasó con Camarón cuando hizo La leyenda del tiempo, pero es que esto es el futuro.

También habéis grabado con un mito popular de la música gitana como Junco

La Cebolla: ¡Hombre, un ídolo desde que era pequeñita! Mi madre lo escuchaba mucho. Es una persona maravillosa, yo me reí mucho y me encantó trabajar con él.

Jari, tu has impartido talleres de música urbana a chavales del barrio en Factoría Cultural, un centro municipal de creación reciente. ¿Cómo viviste la experiencia?

Negro Jari: La verdad es que veo mucho entusiasmo con la música, pero luego no lo veo tanto con lo que conlleva el poder conseguir algo con la música. A ellos les gusta y tal, todos tienen talento, en cualquier esquina puedes ver a unos rapeando. Eso antes no era tan normal, era más común verlos cantando flamenco, pero se nota la influencia de lo urbano.

En el taller de Factoría Cultural yo aluciné, porque había chavales que lo hacían muy bien. A Anton07 sí que le veo con futuro. Es chico, pero tiene unas ganas increíbles de pelear y de conseguir algo, tiene talento, y la verdad es que debería de haber más cosas como esas aquí en la Tres Mil.

Es verdad que es difícil llevar a los chavales al taller, pero si lo consigues se enganchan a la movida, y los quitas de la calle y de hacer otras cosas que a lo mejor no los van a llevar a buen puerto.

¿Por qué no hay confianza?

Negro Jari: Porque no están acostumbrados, no tienen a lo mejor a alguien cerca que les esté diciendo que si tú peleas por ello, es posible que comas de esto o mejore tu vida, y a lo mejor tampoco tienen muchos referentes cercanos, o no se relaciona con lo que es normal en el barrio, ¿me entiendes?

Lo normal es otro tipo de trabajos como montar un puesto en el mercadillo o irse a recoger chatarra, que son oficios muy humildes, y no tienen tan presente que, con la música, pueden crecer más económicamente y conocer más mundo, avanzar más. Como que se conforman un poco con lo que hay, con lo que han visto desde chicos.

Ahora sois vosotros los referentes

Negro Jari: ¡Espero! Pero, sí, yo lo veo ahora en el barrio. A ella le vienen muchas chavalas y chavales en plan: “¡Oye, a ver cuándo hacemos una canción juntos!”, como que ya la ven como una puerta. Y a mí igual, como saben que yo he cogido muchos chavales del barrio y los he llevado a crecer, a los escenarios, a vivir de la música, pues también se acercan en plan: “Mira, que yo hago esto, que yo hago tal”. Entonces sí, nos tienen ya como referentes.

Hasta ahora os lo habéis autoeditado todo. ¿No se os han rifado los sellos grandes tras el bombazo de ‘Habibi’?

Negro Jari: Algo ha habido. La primera oferta fue de Sony, que solo querían explotar el Habibi, pero lo rechazamos y finalmente hicimos un contrato de distribución para nuestro primer álbum, Caracas (2020). Empezamos también a trabajar con la distribuidora Ataque 360 y acabamos fatal, estamos de juicios con ellos porque creemos que se han quedado bastante dinero nuestro.

Nosotros éramos nuevos en todo esto y había mucha gente picando del pastel, pero los cabecillas de esto eran Ataque sin que nosotros fuésemos muy conscientes. Fue muy lioso al no entender el negocio.

¿Pensáis que se estaban aprovechando de vosotros?

Negro Jari: Se han aprovechado y bien. De hecho, Dagrama Producciones hemos trabajado con muchas distribuidoras y creo que se ha aprovechado más de una. Parece que casi todas las compañías meten la mano, tío, cuando podrían ganar dinero con nosotros igualmente. En realidad, ganarían más sin robarnos, porque cuando roban nos damos cuenta y les damos la patada.

La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas
La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas.  La Grieta Estudios/ Hood Productions

Nosotros somos luchadores, seguiremos haciendo música y, a la larga, van a ganar más con nosotros, pero yo creo que nos ven como chavalillos, un negro, una gitana, poca cultura, p’acá, p’állá… Vamos a meter la mano, que no creo que esta gente no se den cuenta”. Y como facturamos miles de euros, es muy goloso esto.

