El cuento de ‘La Chivata’, de Luisa Carnés

Ofrecemos en exclusiva este cuento de Luisa Carnés (1955), que se acerca a la causa republicana desde la mirada particular de las mujeres represaliadas en el franquismo

 
 
 

Niños en el patio de la prisión maternal instalada en la cárcel de Ventas. 1955. (Archivo Regional de la Comunidad de Madrid)

Luisa Carnés

26 de mayo de 2017 11:27h

I

¿Quién era? No podía ser la madre del niño recién nacido, de aquel niño de piel rosada, llena de arrugas, cuyos puñitos apretados eran los únicos puños que podían cerrarse ante las miradas agudas de las celadoras. No podía ser la madre recién llegada, cuyo hijo acababa casi de abrir los ojos a la luz de aquellas galerías, cuya claridad no descubría graciosos pájaros, ni iluminaba un solo árbol, un árbol siquiera, que pudiera contar el paso de las estaciones con su desgranar de capullos en cada rama o su crujir de hojas secas bajo los invisibles dedos del viento. No podía ser aquella madre nueva, cuyos labios pálidos sellaban el camino de la libertad del marido («Podéis matarme, pero no diré por dónde se fue»).

 

Su cabello apretado en rueda sobre la nuca todavía no encanecía. Sus manos alzaban al hijo para que recibiera el rayo de sol que paseaba despacio, de doce a una, por el patio, para que recibiera el aire delgado que a las oscuras celdas no quería pasar. No podía ser tampoco la madre del niño doliente, que no sabía lo que era un caballo, ni menos aún conocía la leche de la vaca mugidora, e ignoraba que dos hileras de casas formaban una calle, y varias casas puestas en rueda forman una plaza. El niño de piernas de alambre, que desconocía otras aves que no fueran aquellas que cruzaban por encima del penal, con un ruido que hacía temblar todos sus pequeños huesos.

No podía ser tampoco la maestra. La maestra no era joven ni bella. Sus manos se habían deformado con ropas ajenas. Había lavado en lavaderos públicos, en pilas frías, por las cuales pasaban ropas de todas partes, pero sobre todo señaladas con un signo (USA) que la maestra conocía muy bien; en lavaderos de hospitales, oscuros, húmedos, acompañada a veces de algún cadáver, en espera de la noche para ser rescatado por la tierra. Así se enclavijaron los dedos de sus manos, mientras los niños españoles no sabían que dos y dos son cuatro. Cuando en las batas tiesas de un hospital aparecieron unas hojitas en contra de Franco y de los yanquis, la maestra fue puesta en cautiverio. Y ahora sus dedos torcidos apenas pueden sostener el pedazo de lápiz que escribe, para los hijos de las presas, cuántos días tiene un año sin leche, sin pájaros, sin juguetes, y con aquellas grandes alas de metal norteamericano traspasando los aires… No podía ser tampoco la maestra.

No podía ser la anciana de los zuecos (otro beso de amor sobre un camino). Le preguntaban «¿Dónde está tu hijo?», y ella respondía «¡Sábelo Dios!». Y ahora estaba allí, en el día eterno de la cárcel, con sus viejos zuecos, que nadie podía arrancarle de los pies y que producían durante todo el día un ruido seco por las galerías y el patio, añorando las viejas piedras de la aldea. No podía ser tampoco la vieja de los zuecos

¿Pues quién entonces?, ¿quién era? ¿Carlota, la de los ataques; Jacinta, la Madrileña; Pepa, la Tuerta (culpa fue del vergajazo de la funcionaria); Maruja, la Liviana (flaca como un perro flaco, saltarina y ligera como un alambre azotado por el vendaval); Filo, la Asturiana; Carmen; Amparo…? ¿Quién de ellas? ¿Cuál de todas aquellas sombras de mujer era «ella»?

—Bueno, yo no digo que si aquella o la de más allá, pero entre nosotras está la prójima.

—¿Tú, no quedrás decir…? Pero, ¿por qué me miras? ¿Tengo yo cara de chivata?

—¡Mía esta!… Estás enfrente de mí. A algún lao tiene una que mirar.

—Pero, casualmente, me has mirao a mí.

—Pues eso habrá sido, casualmente… ¡Mía esta!

Estaban en el patio. El sol, ya alto, apenas calentaba. Alto, alto. La madre joven levantaba a su hijo entre las manos —el niño de carina menuda, como una cereza arrugada—, pero no lograba que el infante alcanzara aquella débil flecha amarillenta que apuntaba a una pared gris. La Liviana tiritaba dentro de su toquilla negra, y con sus largos brazos rodeaba su propio cuerpo. Carmen, María, Angustias, Filo, hacían guantes y pañitos de perlé, y la anciana de los zuecos medía las losas frías de aquel pozo que se comía los colores, los senos, las caderas, la juventud de las reclusas.

—Tú dices, pero una tiene que recelar de todo. Aquí todas somos de confianza, pero ¿quién dio el soplo el día de la clase política?, ¿y la noche de la lectura del periódico? ¿Cómo se supo quién escondía la bandera republicana el año pasado?

—Tiene razón. Todo eso es más que sospechoso. Las funcionarias no son adivinas. ¡Hay que ahorcar a la que… !

—No puede ser una política.

—Tié que ser una de las comunes, que se haya infiltrao.

—¿Pero quién puede ser, quién? Otra vez a mirar, a buscar con los ojos, en los ademanes, de un grupo en otro (no podían ser más de cinco). ¿Quién? ¿Quién? Y otra vez, la misma de antes:

—¡Y dale!… Mira pa’ otro lao, tú.

—¡Pues a algún sitio tengo que mirar, ¡mía esta!…

Siguieron mirándose unas a otras después, en el comedor, y más tarde al formar en la galería para que las contara la celadora. Y en los días que vinieron. No había descanso. No se sabía quién era, pero se la sentía en todas partes. Se la sentía como algo impalpable, pegajoso y frío, algo que enmudecía el labio y hacía cerrar las manos debajo de los delantales y en los bolsillos de las batas. Era algo contra lo que era difícil luchar. Porque, ¿cómo se defiende la gente de una sombra? Y eso era la chivata, una sombra que resbalaba sobre el patio y la galería; una oreja adherida a todas las celdas, arañando en todos los cerebros y robando los pensamientos, quizá antes de que nacieran.

Había introducido en el penal algo peor que el hielo: la desconfianza. La desconfianza sellaba las bocas y enfriaba los corazones de las presas. Los corazones, antes tan encendidos en amor. Se cerraban las mujeres dentro de sí mismas como lo hacían cada noche en las celdas con sus cuerpos las funcionarias. Y en la oscuridad casi total — solo la pequeña bombilla de carbón al final de la galería— se adivinaba al poder maligno deslizándose ante las puertas, captando los suspiros, las lágrimas, los anhelos de libertad y de justicia, la nana de la madre joven, de pechos henchidos, que soñaba para su hijo un rayo de sol, como la madre del niño raquítico soñaba para el suyo un caballo con cola de algodón.

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II

—Os digo que es ella.

—¡No puede ser!

—Es la que mejor cumple las tareas.

—Con su cuenta y razón.

—Es la primera que reclama a las funcionarias…

—Y hasta la metieron en celda de castigo el mes pasado.

—Sí, menuda celda de castigo… ¿Sabéis cómo se llama su celda?; la Puerta del Sol. Mi hermana la vio en la calle hace dos semanas.

—¿Cómo es posible?

—Toma, siéndolo. Entra y sale de la cárcel como Pedro por su casa. ¿Qué más pruebas queréis?

—Si fuera verdad, era para matarla.

—Y tanto que lo es. Mi hermana no inventa infundios. Me lo escribió en un papelito. Aquí está. Pasarlo a las demás, con cuidado.

—Sí, con tiento… La anciana de los zuecos contaba baldosas en el patio. La madre joven había conseguido al fin que su hijo aprisionara en sus puñitos cerrados el rayo de sol, y reía:

—¡Qué rico solecito para mi niño!

Carmen, Filo, Carlota, María y Angustias movían entre los dedos las agujas de hacer croché. El pequeño papel blanco pasó entre sus dedos ligeros, entre los aleteos juguetones. En él unas letras a lápiz decían: «Cuidado con la Liviana. La he visto en la calle». Entre los dedos de la última se convirtieron en diminutos pétalos, que más tarde desaparecieron en el retrete.

—¿Lo creéis ahora?

—¡Qué horror!

—Es la más interesada en las clases políticas.

—La más interesada en la lectura del periódico.

—¡Qué descanso para todas!

—Cuando yo decía que «ella» estaba entre nosotras…

—Pero lo decías mirándome a mí.

—¡vaya manía que te ha entrao! Bien sabe Dios que no te miraba a ti ni a ninguna, pero desconfiaba de todas. Alguna de nosotras tenía que ser.

—Eso sí.

—¡Y pensar que ella tiene el secreto de nuestro trabajo!

—Y sabe cómo entran las cartas en la cárcel.

—Y cómo salen.

—Ya se nos estropeó lo del 14 de abril.  

—¡Que te crees tú eso!

—veréis como hay cacheo el 14.

—¿Y qué que lo haya? En peores nos hemos visto.

—¡Y tanto!

—Callarse, que ahí viene…

Pero como eran cinco en el corro, la Liviana pasó de largo.

—¿Se habrá olido algo? Es muy larga.

—Es que somos cinco.

—Es verdad.

—Cumple bien el reglamento.

—Demasiado bien. La madre aupaba en sus brazos al niño recién nacido, que seguía apretando en sus puñitos el sol, que tendía a escaparse.

—¡Qué solecito tan rico para mi niño!

Los zuecos de la anciana seguían arañando las losas del patio, buscando acaso los perdidos pedruscos de la aldea.

III

Ya el sol calentaba aquel 14 de abril, pero a nadie le extrañó ver a la maestra envuelta en la manta de su catre. Llevaba algunas semanas que se quejaba de tercianas, pero apenas le hacían caso las funcionarias, y por todo tratamiento le suministraban dos aspirinas al día. A nadie le extrañó verla aquel 14 de abril envuelta en la manta, tiritar bajo el sol alegre, que envolvía en su calor al niño de carita de cereza arrugada, como metida en alcohol.

A pesar del cacheo de la mañana, las funcionarias no habían prohibido la hora del paseo en el patio, aunque estaban más vigilantes que de costumbre en las galerías altas que miraban al patio. Por la mañana, después del desayuno, cuando las reclusas atendían al aseo de sus celdas, sonó un timbre largo rato, y la jefa de galería apareció a lo lejos.

—¡Cacheo tenemos!

Venía la jefa acompañada de otras dos celadoras de la prisión. La jefa gritó:

—¡Todas afuera! ¡Cada una de pie al lado de su celda! Las celadoras subalternas registraron a las mujeres una por una. Registraron las celdas, una por una. Nada quedó sin registrar. Sus manos palpaban las pobres prendas remendadas, arrancaban de las paredes los retratos familiares, deshacían los catres.

—¿Dónde están las banderas?

—¿Dónde las habéis metido, cochinas? Cien banderas que se había llevado el viento. —Buscad, no dejéis nada sin mirar.

Otra vez, las manos temblonas de las celadoras rasgaron papeles y arrugaron trapos limpios. Los libros, si alguno había, quedaban destrozados. Dentro de los secos pechos de las tres celadoras, los corazones negros trepidaban como locomotoras.

—¿Dónde están?… ¿Dónde las habéis metido?

Las cien mujeres de aquella galería aparecían tiesas, pegadas a las puertas de sus celdas abiertas. Eran cien estatuas sin vida. Los ojos miraban fríamente a las tres mujeres que destrozaban sus pobres prendas. Levantaban los colchones de borra apelmazada, vaciaban los viejos baúles, las cajas de cartón, donde crecían las labores de croché que más tarde venderían en la calle los familiares de las presas; el trabajo que se convertiría en mejor pan, en «café, café», o en lana para los calcetines del invierno. Todo era apretujado, pisoteado, pero las banderas no aparecían. Y en aquella galería había cien mujeres. Las mujeres eran estatuas erguidas ante sus celdas.

Entre ellas estaba la de la Liviana, desarticulados los largos brazos y piernas, pegada a la puerta oscura como una delgada oblea. Y la madre joven, rebosantes los pechos hasta mojar la fea bata. Y la anciana de los zuecos, impaciente por emprender su interminable caminata en busca de la aldehuela que no se vislumbraba en patios ni pasillos. Y la maestra, tiritando de frío en 14 de abril.

—¿Por qué tiemblas tú? —inquirió la jefa.

—Me siento mal.

—Tiene calentura —dijo la madre joven.

—Cuando acabéis, dadle a esta dos aspirinas —ordenó la jefa a las celadoras.

Media hora más tarde quedaron solas las reclusas. Cada cual se entregó a la tarea de arreglar sus pobres bienes destrozados. Reían y cantaban, y se abrazaban unas a otras. Una vez que la Liviana intentó abrazar a una de ellas se sintió rechazada, y oyó una voz muy baja que le dijo:

—¡Quita de ahí, Judas! 

La Liviana fingió no haber oído nada. Siguió haciendo su vida ordinaria: el taller, la labor de croché, como todas. Nadie le volvió a decir nada. Pero empezó a sentirse sola. A la hora del paseo en el patio comenzó a sentirse sola. Sorprendió en sus compañeras miradas que no conocía. Le llegaba un sordo rumor de voces, como el ruido airado del mar cuando se escucha desde lejos, al otro lado de una montaña. Abría mucho los ojos y los oídos pero nada oía ni veía, salvo las miradas extrañas, que avanzaban hacia algo, que buscaban algo sin acabar de posarse en nada. Y aquel ruido sordo de las voces sin palabras, aquel como fino oleaje que la cercaba… Arriba, en la galería superior, las celadoras vigilaban el patio, pero estaban muy lejos. No podía reclamar su atención. No encontraba el medio de comunicarles su miedo, de hacerlas partícipes de aquella amenaza que sentía sobre sí y la llenaba de temor. Nunca supo lo que era el temor, esa cosa que enfría las manos y paraliza las piernas. Eso que debían sentir las presas políticas cuando la Falange las llamaba a declarar a la dirección de Seguridad, y que ella desconocía.

Desde arriba las celadoras veían el patio como lo veían siempre, florecido de cabezas de mujer a falta de flores auténticas, ni siquiera con la más leve brizna de hierba asomando entre las piedras. No podía traspasarlas aquel sordo rumor como de mar que comienza a embravecer. No podían ver aquellas miradas que cambiaban. Ahora tenían una expresión solo captada por la Liviana, aquellas miradas que al fin convergieron en un punto, como aquel que llega a una cita. Y acallaron aquel rumor, que no tenía nada de humano, para dar paso a un grito extraño, desarticulado, que no era de temor ni de alegría ni de odio, proferido por cien gargantas. Que ahogó el de la Liviana antes de nacer. En el barullo alguien dijo:

—Todavía están ahí las funcionarias.

Y alguien:

—No importa. Tiene que ser ahora. Así se acordó.

La manta en que se arrebujaba la maestra voló sobre muchas cabezas. El grito se dividió en gritos. Pero ahora eran de alegría, contenida por mucho tiempo, más bien desconocida de siempre. Era la locura del silencio transformado en voz y luego en cántico. Cantaban canciones infantiles, y mientras las sílabas formaban en sus labios palabras candorosas, las voces eran aullidos sin forma que atraían las miradas de las celadoras de la galería superior. Cantaban y golpeaban sobre la manta de la maestra con tercianas que, después de revolotear sobre las cabezas, había caído al suelo. Golpeaban sobre la manta con risas y alaridos.

La madre joven entregó a su hijo a la vieja de los zuecos y golpeó también con fuerza. Todas golpeaban ciegamente encima de la manta, con los pies y las manos. Golpeaban por ellas y por las demás reclusas del penal. Golpeaban por sus hombres presos o muertos, por sus propias penas y por las ajenas. Golpeaban por los cautivos víctimas de las delaciones, por los eternos días de la cárcel, por las noches sin sueño, por los años sin pan y sin leche, por la juventud sin amor, por la niñez de los niños que no conocían de España más que unas celdas estrechas y unos altos muros grises…

Cuando aquel flaco cuerpo de la Liviana, aquella fea rata delatora, dejó de ofrecer resistencia debajo de la manta, sintieron miedo, un miedo colectivo, que es más profundo y trágico que el miedo de un solo ser, que es un miedo que no cabe en el mundo. Pensaron: «La hemos matado». No, ellas no querían matar. No querían devolver muerte por muerte. Querían castigar. Demostrar a las celadoras que la chivata no había podido interrumpir en la cárcel el trabajo de las políticas, cortar su apasionada esperanza, su confianza en el mañana de España y la propia confianza, la amorosa confianza de unas en otras, la mutua ayuda, la solidaridad, la comprensión. Todo eso tan bello, tan alentador, que las ayudaba a sobrellevar la larga espera redentora, el mañana español que sería esplendoroso, como lo era ya para otros pueblos de la tierra…

Con temor, alguna tiró de una punta de la manta de la maestra y se vio a la Liviana moverse, sentarse en el suelo, recogerse sobre sí misma, extender sus brazos, con aire dolorido, a las celadoras, que miraban la escena con estupor, que hasta entonces no comprendieron.

—¡Socorro! ¡Me matan! —gritó la chivata con las pocas fuerzas que le quedaban.

Y las celadoras acudieron de todas partes en su ayuda. Pero iba a ser difícil encontrar a las culpables. Habría que castigar a las cien mujeres de las cien celdas del piso bajo del penal. Mientras la Liviana era atendida en la enfermería de los golpes sufridos aquella noche del 14 de abril, en las celdas del piso bajo, cien voces gritaban una canción de la guerra española que en este momento, para las reclusas, era una canción de victoria: El ejército del Ebro, una noche el río pasó, y a las tropas invasoras, buena paliza les dio.

Cuando las funcionarias encendieron las luces de la galería baja, cien banderitas republicanas ondearon a través de los ventanucos de las cien celdas, bajo las bombillas de carbón.

La guerra de nuestras abuelas

 

03/02/2021

Extracto del libro ‘Nietas de la Memoria’, escrito por 10 periodistas feministas que han recogido las vidas de sus abuelas.

 
portada del libro

10 periodistas feministas han recogido las vidas de sus abuelas en el libro Nietas de la Memoria. Pretenden con ello reescribir la historia, contada siempre por los hombres, para que las mujeres ocupen el espacio que se merecen en la memoria. Mujeres que batallaron por sacar adelante a sus familias en muchas ocasiones en soledad, en una guerra que no comenzaron pero que sufrieron igualmente desde el frente de la supervivencia.

A continuación se reproducen dos extractos de dos de los capítulos de la novela: ‘Flores de Papel’, que cuenta la historia de Vicenta, que sacó adelante a su prole en soledad con la venta de flores de papel en un Madrid que se refugiaba de las bombas, y ‘Y nos tocó crecer’, que recrea la niñez de Coronada en Villafranca de los Barrios (Badajoz), lugar que se convirtió en un corredor para las tropelías del ejército franquista.

Flores de papel

Sara Plaza Casares

foto antigua de cuatro mujeres y un hombre con muchas flores

Mi mamá Vicenta pegaba el último pétalo de margarita aprovechando los rayos de una luna de enero que se colaban por la ventana curiosos y sosegados. Rápida, pero con tiento apuraba el último ramillete que prepararía aquella noche y que estaría a la venta a la mañana siguiente en la esquina junto al cementerio de la Almudena. Durante el día no pudo acabar la tarea y el tiempo era oro, pese a que la luz del quinqué ya no era suficiente. Vicenta forzó la máquina hasta que sus pupilas no pudieron más. Quería ir a vender por la mañana. Pero no pudo ser.

Envolvía ya todo el material y remataba las hojas de los tallos cuando un dolor punzante atravesó su pelvis. Un dolor seco, rápido y eficaz que la dejó sentada junto a las flores. El destino había colocado una silla justo bajo su trasero. Reposó medio segundo y se volvió a levantar. Llevaba con esos dolores ya desde la tarde, pero no había tiempo que perder.

De repente, el sonido de una sirena se colaba por la ventana siguiendo el camino de los rayos de luna. Un sonido que ya se había convertido en uno más de la familia.

— ¡Catalina! ¡Sirena! ¡Apaga el fogón y vamos! —acertó a exclamar antes de que otro dolor la hiciera sucumbir a la ley de la gravedad.

Mi hermano y yo dormíamos plácidamente, mientras nuestra tía Catalina, con una sordera permanente que la hacía mantenerse fuera del mundo de las estridencias, daba vueltas a las lentejas que serían la comida de mañana.

— ¡Catalina! ¡Catalina! Que hay que coger a los niños- chillaba Vicenta antes de acertar a levantarse.

Según nos han contado, rápida como un rayo se dirigió a nuestro cuarto y sin tiempo de arrumacos nos puso en pie mientras nos cubría con algo de ropa. Recuerdo sus manos calientes arropándome con una toquilla improvisada. Aún escucho su aliento entrecortado mientras nos apañaba como podía para evitar que el frío reprodujera nuestros continuos resfriados. Después nos condujo hasta la cocina, agarró a Catalina por la cintura, apagó el fuego y empujó a toda la familia hacia el descansillo mientras la tía preguntaba extrañada qué estaba pasando. Nadie se percató del reguero que mi madre fue dejando en nuestra apresurada huida. Una huida calle abajo, salpicada por dolores intermitentes, amparada en mi brazo que robusto aguantaba las embestidas.