[Nota del redactor: como si fuese obra de un guionista cutre, una enorme rata se ha acercado a nosotros mientras Jari contaba esto.]

A la hora de actuar en directo, casi no habéis salido de Andalucía

Negro Jari: Poco. Hemos estado en León, Madrid, Melilla… pero es diferente. Se nota que en el sur nuestros fans hacen más fuerza. Tampoco tenemos tanta promoción en radios como para llegar más allá. Nuestra promo es más el boca a boca en el barrio y las redes sociales.

No somos como, pongamos, India Martínez, que puede estar sonando constantemente en Cadena Dial. Nosotros venimos muy desde abajo y con muy pocos recursos.

Y vuestros conciertos tampoco son convencionales, como el que ofrecisteis en el Centro Penitenciario Sevilla 2. ¿Eso es importante para vosotros?

Negro Jari: Imagínate hasta qué punto pudo llegar a ser importante para nosotros, que llega La Cebolla allí y tiene que parar el concierto llorando porque de repente está cantando y ve a su padre ahí sentado, y tiene él que subirse a darle un abrazo y decirle que se calme.

La Cebolla: Fue muy duro. Él está ahí interno. 

Negro Jari: Es super importante para nosotros cantar ahí, porque es gente que ha vivido lo mismo que nosotros, por desgracia, tener que buscarse la vida de aquella manera, que no es algo que ellos siempre elijan, y acaban en prisión. Lo hacen por necesidad, porque les ha tocado ese tipo de vida.

Nosotros los apoyamos y nos gusta ir allí a alegrarles el día. Yo también he estado encerrado en reformatorios, sé lo que es estar privado de libertad. Y vamos totalmente gratis, desinteresadamente, porque sabemos lo especial que para ellos es eso.

La Cebolla: Sobre todo para los que están reinsertándose, porque algunos están metidos en cosas chungas, pero lo hacemos para los que quieren verdaderamente vivir una vida normal. Queremos que nuestro caso sea un ejemplo para que ellos se motiven y puedan llevar una vida sin meterse en problemas.

¿Queréis añadir algo más?

Negro Jari: Que los medios nos apoyen un poco más, porque casi todo va para la imagen más civilizada, por llamarlo de alguna manera, la más pija. Nosotros venimos de barrios bajos, de viviendas sociales, pero también somos personas con talento y merecemos que la gente lo conozca. Y luego, a las discográficas y distribuidoras, que no tengan las manos tan largas, hombre y que no abusen de los novatos y de la gente con poca cultura, que sean más honrados, porque todos podemos comer y apoyarnos, no hay que ser tan avariciosos.

***

“En Sevilla tenemos 6 barriadas entre las 15 más pobres de España”, apunta Laura Madero. “El Polígono Sur tiene una imagen muy estigmatizada de infierno social, pero yo llevo cinco años acudiendo aquí a diario y esa imagen no la veo en la cotidianidad. Y hay que resaltar también que este es uno de los barrios con una fuerza organizativa y de plataformas ciudadanas más potente, es un hervidero de proyectos e iniciativas”.

Ella también trabaja en Factoría Cultural, un lugar donde, afirma, “no entendemos las artes y la cultura como entretenimiento, sino como herramienta de transformación social. Más que de exhibición, es un espacio de creación, nos solicitan espacios para ensayar y destinados para jóvenes también del resto de la ciudad, contribuye a que tengan más fácil el acceso no solo a la cultura sino a los medios de producción, y también promueve el intercambio del polígono con otros artistas y otros agentes culturales de la ciudad”.

Y resuenan en mí esas palabras mientras miro el estadio del Betis, en el autobús que me devuelve al centro de la ciudad, con aquellos otros versos de Pata Negra: “Sevilla tiene dos partes / dos partes bien diferentes / Una la de las turistas/ y otra donde vive la gente”.

FUENTE

https://www.publico.es/culturas/cebolla-negro-jari-superheroes-tres-mil.html#md=modulo-portada-ancho-completo:t2;mm=mobile-big

Rocío Molina, la reina lesbiana del flamenco explota los límites corporales

 

Rocío Molina y El Niño de Elche, en 'Carnación'

Venecia se ha rendido al poder de Rocío Molina como ya lo hicieron París, Londres, Nueva York, Berlín, Tokio o Singapur. Recoger el León de Plata de la Bienal le hizo sentirse “disfrutona”, como le confesó a este periódico justo antes de recibirlo.

La bailaora es consciente de la importancia del galardón, que también implica el último momento relajado antes de enfrentarse al estreno mundial de Carnación, que tendrá lugar este miércoles dentro de la programación de la Bienal. La obra supone la vuelta de esta creadora al formato de la pieza escénica después de la Trilogía sobre la guitarra, más centrada en el baile flamenco

 

Sus palabras en el discurso de entrega del premio fueron reveladoras: “Me pregunto: ¿a qué, a quién debo dedicar este premio? Y entiendo que el esfuerzo hoy me ha traído aquí. Pero en realidad es que el esfuerzo no te lleva a ninguna parte (…) Hoy quisiera compartir este galardón con mi actual compañera: la fragilidad. La fragilidad que, de la mano de la renuncia y el desapego, me guió hasta la honestidad, todas ellas hijas del miedo. Ahora sí: gracias madre, gracias padre, gracias hija. Solo la fragilidad es noble y elevada”. Unas palabras en las que se vislumbra el momento de madurez de su baile y esa capacidad conceptual e introspectiva, de saber mirarse, que es una de las patas que sostienen el éxito mundial de sus trabajos. Molina no solo baila, también piensa, y muy bien. 

<img class="lazy entered loaded" src="data:;base64,” alt=”” data-ll-status=”loaded”>

Esta malagueña nacida en 1984, pequeña, socarrona y luchadora, asombró al mundo flamenco con su técnica y fuerza. Los más viejos decían que parecía una Carmen Amaya transmutada, al ver esa fuerza en el taconeo. Molina era capaz de llevar incluso más allá, hasta un paroxismo en el que nunca perdía la técnica ni el compás. Un zapateado que renunciaba al “remate”, a ese final apoteósico tan habitual en flamenco (eso es cosa de machos y de pedigüeños de aplausos) y que continuaba como si se tratase de un hard bop libre e interminable.

Pero pronto demostró, para bien del flamenco y la danza contemporánea, que aparte de intérprete se escondía una verdadera artista con ganas de guerra, de barrer la casa y sacar el polvo. Molina ha subvertido los códigos flamencos, se ha reído con humor de ellos, los ha deconstruido para ir más dentro, hacia una esencia escénica con lenguaje propio donde reina la experiencia del cuerpo y el compás. Y lo ha hecho apoyada en una identidad de mujer guerrera y capaz de ver en la negrura al mismo tiempo que habitar lo áureo.  

Después del dolor

Molina ya no es el terremoto técnico y lleno de energía que asombró con piezas como Almario (2007) o Cuando las piedras vuelen (2009), ya no es incluso la que bailaba desde el dolor extremo y la extenuación en Caída del cielo (2016).

Justo antes de la pandemia, todo viró. Su último espectáculo antes de la retirada fue Grito Pelao (2018), obra que firmó junto con la cantante Silvia Pérez Cruz. Decía entonces: “Llegó un momento en que no encontraba sentido a mi vida, no quería luchar por nada, no quería el éxito y tenía cero creatividad. Grito Pelao surge de un movimiento vital que necesita un cambio de cuerpo y de identidad que permita la generación de vida, de baile, de un nuevo ser”. 

<img class="lazy entered loaded" src="data:;base64,” alt=”” data-ll-status=”loaded”>

Además, en aquella obra también cambió su relación con el cuerpo: “Para bailar necesitaba traspasar una frontera de dolor, poner a mi cuerpo en un extremo donde el dolor cesaba y me permitía entrar en un estado en el que podía bailar. Desde hace dos años llevo haciendo un trabajo para bajar en disciplina. Frenar, no machacarme, dormir. Hormonalmente estaba muy mal, parecía una deportista de élite, tenía el cuerpo muy estresado. He recuperado mi cuerpo que tenía perdido. Un cuerpo que estaba tan entrenado en el dolor que dejé de sentirlo, había noches que me tocaba el brazo y no sentía nada. Dejé de sentir el cuerpo, a nivel emocional no sentía nada, era como si mi cuerpo se ahorrase hasta de sacar una lágrima. Tenía un cuerpo potentísimo, pero estaba muerto”, declaraba en 2018 durante el proceso de creación de Grito Pelao, una obra que trataba de contar ese renacimiento y en la que compartía con sana impudicia su decisión de quedarse embarazada como mujer lesbiana por el método de fecundación in vitro