No fue hasta llegar al túnel de metro de Atocha, donde vecinas y vecinos se apiñaban para cubrirse del bombardero, cuando sintió la humedad en sus piernas. Mientras un hilo de agua resbalaba por sus bajos otro dolor punzante la obligaba a situarse a cuatro patas. Sus compañeras y compañeros de guarida hacían un círculo a su alrededor mientras los espacios se estrechaban aún más.

— ¡Vicenta ha roto aguas! —gritaba Herminia, la panadera.

— ¿Un médico en la sala?- añadía Manolita, la hija del alguacil.

Y mientras, en la calle, se escuchó un ‘boom’.

Y nos tocó crecer

Isabel Gaspar Calero

tras mujeres de cuerpo entero con abrigos largos. Foto en blanco y negro

Era habitual que los soldados entrasen en las casas y violasen a las mujeres, alguna vez mi propio padre tuvo que espantar a más de uno. Un día, mis hermanas y mis primas estaban cosiendo detrás de la puerta porque había más claridad, cuando entran dos soldados y se meten para adentro de la casa. No se habían dado cuenta de que estaba mi padre y cuando les preguntó que a dónde iban dijeron que a pedir candela y se marcharon bien rápido.

No podían contar lo mismo otras chicas y mujeres, que tuvieron que penar ante la voluntad masculina. Un padecimiento que no acababa con el acto en sí, pues ser violada era un estigma que las acompañaba siempre. Las violadas eran violadas para toda la vida. Hubo muchos niños sin padre, se les conocía como niños de la guerra. Las que tenían suerte se casaban, pero a las más pobres era a las que dejaban atrás con los hijos.

También los había que pagaban, como si al hacerlo fuese menos delito aprovecharse de la necesidad. Siempre recordé la trágica historia de aquellas cuatro hermanas que vivían en una calle colindante a la mía y a las que su madre les organizaba la cola de hombres y cuyo padre miraba para otro lado. Eran el sustento de la familia y el vehículo para paliar el hambre. Cómo debían de estar para que la propia madre diese el turno.

Entonces lo que se pensaba es que los que habían ido a luchar tenían el derecho a divertirse y desahogarse con una mujer. Por eso muchas madres nos ponían restricciones a las hijas. Al fin y al cabo, las que teníamos que tener cuidado éramos nosotras.


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En la lengua mapuche no existe la palabra muerte

El borramiento de la identidad mapuche en la muerte y en el nacimiento es uno de los pilares que el cristianismo instaló en nuestro territorio. Cruces al morir, y dolor al parir.

Esta mañana mi abuela, Manuela Díaz de Cleñan, inició su viaje final al wenu mapu, al espacio azul. Dicen los antiguos que subió en su sulky, lleno de zapallos, camotes y sandias. En los bolsillos llevó muchas semillas. Entre ellas maíz y trigo para no pasar hambre. Dicen que la esperan los Antiguos. Habrá gran asado de lechón y cordero estos cuatro días allá, porque eso le gustaba comer y seguramente algún pavito también.

Su transformación en puro espíritu inició hoy, 26 de enero y se completará en cuatro días. Espero escuchar el tue tue, para avisarme que ya llegó bien. Que hubo encuentro con su linaje ancestral.
Evidentemente su descanso no será alrededor de la Laguna La Azotea, cementerio histórico mapuche aún sin habilitar en Los Toldos. Todos sabemos que ese conflicto no está resuelto y es una deuda pendiente de la gestión actual y de la que vendrá: reconocer los espacios sagrados y los rituales mortuorios de la nación mapuche como un derecho. Derecho a Buen Vivir y derecho a Buen Morir. El Estado prohibió al pueblo mapuche enterrar a su gente en La Azotea, desde 1901 y el responsable de perpetuar este impedimento hoy, es el Municipio de General Viamonte.

Mi abuela será despojada aún en su entierro de su cultura – su territorio. Su espíritu volverá en amaneceres y atardeceres luminosos, rodeado de cantos de grillos, ranas, calandrias, chajás, de teros y de zorros.

En los amaneceres – de niña – siempre vi a mi abuela hacer su jejipun, su oración de la mañana en una ventana de su cocina que daba al pwel al este, en su hermosa casa de adobe, llena de flores. Nunca la vi pobre a la casa de mi abuela. La sentí hermosa. Un patio de tierra barrido por las mañana por ella, lleno de gallinas que también alimentaba con su maíz. Nunca me explicó por qué hacía su jejipun con yerba. Pero, sí. La ví hacerlo.

Manuela fue madre de ocho hijxs y abuela de treinta y cinco nietos, bisabuela de más de diez bisnietos. Soy la primera de todas sus nietas. Manuela fue una mujer elegante. Sus pómulos sobresalientes mostraron siempre su cara de kulxug, aunque ella no asumía su ser mujer mapuche públicamente. Su rostro lo anunciaba y su tez morena también. Su cotidianeidad la hablaba: mujer mapuche que organiza y ordena su entorno.

Vivió una relación de género difícil con mi abuelo. Como todas las mujeres mapuche, aprendió a callar sus miedos en los silencios del atardecer. Eran más peligrosos los wigka que vinieran a sacarle el campo, que el viejo que aveces volvía borracho a la noche a casa. Entendió perfectamente cuál era el verdadero peligro. Aprendió a defender su territorio con su agricultura: carneaba, pelaba gallinas, hacía con su grasa unto sin sal para el cuidado de su familia. En las noches de tormenta sabía qué hacer para dialogar con los pu newen para que no afectara su casa, sus animales.
Manuela no supo leer y escribir en castellano. Pero supo el lenguaje de su tierra: cuidó la semilla antigua, la atesoró y resembró siempre. Aún hoy, después de cinco años de regresar al territorio yo no sé cultivar la huerta como ella. Desde las cuatro de la mañana carpía su quinta para alimentar sus hijxs. ¿Cuántas mujeres mapuche actualmente cuidan las semillas, las cultivan y alimentan sus hijxs?

Un entierro digno, para mí es un entierro con los rituales de la cultura a la cual perteneció. No lo entendieron así sus hijxs. Les ganó la colonización. El borramiento de la identidad mapuche en la muerte y en el nacimiento es uno de los pilares que el cristianismo instaló en nuestro territorio. Cruces al morir, y dolor al parir. Símbolos y creencias que se reproducen y se reproducen. El otro gran rasgo de la evangelización es: el autoritarismo. La catolicidad es eso: la pretensión de universalizar una creencia y sus rituales por encima de las otras religiones y creencias.

¿Qué se dispara en las familias mapuche para llevar a su familiar muerto en un cajón con una cruz y ver quizás un cura con alguna cara de circunstancia, haciendo rituales inentendibles y leyendo frases inertes para la cultura mapuche? ¿Cuál será el salvajismo que la cristiandad condenó para que el Estado se hiciera eco de universalizar ese modo de morir y ser enterrado? ¿Quiénes son lxs salvajes, hoy?

Nosotros en estos cuatro días de viaje de mi abuela al encuentro con sus ancestros, comeremos lo que a ella le gustaba. Tomaremos vino blanco en su memoria, su preferido: vino blanco. Haremos nuestros rituales porque a pesar del intento del borramiento de la identidad, algunxs de sus nietxs y bisnietos amamos la forma mapuche de entendimiento de la vida y de la muerte. Sin lágrimas, sin vacíos, sino con una profunda reflexión sobre los ciclos de la vida, los ciclos naturales que acompasamos con nuestra existencia y el ciclo que Manuela terminó e inició.

No existe la palabra muerte en la lengua mapuche para describir ese estado en las personas. Cuando alguien muere, se dice “mapulugün”. Mapulugün es volverse territorio. Manuela, ya es territorio – vida. Por eso, con Kajfükura seguiremos afirmando que no hay muerte: “En los hijos, de mis hijos me levantaré”.
Küme rupu ñi chuchu Manuela! Pewmagen ñi püjü remapuchegeiñ!

*Comunidad Mapuche Epu Lafken – Los Toldos

 

En la lengua mapuche no existe la palabra muerte

Quiénes son los muxes, el tercer género que existe en el sur de México: “Hay hombres y mujeres, y hay algo en medio”

 

28 noviembre 2018
Muxes en una reunión
 
Pie de foto,En Istmo de Tehuantepec es difícil imaginar la vida sin muxes.
 

“¿Qué forma debo usar cuando hablo con usted: femenina o masculina?”, le pregunté a Lukas Avendaño, a quien había visto en pantalones al principio del día pero que ahora llevaba una falda negra tradicional con coloridas flores bordadas.

Estábamos hablando en español, con sus sustantivos y pronombres con género. “Prefiero que solo me llames cariño”, se ríe Avendaño.

Aquí, en la región de Istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, en el sur de México, hay tres géneros: hombres, mujeres y muxes. Esta tercera clasificación ha sido reconocida y celebrada desde la época prehispánica, y es difícil imaginar la vida sin muxes aquí.

Pero en esta región donde la mayoría de la gente habla el idioma indígena zapoteco, mi pregunta no tiene mucho sentido.

“En zapoteco, como en inglés, no hay géneros gramaticales. Solo hay una forma para todas las personas. Los muxes nunca se han visto obligados a preguntarse: ¿son más hombres o más mujeres? “, explica Avendaño.

“Somos el tercer sexo”, añade Felina, quien, a diferencia de Avendaño, decidió cambiar el nombre masculino que le puso su familia al nacer, Ángel, y solo usa este apodo. “Hay hombres y mujeres y hay algo en medio. Y eso es lo que soy”.

Estuve en la Vela de las Intrépidas (Vigilia de las Intrépidas), la celebración anual que llevan a cabo los muxes cada noviembre en Juchitán de Zaragoza, una pequeña ciudad en el Istmo de Tehuantepec.

Distintos estilos

Al observar a los diferentes muxes, no encontré mucho en común entre sus estilos. Había muxes que, como las tehuanas locales (mujeres del Istmo de Tehuantepec), vestían los mismos trajes ricamente bordados que inspiraron el estilo único de Frida Kahlo.

Otros parecían preferir los vestidos de estilo occidental o la ropa de drag queen. Y había algunas prendas de vestir para hombres, mostrando su estado con solo un simple maquillaje y esmalte de uñas.

Un muxe en una tienda de Oaxaca
 
Pie de foto,Ser un muxe tiene un fuerte componente de identidad étnica.
 

“Es difícil describir quién es un muxe. Básicamente, podemos decir que un muxe es cualquier persona que nació hombre pero que no actúa de manera masculina“, dice Avendaño.

“Lo que sabemos, ‘bajo el punto de vista occidental’, es que ‘travesti de hombre a mujer’, ‘transexual de hombre a mujer’, ‘gay afeminado’ o ‘gay masculino’ parece estar incluido en la categoría de ‘muxe’ siempre que haya un fuerte componente de identidad étnica“, escribe el antropólogo Pablo Céspedes Vargas en su artículo “Muxes en el trabajo: entre la pertenencia de la comunidad y la heteronormatividad”.

Avendaño también enfatiza que “muxe” es un término zapoteco y no se puede entender sin saber más sobre su cultura.