La pieza la estrenó en el Festival de Aviñón, con gran triunfo. Molina bailó hasta los siete meses y medio de gestación, y ahí paró. Al poco tiempo nació Juana, su hija. Abrió laboratorio y casa al mismo tiempo. La Aceitera, un antiguo molino a las afueras de Sevilla. Y decidió desmontar la estructura de producción de gran estrella del flamenco: burocracia, subvenciones, producciones contratadas… Decidió volver a una relación más directa con su baile, con aquella niña de trece años que bailaba en los tablaos.

De ahí surge Trilogía sobre la Guitarra, tres obras que han recorrido medio mundo en los dos últimos años“La trilogía tiene un corte más clásico, no quería mucho riesgo porque no lo gestionaba bien, fue un momento de desapego, desapegarme del equipo e incluso de mi propio personaje. La trilogía era volver, renacer. Solo quería bailar, no quería exponerme a grandes emociones, solo bailar. Sin embargo, necesitaba fugas”.

<img class="lazy entered loaded" src="data:;base64,” alt=”” data-ll-status=”loaded”>

De esas fugas surge su nueva obra: “Carnación ha sido un escape, un irme al otro extremo. Es una obra de artes escénicas, una performance, el baile o el movimiento no está tan presente, no hay mucha danza. La trilogía Carnación son dos lugares opuestos”. Durante el proceso de la trilogía, Molina fue haciendo “casi a escondidas” improvisaciones ya centradas en la nueva pieza. “Al final de la trilogía apareció el deseo y comenzó un camino donde descubrí un deseo más profundo, el deseo como guía del alma, algo mucho más elevado, espiritual, que no tiene nada que ver con el de la sociedad actual. Ahí es donde me he metido con Carnación”, relata a este periódico. 

Para Carnación, Molina ha creado nuevo equipo. Tan solo Carlos Marquerie, quien ha acompañado y dirigido en otras ocasiones a la malagueña, sigue haciendo las luces. Para esta obra, Molina cuenta con uno de los colaboradores estrechos de la gran coreógrafa alemana Sasha Waltz, el también bailarín y músico vasco Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, que está vez firma la dirección escénica con la coreógrafa y la musical con Francisco Contreras, más conocido como Niño de Elche, que también está al cante en escena.

“Con Paco en el escenario se produce una catarsis que genera una fuerza muy poco controlable”, cuenta Molina. “Hemos trabajo esa fuerza y también los cuidados, cómo cuidarnos el uno al otro. Aunque es un cuidado alterado, donde van cambiando los roles y cuando menos te lo esperas muta. En tres segundos podemos pasar por tres pieles diferentes. Es mi gran compañero, es la mitad de mi cuerpo”, dice Molina sobre el cantante ilicitano. 

Además, en esta obra, Molina contará con uno de los gurús de la música al mando del piano y la electrónica: Pepe Benítez, conocido ahora por pertenecer a la banda de música Maga, pero impertérrito de la experimentación en grupos como Pepe Cicuta. El elenco lo completan un coro formado por el colectivo sevillano ProyectoeLe y los italianos de Cantori Veneziani, la violinista Maureen Choi y la soprano Olalla Alemán. 

Reina del ‘queer’

Al igual que Israel Galván, Rocío Molina, aunque más joven, ha influenciado no solo el flamenco, sino la escena de la danza contemporánea. Molina ha parido un lenguaje donde la dramaturgia se teje desde un baile basado en la experiencia, en la atención y escucha máxima al cuerpo en escena. La danza contemporánea, reglada y formal en tantas ocasiones, tuvo que crear un movimiento como el de la improvisación para liberarse de su propia prisión. Molina, en cambio, lo lleva dentro. Es a partir de esa libertad que se van conformando sus dramaturgias. Dramaturgias que indagan en la condición humana y que Molina hila con una gran capacidad de mirarse hasta las más recónditas esquinas.

<img class="lazy entered loaded" src="data:;base64,” alt=”” data-ll-status=”loaded”>

Molina nunca ha renunciado al posicionamiento identitario. Un posicionamiento incluso que la entronó como la reina queer de la escena. Algo que quedó bien patente en Caída del cielo, una obra profunda, con muchos prismas y con una de las soleás más tremendas de su carrera, pero también una pieza donde Molina se vestía de hombre, cogía la vara de mando patriarcal y hacía escarnio de ella, o era capaz de montar un baile con bata de cola toda manchada en pigmento rojizo, metáfora de la sangre menstrual, algo tabú en la sociedad flamenca.

Molina se sabe mujer poderosa –ya consiguió el Premio Nacional de Danza en 2010– e incluso cuenta con las anécdotas propias de todo mito del baile como aquella ocasión en que Mijaíl Barýshnikov, después de una representación en Nueva York de Oro Viejo, se arrodilló ante ella en camerinos. 

 

Al preguntarle por este tipo de posicionamientos de identidad en su nueva obra, Molina, sin embargo, cuenta: “Carnación tiene mucho más poder, pero sin hablar de ello directamente. Lo que ves no es lo que está sucediendo, es difícil de explicar, genera un conflicto de sensaciones en el espectador. En Caída del cielo yo mostraba la fuerza, la usaba, aquí sin embargo uso la fragilidad para mostrar la grandeza, o uso la violencia para hablar de los cuidados. Es extraño de recibir, quizá duro, te tienes que dejar llevar. No se hablan de cosas tan concretas y, sin embargo, la pieza también cae con rotundidad”. Venecia verá por primera vez esta obra en torno al deseo y sus tensiones, donde se juntan la música sacra y la electrónica, la celebración de la fiesta, así como la represión y el placer de la atadura.

La pieza llegará en diciembre al Teatro Español de Madrid y el próximo verano al Festival GREC de Barcelona, coproductores de la obra junto con la Bienal. Decía otro andaluz, Luis Cernuda, hace más de noventa años en su poema Si el hombre pudiera decir: “Si el hombre pudiera decir lo que ama, / si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo / como una nube en la luz; / si como muros que se derrumban, / para saludar la verdad erguida en medio, /pudiera derrumbar su cuerpo, / dejando sólo la verdad de su amor, / la verdad de sí mismo, / que no se llama gloria, fortuna o ambición, / sino amor o deseo, / yo sería aquel que imaginaba”. Pura fragilidad noble y elevada.

 

 

Miguel Ángel Rosales: “España, con Portugal, es la que inicia la trata de esclavos”

El documental Gurumbé, canciones de tu memoria negra muestra a Sevilla como uno de los primeros destinos de los esclavos negros raptados en África y la influencia que esta población tuvo en la cultura andaluza.

 

Gurumbé 2

 

 
21 AGO 2016 15:58

Desde el siglo XV, personas negras raptadas en África fueron sometidas a la esclavitud. El largo episodio de la esclavitud negra en América es de sobra conocido y documentado, sin embargo, no es tan conocido que fue Andalucía uno de los primeros sitios a donde fueron llevadas muchas de estas personas. El documental Gurumbé, canciones de tu memoria negra, dirigido por el antropólogo y cineasta jerezano Miguel Ángel Rosales y producida por Intermedia, documenta el paso de la población esclava negra por Andalucía y su influencia en la cultura. Hablamos con Miguel Ángel Rosales.

Suena raro relacionar la esclavitud negra con Andalucía y, sin embargo, los primeros negros que fueron raptados de África para ser utilizados como esclavos sirvieron en Sevilla, ya desde el siglo XV. ¿Por qué esta amnesia?
Hay varias cuestiones. Parece que todo el tema de la trata comienza en un momento concreto, A finales de siglo XV. Ya antes había habido esclavos en Europa, pero no de esta manera tan sistemática, como un valor de mercancía y con unos volúmenes tan tremendos. Lo que también cambia es el área geográfica de esos esclavos: antes había muchos africanos, pero también eslavos, prisioneros de guerra. Fueron los portugueses los que comienzan y los españoles fueron rápidamente a la zaga, desembarcando esclavos en el puerto de Sevilla. La historia no es sólo que fuera anterior a la trata atlántica, sino que todo el negocio se estaba haciendo desde territorio ibérico. Parte de ellos se llevaron a América, pero muchos se quedaron. No estamos hablando sólo de que fue debido a la gran demanda americana de mano de obra, sino que fue primero la demanda en Andalucía, y después en el resto de España. Sevilla se convirtió en un gran puerto esclavista, y después también Barcelona o Cádiz.