Esto es así porque el concepto de muxe solo existe aquí, en el Istmo de Tehuantepec, donde estas personas son una parte importante de la comunidad. Algunos dicen que se cayeron del bolsillo de Vicente Ferrer, el santo patrón de Juchitán, al pasar por la ciudad, lo que, según los lugareños, significa que nacieron con una estrella de la suerte.

Una segunda versión de la leyenda del santo dice que Vicente Ferrer llevaba tres bolsas: una con semillas femeninas, una con semillas masculinas y otra donde las dos estaban mezcladas. De acuerdo con esta historia, la tercera bolsa se filtró en Juchitán, y esa es la razón por la que hay tantos muxes aquí.

Pero Fernando Noé Díaz, afirma, un maestro de escuela primaria que tiene muchos amigos muxe, no está de acuerdo con esto. “No es cierto que haya más aquí. Simplemente son más respetados, para que puedan ser más visibles”, afirma.

Un muxe llamado Kika nos había invitado a la vela de esta noche. Allí, cada habitación tenía una sección con mesas y decoraciones donde se servían alimentos y bebidas a sus huéspedes.

“Supongo que los muxes son muy respetados porque son más un género social que sexual. Tienen un papel importante en la comunidad”, añade Noé Díaz.

Su papel en la comunidad

Juchitán es famoso en todo México por sus mujeres fuertes y orgullosas. Algunos incluso lo llaman matriarcado, lo cual no es necesariamente correcto, pero las mujeres tradicionalmente manejan el dinero que los hombres traen a casa.

Los locales bromean diciendo que los hombres aquí tienen penes dulces o salados, lo que significa que son agricultores o pescadores. Las mujeres, por otro lado, deben vender lo que los hombres producen, y el mercado constituye sus dominios.

Esta noche, como es tradición en la vela, las mujeres tradicionalmente donan dinero como regalo, mientras que los hombres llevan cajas de cerveza.

La festividad de la vela
 
Pie de foto,Tener un hijo muxe es una bendición porque cuidará a sus padres cuando envejezcan.
 

“Cuando el hombre está en el mar o en el campo y la mujer está en el mercado, no hay nadie para cuidar de la casa y la familia. Ahí es donde entra el muxe”, explicó Noé Díaz.

“Algunos incluso dicen que es una bendición para una madre tener un hijo muxe que la ayudará en la casa y cuidará a los hermanos pequeños. Además, a los muxes no se les permite socialmente tener relaciones a largo plazo o casarse para que puedan quedarse con sus madres cuando envejezcan“.

En la vela, las madres son las que sirven comida en cada mesa. La madre de Kika comprueba que nadie tiene hambre, y los miembros más jóvenes de la familia me dan una nueva cerveza cuando la mía comienza a vaciarse.

Pero Kika no quería dedicarse al trabajo doméstico, uno de los roles tradicionales de muxe, junto con las artesanías y las ventas en el mercado. Ella es propietaria de un salón de belleza en el centro de la ciudad. Lo mismo ocurre con Felina, que dirige un grupo de muxes, las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, que son los organizadores de la vela de esta noche.

Muxes peinándose
 
Pie de foto,Cada vez más los muxes reciben educación superior.
 

Según Noé Díaz, muchos muxes trabajan en la preparación de las fiestas tradicionales que suponen una gran parte de la economía local. Confeccionan disfraces y adornos para velas, bautizos, comuniones, fiesta de 15 años y bodas.

Noé Díaz también conoce muxes que se dedican a fabricar artesanías para vender en los mercados. Otro de sus amigos muxe es un maestro de escuela primaria.

Avendaño es un actor y director que viaja por el mundo con su espectáculo sobre lo que significa ser un muxe y que se titula Réquiem para un Alcaraván.

El show pone mucho énfasis en la parte católica de la identidad del muxe.

“Los muxes siempre han tenido un papel importante en la Iglesia católica local. Su trabajo era preparar las decoraciones de la iglesia. En Tehuantepec, la ciudad de donde provengo, los muxes tienen su propia hermandad dentro de la Iglesia”, dice Avendaño al explicar cómo la Iglesia católica acomodó sabiamente la tradición de los tres géneros que está profundamente arraigada en la cultura local.

La celebración de hoy comenzó con una santa misa en honor a los muxes en la iglesia local del patrón Vicente Ferrer.

Muxes rezando en una iglesia
 
Pie de foto,Los muxes tienen su propia hermandad dentro de la iglesia.
 

Después de la misa, comenzó la tradicional procesión por las calles del pueblo. La multitud colorida fue liderada por una banda y muxes portando velas.

Detrás de ellos, más muxes seguían la caravana en autos y camiones decorados con flores, globos y decoraciones de papel. Pero lo más destacado del día fue la fiesta que tuvo lugar por la noche fuera de la ciudad.

Pude ver a muchas personas: mujeres, hombres y niños. Todos llevaban ropa regional: mujeres en enaguas y blusas bordadas, llamadas huipiles; hombres en guayaberas blancas.

Todos fueron recibidos en el escenario por un muxe que desempeña el papel de lo que se conoce como el “mayordomo”, el organizador principal de la vela, que estuvo acompañado por su compañero, que es un mayate.

Los mayates son hombres que tienen relaciones sexuales con muxes, pero no son muxes y no son considerados homosexuales.

“Una diferencia importante con la visión cultural sobre el sexo de Occidente es que para los zapotecas, solo las relaciones sexuales entre un macho muxe y un heterosexual tienen significado. Las relaciones entre muxes o entre un hombre muxe y un hombre gay no tienen sentido, de hecho son inconcebibles. Ningún muxe dormiría con un hombre que se considera gay, escribe Marinella Miano Borruso en un artículo titulado “Entre lo local y lo global: los muxe en el siglo XXI”.

“La sociedad zapoteca en su conjunto no concibe a un hombre que tiene relaciones con un muxe como un homosexual, su estatus de hetero no se cuestiona”.

Un muxe de Oaxaca se prepara para salir
 
Pie de foto,La división indígena tradicional de tres géneros como una forma de ser natural y tradicional ha inspirado a los colectivos LGBT en todo el mundo.
 

Según Miano Borruso, históricamente, los muxes no tenían por qué ser homosexuales. Hubo casos en los que eran heterosexuales, bisexuales o asexuales.

“Tradicionalmente, ser muxe no dependía de la orientación sexual. Es un género cultural, una función social y una identidad, pero no una característica del deseo sexual de alguien”, explica en su libro “Hombre, mujer y muxe en el Istmo de Tehuantepec”.

No obstante, todos los muxes con los que hablé en la vela se consideraban homosexuales o una mujer nacida en un cuerpo masculino. Algunos se transforman con terapias de hormonas e implantes.

Durante el concurso anual de la Reina de los Muxes, que formó parte de la vela, noté que muchos de ellos tenían senos artificiales. “Eso es algo nuevo. Los pechos falsos no hacen a un muxe más muxe “, comentó Noé Díaz.

Un muxe vistiéndose
 
Pie de foto,México sufre una de las tasas más altas de delitos contra la comunidad LGBT en el mundo
 

Los muxes también han estado involucrados en la lucha por los derechos LGBT. Amaranta Gómez Regalado, un muxe de Juchitán, fue candidato local en las elecciones para el Congreso mexicano.

A pesar de que no obtuvo suficientes votos, se hizo famosa como la primera candidata transexual de México. Sigue involucrada en política, especialmente en campañas contra la homofobia y para la prevención del SIDA.

“En lugar de dedicar nuestras vidas al bordado, la artesanía o las ventas callejeras, cada vez más recibimos una educación superior”, dijo Felina. “Si las hijas de San Vicente no luchamos por nuestros derechos, ¿quién lo hará?”.

Aún así, los mexicanos siguen teniendo sentimientos encontrados hacia los homosexuales en general. Por un lado, Ciudad de México fue la primera capital latinoamericana en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Sin embargo, el país también sufre una de las tasas más altas de delitos contra la comunidad LGBT en el mundo, con 202 personas asesinadas por homofobia entre enero de 2014 y diciembre de 2016, lo que equivale a uno cada tres o cuatro días.

Para la comunidad gay mexicana e internacional, Juchitán se ha convertido en un paraíso extraño y un símbolo de tolerancia.

Un muxe en su casa
 
Pie de foto,Ser muxe es un género cultural, una función social y una identidad.
 

A pesar de que algunos lugareños siguen discriminando a los muxes, y la comunidad muxe en general tiene menos oportunidades de estudiar y conseguir un empleo, la división indígena tradicional de tres géneros como una forma de ser natural y tradicional ha inspirado a los colectivos LGBT en todo el mundo.

Los muxes son cada vez más conscientes de esto.

“Dedicamos esta noche no solo a muxes”, escucho desde el escenario. “También es tu noche. Para todos los homosexuales, no solo para los del estado de Oaxaca, sino para todos los homosexuales del mundo. Juchitán está abierto para todos ustedes”.

Puede leer la historia original en inglés aquí.

Fuente. https://www.bbc.com/mundo/vert-tra-46374110

Apaches, vivos y presentes en el México del siglo XXI

Apaches, vivos y presentes en el México del siglo XXI

 
Juan Luis Longoria, historiador N’dee/N’nee/Ndé, en Sonora.

Los conocen como apaches y no sólo residen en Estados Unidos. Tienen hogares y comunidades en Chihuahua, Sonora, norte de Durango, Nuevo León y Tamaulipas. Están vivos, aquí y ahora, en pleno siglo XXI, pero, oficialmente, en la República Mexicana no existen. Desde 2017 este pueblo busca que el Estado mexicano reconozca su existencia 

Texto: Lydiette Carrión 

Fotos: Cortesía Juan Luis Longoria

La palabra apache quiere decir enemigo. Como muchas otras etnias en lo que hoy conocemos como México, los españoles mostraron predilección por nombres que denostaran a los pueblos que se resistieron. 

En realidad este pueblo, esta nación, tiene otro nombre, o mejor dicho, tres, cada una de sus tres variantes dialectales: N’dee, N’nee, y Ndé. Así lo explica Juan Luis Longoria, un joven N’dee/N’nee/Ndé que nació y creció en Ciudad Juárez. Aunque, en México, oficialmente no existen los apaches. 

Longoria, quien también es historiador y académico ha sido uno de los principales impulsores por que se reconozca a su pueblo en territorio mexicano. 

Una historia de exterminio

Imagine que vive a finales del siglo XVII, y  es usted un miembro de lo que los españoles y criollos llaman apaches. Todavía no existe México, sino la Nueva España. Y los hombres que buscan oro cada vez se asientan más al norte. Son las tierras superlativas de lo que hoy es Nuevo México, Arizona, Coahuila, Chihuahua, Sonora. Y ahí hay un pueblo, o mejor dicho, muchos pueblos que forman una nación plural. Es una cultura ágil y seminómada, que habita las tierras del norte en verano, y las del sur en invierno. Cada familia o gondá tiene un territorio que es como el cordón umbilical que lo ata a la tierra. Su montaña sagrada, su meseta ancestral. Pero su hogar abarca miles de kilómetros. Verano en las montañas de lo que hoy conocemos como Nuevo México. Invierno en las montañas azules de lo que llamamos Sonora. 

Imagine que es uno de estos hombres y mujeres y niños, que  viven de la recolección y la caza, y un poco de agricultura, muy moderada, y cuidada, porque creen sobre todo en no intervenir en los ritmos de la tierra. De ahí el andar y regresar: tomar el fruto, cazar el venado, y luego dejar que esa tierra florezca de nuevo. 

Pero imagine que esa forma de vida no es compatible con los grandes asentamientos de gente. Con el ganado que devora hectáreas de pastizal, ni con la búsqueda del oro, es metal que sólo pertenece a Ussen, dador de vida. No lo es porque la sobrevivencia de la tribu depende del equilibrio: de que los venados no desaparezcan, de que los árboles florezcan el próximo año. Y ese equilibrio se ha interrumpido. 

Imagine entonces que las rencillas entre grupos y etnias es agudizada e instigada. Y de pronto ya no es usted bienvenido en las tierras por las que solía pasar. Su nombre ahora es el de bárbaro, delincuente… hasta que para sobrevivir tiene que convertirse en uno: robar un ganado, robar caballos, defender sus cerros. 

Imagine que es tal el odio que para 1835 el nuevo Estado, la República Mexicana, lo detesta. Tanto que el soberano estado de Sonora decide expedir recompensas por su vida: 100 pesos mexicanos por cada cabellera de guerrero apache asesinado. Dos años después, Chihuahua no se queda atrás y ofrece los 100 pesos por cada hombre guerrero, 50 por cada mujer y 25 por cada niño. Niños, mujeres y hombres asesinados y desollados. 

Imagine que los primeros estadunidenses que empiezan a poblar esa tierra se enteran de las recompensas, y se suman a la cacería. Pero son más hábiles, más taimados: observan el odio entre mexicanos y apaches. Y lo explotan. 

Luego viene la guerra por el territorio entre ambos países: Estados Unidos y México. Y entre los acuerdos que finalmente firman está que Estados Unidos se comprometerá a no permitir que usted, apache, nunca más “baje” a territorio mexicano. Pero, un momento, ¿México perdió su territorio? ¿Cuándo lo fue en primer lugar? ¿No era esta la montaña azul de los mangas coloradas? ¿No era aquella la tierra sagrada de los mezcaleros? 

¿Por qué hay una  frontera que parte por la mitad el hogar móvil de los pueblos  n’ne, n’de, né?

Imagine que aún así, Chihuahua nunca derogó o abrogó la ley que ofrece recompensa por cabelleras y cueros cabelludos. Esa ley que pretende e de apache; pero la leyenda que prevalece es que es su pueblo el que corta cueros cabelludos. 

Hasta la fecha no está claro si esa ley, porque se elevó a rango de ley, ya está derogada, explica Longoria.

–¿Por qué tanto odio?

–Es que no podían con nosotros.

Luego el exterminio estadunidense, la rebeldía de Naná, de nanche, el legendario Gerónimo, Victorio, Lozen, la guerrera mujer medicina. La rendición sin salida en 1886, acaecida en Sonora, por cierto, no en Arizona. Porque los apaches  nunca dejaron de “bajar”. Y el despojo, la cárcel en Florida. Y mucha muerte.

No queremos desaparecer

Comunidad N’dee/N’nee/Ndé en Chihuahua.

Esta reportera envía un mensaje de texto a una servidora pública del área de comunicación social del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas: Estoy buscando información sobre los apaches. 

–Ellos habitan en Estados Unidos–, es la respuesta. 

–Entiendo que hay un grupo que se encuentra aquí. Pueden ser enlistados como chiricahuas, como N’dee, N’nee, y Ndé… 

Tres días después, no hay respuesta. 

Durante todo el siglo XX, “claro que había de los nuestros en Sonora, Chihuahua, Durango, hasta el norte de Zacatecas. Pero se mexicanizaron”, explica Longoria. El último hablante fluido de la lengua en México murió el año pasado en Coahuila. Longoria ha debido aprenderla, estudiarla, con sus hermanos de Arizona, de Nuevo México. Pero los jóvenes están aprendiendo, buscando lazos con sus pares en Estados Unidos. Y es así como han ido reconstruyendo la historia que quedó borrada después de Gerónimo.

Camuflados

Bandera de la comunidad Comunidad N’dee/N’nee/Ndé, durante el Festival del Mole, Yaa tú enne/Tsé tahu’ ayá (Ciudad Juárez)

La antropología mexicana ha mirado poco a los grupos conocidos como apaches. En 2016, el antropólogo José Medina González Dávila, public:  ¿Qué significa ser apache en el siglo XXI? Continuidad y cambio de los lipanes en Texas. Ahí narra cómo los apaches lipanes (localizados originalmente en Texas, Nuevo México, y el norte de México) debieron “camuflarse” para sobrevivir. Es decir, que la gente no supiera que eran apaches. 

En una conversación vía correo electrónico respecto a otro tema (el lobo gris mexicano) en junio de 2019, Medina González explicó:

“Los procesos de exterminio comienzan con la discriminación (separación), después con la mala concepción, con la argumentación tendenciosa y finalmente con la caracterización. A los Apache al igual que al lobo se les consideró como «depredadores», sin entender que tienen un papel y función intrínseca en el entorno. Ambos pertenecen a esta tierra mexicana, pero en vez de entender y salvaguardarlos se prefirió exterminar. Siempre es más fácil matar y aniquilar que comprender y respetar, por trágico y absurdo que parezca el planteamiento.

Longoria narra algo similar, pero desde la palabra ndé, desde el yo, desde adentro. No desde afuera: ¿Quién iba a decir que hablaba ndé si había una recompensa por cada apache asesinado?, cuestiona.  Fue así que la lengua se perdió mucho. No así la identidad. 

Por ejemplo, en 1936, las reservaciones indígenas en Estados Unidos fueron convertidas en “naciones” por ley. Esto no fue precisamente por un reconocimiento a los derechos de los pueblos originarios, sino porque acababa de pasar la gran depresión de 1929 y convertirlos en naciones resultaba más barato para el gobierno estadunidense, explica Longoria.

Entonces, unos años después miembros de la nación mescalera en Estados Unidos fueron a Ciudad Juárez a buscar a los Ndé de este lado. “¿Por qué? Pues porque saben que acá habemos otros Ndé. “Encontraron a gente pero ésta no se quiso ir para allá, porque en ese momento, en las reservaciones se vivía peor que acá”. 

Y siguió pasando el tiempo. En los años noventa del siglo pasado, de nuevo fueron a buscar descendientes. Longoria se ríe: para entonces, con sus casinos, la gente en las reservaciones ya vivía mejor que los ndé de México. Pero acá ya había nietos, bisnietos y raíces. Tampoco se quisieron ir para allá. Sin embargo, la semillita de la identidad seguía latente. 

Una reunión que borra fronteras

Comunidad N’dee/N’nee/Ndé en Juárez, at Samalayuca, Juárez, Chihuahua.

Para 2017 y “después de esfuerzos individuales , decidimos reunirnos de forma binacional, pero de este lado, en Coahuila, Arteaga. Y en el 2019, nosotros nos reorganizamos, como la nación Nde nne y Ndé en México. 

Además de reconocerse, recuperarse, reestablecer el tejido familias y el linaje rasgado, exigen que el Estado mexicano reconozca que existe el pueblo N’dee, N’nee, y Ndé.

* La historia del siglo XVIII y XIX fue reconstruida a partir de “En los días de Victorio” (Eve Ball), y “Geronimo, The Man, His Time, His Place” by Angie Debo, University of Oklahoma Press. 

 

 
 
 
 

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).

Rob Wallace: “Las vacunas pueden ayudar, pero hay que intervenir para que la covid-19 no sea seguida de la covid-20, covid-21, etc”

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CORONAVIRUS
Rob Wallace: “Las vacunas pueden ayudar, pero hay que intervenir para que la covid-19 no sea seguida de la covid-20, covid-21, etc”

Biólogo evolutivo, ecólogo e investigador en la Universidad de Minnesotta, Rob Wallace ha publicado Grandes granjas, grandes gripes en España y Dead Epidemiologists en Estados Unidos.
 
Rob Wallace
Rob Wallace es biólogo evolutivo y fitogeografo para la salud pública en los Estados Unidos.
 
 
16 NOV 2020 06:28

Las universidades neoliberales crean “expertos” para servir a las necesidades del poder, ese lugar donde se definen cuáles son los problemas y el curso de las investigaciones. Lo que hay que hacer es cambiar las preguntas, plantear nuevos problemas, dice el filósofo Slavoj Žižek. Rob Wallace es uno de esos científicos que hacen preguntas molestas para el capital. Biólogo evolutivo, ecólogo e investigador en la Universidad de Minnesotta, en 2016 publicó Big Farms make big flu, donde preveía la aparición de pandemias como la actual, aceleradas por las transformaciones capitalistas de las últimas décadas. El libro acaba de ser publicado en castellano (Grandes granjas, grandes gripes, Capitán Swing, 2020). En simultaneo, se publica en inglés Dead Epidemiologists (2020), dedicado enteramente a la crisis de la covid-19.

Wallace sostiene que el abordaje de una pandemia debe ser multidisciplinar, ya que “ninguno de los factores más amplios que determinan la evolución de la gripe y la respuesta a los medicamentos se puede encontrar con el microscopio”. Es necesario levantar la mirada para visualizar una “geografía que conecte las relaciones entre los organismos vivos y la producción humana”. Asegura que los virus han encontrado “grietas en la estructura epidemiológica del mundo” y, aunque no haya ninguna conspiración secreta ‒este virus no fue diseñado en un laboratorio‒, sí existe una alianza estratégica entre las multinacionales, la agroindustria y las nuevas pandemias globales.

De su trabajo surgen cuestiones inquietantes. Si este tipo de pandemias echa raíces en las tramas de la producción capitalista, ¿cómo puede una vacuna ser la solución que todos esperamos? ¿Qué rol están jugando los Estados frente a la crisis? A comienzos de noviembre, cuando la segunda ola parece imparable en todo el mundo, Rob Wallace se hace un tiempo para conversar por zoom sobre estos temas.

En Grandes granjas, grandes gripes explicabas que la gestación de crisis pandémicas está muy relacionada con la expansión de la agricultura intensiva y los centros de la producción industrial de alimentos. ¿El poder de los agronegocios nos condena a crisis virales recurrentes?
La industria de la alimentación está empujando las fronteras forestales y eso está incrementando la interfaz entre la fauna silvestre, que acoge algunos de los patógenos más mortales, con el ganado industrial criado en esos bordes, y también con los trabajadores que están a cargo de esos animales. Se produce un incremento del tráfico de estos nuevos patógenos desde los animales salvajes, a través del ganado y la mano de obra, hacia las ciudades locales de regiones que están conectadas con la red global.