Sevilla, con la importancia que tomó con el comercio con las colonias americanas, se convirtió en una gran metrópoli. Comenzó a haber diferencia con la trata de plantación, aquí había cierta interacción con la población esclava, lo que no quita que se le diera un trato cruel y vejatorio. Hubo también muchos matrimonios mixtos, y de ahí se derivó una importancia cultural muy fuerte y se terminó formando una población afroandaluza. Ahora ya es marginal, pero hay algunas figuras afroandaluzas que llegaron a ser importantes.

Gurumbé 1
Fotograma del documental ‘Gurumbè, canciones de tu memoria negra’.

En tu documental te centras en la influencia que la población esclava traída de África tuvo en la cultura andaluza.
Toda esta investigación está ahora surgiendo. La esclavitud en España se ha estudiado desde los 50, pero con unos estereotipos, viendo a la esclavitud como un objeto de ostentación o de lujo. Después se desmontó esa teoría y se comenzó a estudiar la interacción cultural. En Sevilla en el siglo XVI y XVII podía haber entre un 10 y 15% de población negra y mestiza, eso tuvo que tener una influencia fortísima. Donde se puede ver bastante a nivel de archivo es en el tema de las cofradías. Muchas de las primeras cofradías religiosas estaban formadas por negros esclavos. Hay arzobispos que forman estas hermandades y el esclavo las toma porque le permitía una visibilidad social y un lugar de reunión donde hacer comunidad, siendo una población totalmente marginada e invisibilizada. Comienzan a tener influencia en la música, Igual que muchos pueblos de África que tienen en la música y danza sus grandes expresiones artísticas, aquí, todos los principales bailes que surgen en la Península Ibérica vienen de los esclavos negros, como el cumbé [baile del preflamenco]. Se ve una relación con las colonias americanas y a formarse un sincretismo musical. Cuando nace el flamenco ya en el siglo XIX, arrastrando mucho de esto, haciendo síntesis de la música popular y creando casi la primera música moderna de europa, lo hace con esos elementos, con un factor africano importantísimo.Por otra parte, en Sevilla hay actualmente una hermandad que se llama Los Negritos, y no mucha gente sabe que se llama así porque fue una hermandad de negros, y es la hermandad más antigua de Sevilla. Llegó un momento en el que se formó una lucha política y de grupos étnicos alrededor de las hermandades, y las cases altas lograron arrebatar ese sitio principal que tenían las hermandades de esclavos. y muchas de ellas desaparecieron. Había hermandades de esclavos en todos los sitios donde había población negra, como Cádiz o Jerez.

¿Cómo ha sido trabajar en este documental? ¿de qué fuentes te has servido?
Yo he hecho la parte documentalista, he tirado de información de Arturo Morgado, Isidoro Moreno entre otros. Investigadores que ya llevan tiempo con este tipo de temas y dándole también otro enfoque más moderno que el que había en los años 50. Me he dedicado a reunir informaciones. A parte de que el tema me parecía fascinante, me sorprendía que no tuviera una repercusión más importante, que no hubiera nada a nivel divulgativo sobre esto. En España siempre se ha querido borrar todo lo relacionado con el genocidio y su papel en la trata de esclavos. España, con Portugal, es la que inicia la trata de esclavos, da el pistoletazo de salida y los holandeses e ingleses copiaron el modelo. Y aunque la esclavitud llega hasta el siglo XIX, España fue el último país en abolirla y hunde sus raíces hasta los años 60 con el franquismo, cuando se independizó Guinea Ecuatorial. Lo que es interesante del tema de la esclavitud, no como hecho histórico, es que creó un sistema productivo que llegó hasta donde justo se pudo porque la comunidad internacional tiraba de las orejas a España para que lo abandonara, y ha producido también toda una serie de estereotipos sobre el africano que aún hoy sigue viva y se proyecta sobre el fenómeno de la inmigración.

fuente

https://www.elsaltodiario.com/hemeroteca-diagonal/miguel-angel-rosales-espana-portugal-inicia-trata-esclavos-documental-gurumbe?rate=QR2WMfVUYfTtk3DaI7RMPbdCcqahY80c4vLDlb4CEbY

Proudly powered by WP and R*