Por eso, un brote que aparece en una cueva en el centro de China, en el plazo de semanas puede terminar propagándose en Miami. Antes esto era contenido por la complejidad de los ambientes forestales locales, pero esos bosques han sido mutilados de su complejidad en una forma que ha permitido a los patógenos extenderse hacia los seres humanos en esas regiones, sobre el ganado, y de una forma y otra, llegar al otro lado del mundo.

La agricultura capitalista juega su papel de dos maneras: en China está empujando las fronteras silvestres. Pero esto no se trata solo de China. Goldman Sachs, por ejemplo, ha invertido 3.000 millones de dólares en granjas de pollos en China

De manera que se han abierto “puertas” que los ecosistemas mantenían cerradas.
El modo en que la agricultura intensiva lleva adelante su producción, únicamente enfocada en las ganancias, ha destruido la ecología que bloqueaba y marginaba los peores patógenos. Este es el marco general, que explica también el brote de ébola en África occidental ‒previamente el ébola había aparecido en algunos poblados, matando a cientos de personas, pero en 2013 se extendió, contagiando a 35.000 personas, matando a 11.000 y dejando cadáveres tirados en las calles de grandes ciudades‒. Es un proceso que se genera con la introducción de nuevos monocultivos, como las plantaciones de aceite de palma, que destruyen el bosque forestal. Este es un extremo del circuito de la producción, en las fronteras forestales. Pero, por otro lado, tenemos las granjas industriales de pollos o cerdos, instaladas en las afueras de grandes ciudades y que pueden albergar los peores patógenos de las gripes, que se pueden contagiar a los seres humanos en las cercanías.

El virus que genera la Covid-19, también llamado SARS-CoV-2, ha aparecido en murciélagos en el sur y centro de China. Las fronteras interiores han sido empujadas allí por el desarrollo industrial y la deforestación, incrementando esa interacción de la que hablaba antes. Desde que SARS1 apareció en 2002, los científicos han sido capaces de detectar todo tipo de coronavirus, no solo en China, sino en el mundo. Y los coronavirus se han estado traspasando a todo tipo de animales: ganado industrial, animales silvestres que se venden como alimento, y también contagiando directamente a humanos. Ya hemos tenido tres grandes episodios mortales: SARS1, MERS en medio oriente, y SARS2, y todo esto ha ocurrido solo en los últimos 20 años.

Señalas que hay que reajustar la visión acerca de los procesos que están en la base de la extensión de los nuevos virus: procesos por los cuales organismos vivos se transforman en mercancías que recorren cadenas de valor en diferentes regiones. ¿Qué responsabilidad tienen las grandes multinacionales en esta crisis?
La agricultura capitalista juega su papel de dos maneras: en China está empujando las fronteras silvestres. Pero esto no se trata solo de China. Gran parte de la inversión extranjera directa proviene de otras partes del mundo. Tienes por ejemplo a Goldman Sachs, que ha invertido 3.000 millones de dólares en granjas de pollos en China. Hemos tenido también brotes de virus en las afueras de México DF producto de gripes que estaban circulando en granjas de propiedad norteamericana. En Europa tuvieron el H5NX y no nos olvidemos del Zika en Brasil. Es decir, que los patógenos están emergiendo en todo el planeta, no es solo un fenómeno chino.

Este es un fenómeno global; la anterior economía natural ha sido transformada en una agricultura industrial, un proceso en el cual los alimentos son considerados como cualquier otro insumo y los animales son tratados antes como mercancías que como animales. El problema es que, en el curso de esta industrialización de la producción de alimentos, también se industrializaron los patógenos que circulan alrededor de ellos, por lo que se volvieron más peligrosos, más mortíferos, más contagiosos y capaces de transmitirse rápidamente de una punta a la otra del planeta.

Algo inquietante que se desprende de tu análisis es la pregunta acerca de qué efectividad puede tener una vacuna. Hoy están depositadas grandes expectativas en el desarrollo de las vacunas para la Covid-19, casi como si se tratara de una cierta cura milagrosa. Pero las condiciones que posibilitan la propagación de estos virus siguen presentes…  
Las vacunas son una parte importante de las respuestas médicas, de ningún modo me opondría a ellas, ya que forman parte de los avances para que las innovaciones médicas sean accesibles a la población. El problema es que nunca ha habido una vacuna para el coronavirus, y aun cuando ahora consigan hacerla, hay una buena posibilidad de que solo sea parcialmente protectora. Por lo que hay una gran posibilidad de que el coronavirus SARS2, el covid-19, aun siga circulando. Aun así, la vacuna puede jugar un papel importante, como una herramienta para tratar de frenar esta pandemia.

El mayor problema es que el modelo de producción de vacunas es siempre posterior a los brotes de la pandemia. Y no hace nada respecto a frenar estos brotes antes de que ocurran. Por lo tanto, en cierto sentido, son una distracción. Aunque son necesarias, también pueden ser una distracción acerca de las medidas necesarias para evitar que los patógenos continúen expandiéndose en esta magnitud y de esta forma.

¿Qué medidas?
Esto implicaría intervenir en la agricultura de una forma que se pudiera reintroducir de algún modo una diversidad de especies que pudieran actuar como un muro contra estos patógenos, para evitar su aceleración y su transformación en agentes peligrosos para todo el mundo. Y para eso sería necesario introducir diferentes razas, permitir autonomía de los granjeros, con posibilidades de elegir qué cultivan y dónde, además de contar con apoyo financiero para criar todo tipo animales diferentes, lo que introduce la diversidad no solo a nivel de la granja, sino en paisajes enteros. De tal modo que cualquier patógeno que llegue hasta allí no sea capaz de ganar velocidad ni extenderse a través de todo el territorio.

En esencia, habría que hacer lo que la mayoría de la clase política no quiere hacer, ya que los agronegocios son un poder político fuerte en casi todos los países, en términos de imponer su modelo económico, que genera muchas ganancias. Necesitamos algo diferente. E incluso cuando las vacunas quizás puedan ayudar en medio de una emergencia, otras intervenciones estructurales son necesarias para que el Covid-19 no sea seguido del covid-20, covid-21 y covid-22.

Los gobiernos estuvieron tan enfocados en que aquellos que hacían dinero tuvieran libertad para seguir haciéndolo, que ahora todo el resto está pagando el precio, en términos de su salud y sus derechos limitados

Los Estados dan respuestas parciales frente a la emergencia, pero no toman medidas estructurales, esa parece ser la tónica general. En tus trabajos señalas que la desfinanciación de los sistemas sanitarios ha sembrado el terreno para la circulación de las enfermedades pandémicas. En esta segunda ola se imponen toques de queda que restringen la movilidad, pero se mantienen abiertas industrias no esenciales, bares y otros negocios. ¿Qué opinión tienes de la gestión de la crisis en EE UU y Europa?
Al igual que Estados Unidos, Europa está organizada alrededor de un paradigma político y económico que recompensa a los ricos, haciéndolos más ricos. Por lo tanto, si tienes que empezar a lidiar con las inversiones necesarias para hacer frente a la escala de la pandemia del Covid, esto debería implicar algo distinto a eso. Lo paradójico es que, en países autocráticos como Vietnam o China, la población es ahora más libre que en los países occidentales, porque hicieron lo necesario al inicio de la crisis y su población puede ahora salir libremente a las calles. Pero los gobiernos estuvieron tan enfocados en que aquellos que hacían dinero tuvieran libertad para seguir haciéndolo, que ahora todo el resto está pagando el precio, en términos de su salud y sus derechos limitados.

Has publicado hace unos días un nuevo libro, Dead Epidemiologists. ¿Qué nos puedes adelantar?
Tomamos algunas de las lecciones que sacamos en Grandes granjas, grandes gripes y las aplicamos al Covid-19. El paso adelante importante es comprender las diferentes maneras en que diferentes virus pueden emerger dentro del mismo sistema. Te he descrito antes cómo el ébola emergió en un extremo de los circuitos de la producción, cerca de la frontera forestal; hablamos de la aparición de las gripes en otra localización, más cerca de las ciudades, entre la producción industrial de ganado. Y el covid-19 parece emerger en una zona intermedia, expandiéndose desde los murciélagos y animales silvestres hacia los stocks de ganando industrial, y transmitiéndose durante años a lo largo de China de diferentes maneras, antes de aparecer en una forma más infecciosa en Wuhan. El libro explora los recorridos del virus, desde las cuevas en China, pasando por las salas de juntas de negocios en Nueva York, hasta los mataderos de animales en el oeste de Estados Unidos.

Hablamos sobre los orígenes de la agricultura industrial y la expansión de patógenos, en relación con la emergencia del capitalismo hace cientos de años. Muestra, de una manera que hasta ahora no había sido señalada, que los patógenos aparecen no solo en esas coordenadas de GPS en las que podemos identificar más fácilmente su presencia. Lo que hay que entender es que la enfermedad emerge de una punta a la otra del globo, y en tanto el planeta está rodeado por los circuitos del capital, tal vez las ciudades más peligrosas son Nueva York, Londres y Hong Kong, porque son grandes centros del capital, que financian la deforestación y el desarrollo de la industrialización en todo el mundo.

*

¿Optimismo o pesimismo respecto del futuro? Quizás lo importante sea comenzar por replantearnos algunos problemas. Como colofón de esta entrevista, nos quedamos con una frase que escribió Rob Wallace en la Introducción de Grandes granjas, grandes gripes: “En nombre de la población a la que dicen servir, tanto las empresas como los Gobiernos están dispuestos a poner en peligro la supervivencia de la humanidad tal como la conocemos. Y son muy capaces de hacerlo. Tal vez eso sea cosa sabida para los lectores de Herodoto, Montaigne y Melle Mel, pero las múltiples formas que adopta esta constatación deberían significar una sorpresa siempre en algún rincón de nosotros mismos. Si no es así, nuestro cinismo nos induce a la pasividad”.

De infancia en peligro a infancia peligrosa

Los niños y jóvenes migrantes no suelen ser considerados niños ni jóvenes por los países de destino a los que migran en Europa. Si fueran considerados de tal manera, la forma en que serían recibidos y tratados sería radicalmente otra.

Otra es la forma en la que necesita ser explicada esta historia, entonces.

«De infancia en peligro a infancia peligrosa» es a la vez un proyecto y una investigación periodística que analiza el sistema de acogida de menores no acompañados y la intervención de las diferentes instituciones y agentes sociales. El proyecto, financiado por la Comisión Europea a través de Lafede.cat (Federación de Organizaciones por la Justicia Global de Cataluña), se ha desarrollado en Melilla, Nador (Marruecos) y Barcelona, donde se han realizando entrevistas a jueces, fiscales, educadores, cuerpos de seguridad y responsables de las administraciones públicas.

Con este trabajo se busca también un cambio de mirada para deconstruir la etiqueta criminalizadora del «menor no acompañado» y construir una nueva narrativa mediática, política y social. Desvelar el racismo institucional sin caer en la reproducción del imaginario visual y narrativo que se ha impuesto al relato de los «menores no acompañados» en los medios de comunicación.

Contra la hipervisibilización

Hace poco más de 20 años que empezaron a llegar a las costas de España menores de edad migrantes, que tuvieron que ser recibidos por un sistema de protección de la infancia ya deficiente de partida. Sectores críticos han cuestionado el papel de la administración y el Estado, pero la relación entre raza, clase, migración y protección de la infancia ha sido siempre un ángulo ciego: cuestiones como las relaciones (neo)coloniales entre los países de procedencia de esta juventud y los países de destino, sus relaciones económicas, diplomáticas o sociales no han formado parte de los análisis.

En tiempos recientes, la presencia de los menores migrantes en el Estado español adquiere una visibilidad notoria en los medios de comunicación. Los análisis del estado de las cosas han seguido tres tendencias: la criminalización descarada, el paternalismo exacerbado y el abandono institucional. Y siempre, sin excepción, con una hipervisibilización de los chicos como sujeto sobre el que pivota cualquier trama. Hipervisibilización que ha conllevado en los últimos meses una exposición que los ha convertido en objeto de noticias de tinte amarillista, operaciones policiales de corte securitario y víctimas de no uno sino varios ataques racistas en las calles y en los centros donde viven.

Este proyecto, con una clara voluntad de llamar la atención sobre el racismo institucional que vertebra los itinerarios de los chicos, es, por lo tanto, el resultado de una especie de laboratorio que tiene la voluntad de no reproducir el imaginario visual y narrativo vinculado al relato de los «menores no acompañados». No es necesario centrar el relato en la exposición de los chicos y su itinerario, ni en las violencias sufridas. No serán ellos el objeto de las noticias (y las fotografías), sino el resto de agentes partícipes y responsables del sistema migratorio y de protección de la infancia y la adolescencia: la policía, el cuerpo judicial, la abogacía, la clase política, el funcionariado… Y con ellos, todos los objetos y espacios que acompañan su labor, con toda la carga simbólica que acarrean. 

No es necesario centrar el relato en los chicos y su itinerario, ni el as violencias sufridas: no serán ellos objeto de las fotografías, sin el resto de agentes y responsables del sistema migratorio

Esta tarea se ha encontrado con múltiples limitaciones; inherentes a la capacidad creativa del equipo, al sentido del periodismo dominante actual, —en un mercado atravesado por el racismo, esta mirada «no vende»— y a las limitaciones estructurales (como el acceso a funcionarios o datos estadísticos). Pero el proyecto no podía alimentar el monstruo del racismo mediático, el statu quo donde se potencian relatos bienintencionados pero tópicos: «Acaban optando por la vida en los márgenes porque el sistema los empujó a ello»; «son unos pobrecitos en busca de una vida mejor porque sus países no tienen sistemas de bienestar social»; «son buenos chicos»… Y dejar fuera de foco la maquinaria burocrática e institucional que hace que la «infancia en peligro» pase a ser considerada «infancia peligrosa».

Indumentaria, herramientas y espacios que utiliza la policía judicial GRUME ( Grupo de Menores ), en Melilla. Los GRUME se crean en 1986 y existen en Barcelona, Madrid, Valencia y casi la totalidad de las capitales de provincia y otras ciudades con especial incidencia en temas relacionados con menores. 

La frontera: baluarte de la Concepción, en el centro histórico de Melilla.

La edad: diferentes procedimientos para la determinación de la edad: radiografía para determinar la madurez ósea en los huesos de mano y muñeca, medidor óseo del calibre de los huesos y orquidómetro, para medir el volumen testicular mediante comparación. 

El racismo estructural destroza la salud de los niños y niñas, y se muestra a través de las pruebas a las que son sometidos: radiografías de muñeca, análisis de la cavidad bucodental y, en algunos casos, radiografía de clavícula. Las pruebas oseométricas, como la de la muñeca, datan «de principios del siglo XX, con un margen de error —4 años de diferencia— y están basadas en adolescentes caucásicos». Hay otras en la que se les expone a un desnudo integral para evaluar el desarrollo de sus genitales y vello púbico. Unas pruebas donde los chavales van  sin intérprete, sin estar acompañados por nadie —salvo por un policía o por un tutor esporádico—, sin cuidar los términos de la infancia y de forma invasiva, contradiciendo así en la práctica lo que dice el protocolo en teoría: que el menor debe ser correctamente informado de las pruebas y dar su consentimiento.

Una sentencia del Tribunal Supremo de 2015 estableció que esas pruebas no pueden aplicarse indiscriminadamente : «El inmigrante de cuyo pasaporte o documento equivalente de identidad se desprenda su minoría de edad no puede ser considerado un extranjero indocumentado para ser sometido a pruebas complementarias de determinación de su edad, pues no cabe cuestionar sin una justificación razonable por qué se realizan tales pruebas cuando se dispone de un pasaporte válido». La Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas dictaminó en mayo del 2019 en la misma dirección: los documentos de identidad deben considerarse auténticos a menos que se pruebe lo contrario. Pero los menores no acompañados, cuando son localizados, no reciben la atención inmediata que pudieran necesitar por parte de los servicios competentes en materia de protección de menores. Además, se demora su ingreso en el sistema de protección de menores mientras se tramita el procedimiento para comprobar su minoría de edad.

El 30 de abril de 2020, la fundación Raíces denunció, con un informe sobre 40 casos reales, que la Fiscalía General del Estado no reconocía la validez, de manera sistemática, de los pasaportes y partidas de nacimiento de los menores procedentes de Marruecos o el África Subsahariana que llegan solos a España.

Fiscalía de menores (edificio F de la Ciudad de la Justicia de Barcelona)

Las entidades de protección de menores, mediante su acción u omisión, ejercitan ciertas actuaciones que pueden ser consideradas como maltrato institucional. Existen casos de menores tutelados por las entidades de protección que sufren agresiones en los centros de acogida donde residen, por parte de los trabajadores del propio centro, principalmente por parte de algunos vigilantes de seguridad de los centros de primera acogida . También se han detectado numerosos casos de menores no acompañados que abandonan los centros del sistema en los que están acogidos y terminan viviendo en la calle sin ningún tipo de protección ni ayuda. Del mismo modo, se viene denunciando frecuentemente el traslado, solos, de menores no acompañados, tutelados por una administración, al territorio de otra Comunidad Autónoma, pagándoles la administración los billetes de autobús, o tren, para su traslado, pero sin coordinarse con las otras comunidades, ni hacer en todo caso una derivación con garantías, con el riesgo que eso supone de niños y niñas que se pierden en los viajes y se quedan en situación de abandono. Además, cuando transcurren seis meses desde que el menor abandonó el centro de protección en el que estaba acogido y se encuentra en paradero desconocido, las Administraciones proceden a dar por extinguida la tutela del menor.

Cerradura y llaves de un piso para mayores de 18 años.

Vistas de El Masnou. En julio de 2019 se produjo un intento de asalto al centro de menores de El Masnou, en la provincia de Barcelona, organizado por grupos de extrema derecha, que se saldó con un detenido y varios heridos leves.
«Legión». Pintada en el ex-centro de menores tutelados de Castelldefels junto a Barcelona, destrozado en marzo de 2019 por un grupo de 25 encapuchados que intentó agredir a 35 menores extranjeros tutelados por la Generalitat de Cataluña y sus educadores.

https://www.altairmagazine.com/voces/de-infancia-en-peligro-a-infancia-peligrosa/

Biblioteca Nacional de España. ¡Recursos disponibles online!

La BNE libera más de 30 millones de imágenes para todo uso: El Cantar de mio Cid, el Quijote o los manuscritos de Da Vinci a sólo tres clics de ratón

La supresión de pago por el uso comercial de las imágenes digitales en dominio público, que el Real Patronato de la Biblioteca Nacional aprobó el pasado abril, se hará efectiva el primer día de noviembre, finalizados los procesos técnicos y las actualizaciones de la web destinadas a la solicitud de documentos.

A partir de esa fecha, cualquier ciudadano podrá acceder, descargar, modificar y compartir más de 220.000 títulos de todos los tipos de documentos, lo que suponen más de 30.000.000 de páginas procedentes de la Hemeroteca Digital y la Biblioteca Digital Hispánica en las que se albergan las versiones digitales de valiosas obras y colecciones de la BNE: manuscritos, incunables, libros antiguos, partituras, mapas, periódicos y revistas históricas… que se convierten en recursos gratuitos para ser utilizados por las industrias creativas y culturales, por las editoriales, los investigadores, los centros educativos, pero también por el público general para cualquier uso, incluido el comercial. Se aplica, en cualquier caso, a las imágenes en dominio público, no a aquellas sujetas a derechos de autor cuyo contenido es del titular de los derechos.

El usuario, con sólo tres clics, accede a cualquiera de los dos portales y puede copiar o descargar la imagen que quiera en sus versiones pdf o jpg. A partir de la entrada en vigor de la nueva Resolución, no será necesario pagar nada por este uso comercial de las imágenes digitales, pero sí seguirá siendo necesario pagar por la reproducción de dichas imágenes si se solicitan en alta resolución, ya que a la BNE le supone un coste extra dicho trámite. En este caso, el usuario deberá acceder a la pestaña de ‘Servicios’ > ‘Reproducción de documentos’ y rellenar el ‘Formulario de reproducción de documentos’ con los datos del solicitante y de la obra solicitada.

“Queremos dar verdadero sentido al dominio público, que de verdad sea de todos y pueda usarse libremente. Queremos que sirva para crear y fomentar nuevos proyectos”, asegura Mar Pérez Morillo, directora de la División de Procesos y Servicios Digitales de la BNE.

 

El acceso universal al conocimiento

Con esta iniciativa, la BNE se une a las directivas y recomendaciones europeas sobre Reutilización de Información en el Sector Público, con las que se promueve la apertura de contenidos para promover una economía del conocimiento. En esta línea, el gran proyecto europeo de acceso a contenidos digitales, Europeana, también recomienda el uso de licencias abiertas en su Carta sobre el dominio público.

Esta medida se enmarca en la estrategia de difusión e impulso de la reutilización de las colecciones de la BNE, que arrancó en 2007 y 2008 con la puesta en marcha de la Hemeroteca Digital y la Biblioteca Digital Hispánica y, posteriormente, se amplió con la creación del laboratorio de experimentación BNElab en 2017, donde se han desarrollado proyectos como BNEscolar y Comunidad BNE. Antes de abrirse el uso comercial de las imágenes, ya se cedían sus derechos y se permitía su uso libre para fines educativos o de investigación.

Para Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional, “nuestra intención es favorecer la reutilización de imágenes y poner al servicio de una sociedad confinada y de una industria cultural y editorial con sus recursos muy recortados, los fondos de la BNE y ayudar a la expansión del conocimiento”.

Fuente,  http://www.bne.es/es/AreaPrensa/noticias2020/1027-bne-libera-mas-de-30-millones-de-imagenes-para-todo-uso.html?fbclid=IwAR0KECNF43pMkFG6qE0ZeZYtkTrHB8Lr8AjR5VnM71RTHl787pZEZ5mTbbU

Cuando lo personal no es político

 

“Estoy al borde del mar y pienso que debería quedarme aquí […] Pero centrarse solo en lo personal y lo íntimo es una forma de rendición”, reflexiona José Ovejero en una nueva #MIrada.

 

Estoy parado al borde del mar. Esto que lees lo escribiré más tarde, ahora solo lo estoy pensando. Si estuvieses a mi lado podrías oír el ruido de las olas y el grito de alguna gaviota. Es hora de almorzar; me he preparado a toda prisa un bocadillo de queso y pera y he salido de casa. No es que no tenga nada mejor que comer. E., que se ha ido hoy a casa de sus padres, me ha dejado dicho lo que hay en el frigorífico y los distintos platos que podría prepararme. Sé lo que acabas de pensar: uno de esos hombres inútiles que necesitan que su mujer les cocine o les deje todo dicho, uno de esos para quienes las faenas caseras son un misterio o un engorro. 

No es así. Podría sobrevivir sin E. –aunque no sé si merecería la pena– y cuidarme sin dificultad. Es solo uno de esos ritos que se instalan en las parejas, difíciles de comprender desde fuera de ellas. En las instrucciones que me da E. cada vez que se marcha, sobre lo que puedo comer y las compras que podría hacer, no importa tanto el contenido como el gesto: no puede evitarlo, es la manera que encuentra de expresar su deseo de que esté bien cuando nos separamos, quizá porque venimos de una relación de larguísimas separaciones; y por eso yo no le respondo que puedo arreglármelas perfectamente sin ella, porque lo que me llega no son tanto sus instrucciones concretas sino su cariño. Y a su cariño no quiero ponerle ninguna traba.

Pero estoy almorzando un vulgar bocadillo de queso y pera. Salí de casa porque tenía que escribir este artículo y era incapaz de hacerlo. No por falta de ideas, por falta de energía. Por ejemplo, había pensado en escribir a partir de unos párrafos escritos por Xandru Fernández en Las horas bajas. Un falso ensayo sobre el fin de los tiempos (Lengua de Trapo). Es uno de esos ensayos que, aparte de lo que te enseñan, te empujan a pensar. Y me llamaron mucho la atención sus reflexiones sobre el uso de los cuerpos y las máquinas en OctubreMetrópolis y Tiempos Modernos.

 

Yo podría haber escrito sobre cómo los cuerpos hoy cada vez están más separados, la épica de las masas revolucionarias imposible en este tiempo de aislamiento, ya anterior a la pandemia, y de conexiones más virtuales que materiales; habría escrito cómo la organización del proletariado resulta casi imposible cuando el proletariado está encerrado en su casa y esta casa además ya no es la del barrio en el que creció, porque la gentrificación combinada con la precariedad lo ha expulsado de allí; de cómo muchos jóvenes, la fuerza revolucionaria por excelencia, han iniciado una diáspora, interior y exterior, y desahogan su rabia en las redes sociales; de cómo el hacker ha sustituido al revolucionario, que ya no prende fuego a la fábrica sino que inocula un virus en un sistema.

Este ensayo también me habría servido de punto de partida para otras consideraciones. Buena parte del libro de Xandru Fernández, por el que desfilan desde David Bowie a Walter Benjamin pasando por los zombis de The Walking Dead,  tiene que ver con la pertenencia del autor a una generación concreta, la que sigue a la de los baby boomers, y con su sensación de haberse quedado en medio de algo, en suspenso entre la revolución contracultural y la revolución neoliberal, y entre la era analógica y la digital –como él dice, no fueron los nativos de ésta sino sus cobayas–; y sobre todo me interesaba su afirmación de haber sido la última generación que aún pudo crecer con las promesas del estado del bienestar.

Y sí, quise escribir un artículo sobre quienes nacieron después, ya sin esas promesas, ya sin esa fe; y enlazarlo con el triste y acertado artículo que publicó Dani Domínguez en esta misma revista: habría hablado, entre otras cosas, no solo de la tragedia humana individual, también de la tragedia social que supone condenar a parte considerable de una generación a no poder realizar su trabajo en condiciones dignas, a aniquilar su energía, su entusiasmo, sus conocimientos. O podría haber escrito sobre la relación de desconfianza que genera hacia el mundo haberse hecho adulto en la era de las noticias falsas, y en adquirir la madurez en un entorno político en el que los partidos reaccionarios, incapaces de ilusionar, pues ya ni siquiera pueden prometer el progreso a los ciudadanos, solo la austeridad y la renuncia, generan rabia y confusión, mienten, no como manifestación de las imperfecciones que puedes encontrar a derecha e izquierda, sino como base fundamental de su actividad política; agitar banderas, provocar enfrentamientos, calumniar, desactivar así a quienes aún podrían sentir ilusión o esperanza.

Pero he sido incapaz de escribir sobre todo eso. Me encuentro de ánimo melancólico después de semanas de rabia. Estoy al borde del mar y pienso que debería quedarme aquí –al menos metafóricamente–, no leer prensa, no oír la radio, no entrar en redes sociales, no escribir sobre política. Retirarme. Descansar de todo. Decir: el mundo me da igual; me dais igual. Yo podría ser feliz así, o, si no feliz, estar tranquilo, absorto en mis lecturas, en mis afectos inmediatos, en mi vida, y escribiría pequeñas estampas íntimas como al inicio de este artículo.

Pero centrarse solo en lo personal y lo íntimo es una forma de rendición. Sería uno más de quienes abandonan cualquier resistencia, al borde del mar, o protegidos por la seguridad de su pequeño domicilio, perdidos quizá en las redes, entregados a series que no se acaban nunca –eso sí que es el tiempo cíclico, que no lleva a ningún sitio–, distraídos, entretenidos.

Pero he regresado a escribir aunque solo sean estos renglones impotentes, deslavazados, para dejar constancia de que en cuanto venza la melancolía volveré a mirar más allá de la esfera privada. Ya sé que estas pocas páginas no sirven ni me sirven de gran cosa. No hay nada heroico ni épico en la escritura, nada ejemplar. Nada de lo que estar orgulloso. Pero seguir pensando, “más allá de mis penas personales” –como escribió Celaya– y comunicando lo que pienso, es una manera de no abandonarme, de no ceder del todo, de mantener una ilusión de esperanzas y deseos compartidos, una ilusión de resistencia. Poca cosa, pero la ilusión es en estos tiempos lo único que nos protege de la derrota definitiva.

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José Ovejero

Escritor. Coordina la sección de Cultura de ‘La Marea’. Algunas de sus obras son ‘La ética de la crueldad’ (Premios Anagrama, Bento Spinoza y Estado Crítico), ‘La invención del amor’ (Premio Alfaguara), ‘La comedia salvaje’ (Premio Gómez de la Serna), ‘La seducción’ y ‘Mundo extraño’. Su última obra publicada es ‘Insurrección’.

José Ovejero
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Silvia Federici: “Vivimos una nueva caza de brujas”

30 SEP 2017 12:30

Silvia Federici, filósofa e historiadora marxista-feminista del trabajo, es considerada una de las intelectuales contemporáneas vivas más influyentes. Además de sus reflexiones sobre el trabajo doméstico, dos ideas destacan entre sus contribuciones teóricas.

La primera, su negación de que la acumulación originaria sea ―como afirma Marx―, la dovela sobre la que se asienta la primera acumulación de capital, dado que en su opinión, el capitalismo necesita de una inyección constante de capital expropiado.

La segunda, su revolucionaria tesis de que la clave para el surgimiento de la economía capitalista es una división sexual del trabajo en la que el trabajo reproductivo y la reproducción que realizan las mujeres es expropiada y convertida en trabajo no asalariado; ese sería el elemento necesario y diferente ―respecto a la etapa histórica anterior― para que pueda darse el inicio de la acumulación de capital.

Tras su última visita en 2015, volvió a Iruñea y a las cuevas de Sara y Zugarramurdi, las localidades tristemente famosas por la caza de brujas que se produjo a principios del siglo XVII. Más de 700 mujeres se acercaron a escucharla al centro social y librería Katakrak. Varios cientos lo consiguieron pero la mayoría tuvo que conformarse con el archivo de audio. Ella se niega a reconocerlo pero se ha convertido en una figura de cierto carácter mediático.

A finales del siglo XV comienzan el éxodo del campo a la ciudad, el genocidio de las poblaciones originarias americanas, y el comercio de esclavos africanos. Tres procesos interrelacionados y a gran escala que generarán gigantescas reservas de mano de obra asalariada y no asalariada, y a los que tú añades la caza de brujas. Algunos historiadores cuestionan las dimensiones que tú y otras investigadoras manejáis respecto al número de mujeres perseguidas y asesinadas.
Esa es una discusión vieja. En el pasado, el movimiento feminista hablaba de millones de muertas. Las polémicas y el trabajo que hemos desarrollado han ido reduciendo las cantidades. Se han hecho recuentos, donde se ha podido, y ahora se habla de 100.000 casos confirmados. Pero todas las historiadoras que han hecho estudios concluyen que ese número no es el real, que forzosamente deben de ser más, muchas más. Hay distintas razones: la principal es que muchos archivos se han destruido ―fundamentalmente debido a las innumerables guerras que han asolado Europa durante siglos―; otra es que todavía quedan bastantes documentos sin analizar; en ocasiones la persecución no correspondió al Estado sino a la nobleza y entonces, directamente, en la mayoría de los casos ni siquiera quedaba registrada como ocurre, por ejemplo, en Escocia; y, por último, hay también documentos que mencionan ejecuciones y masacres, pero sin detallar las cantidades, por lo que las víctimas son imposibles de cuantificar.

Estimamos que por cada asesinato documentado existiría, como mínimo, otro más; y ese sería un cálculo muy conservador. Por eso hemos puesto en marcha la campaña “Por la memoria de las mujeres asesinadas acusadas de brujería”. Queremos sacar a la luz y promover el reconocimiento de todas las víctimas a escala mundial.

Sostienes que en la actualidad vivimos una nueva caza de brujas, en particular en zonas ―como la frontera entre México y Estados Unidos―, donde la lucha de clases es más encarnizada.
Al principio hubo interpretaciones diversas sobre la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez y otras ciudades de Baja California, Sonora y Chihuahua. El trabajo de las feministas nos ha llevado a la conclusión de que obedece a la expansión del capitalismo y a la “maquilización” del trabajo, que en ese área fronteriza ha creado una tierra de nadie, sin reglas, donde se puede matar a mujeres e imponer formas de trabajo inhumanas. Porque lo verdaderamente importante es comprender cuáles son las formas de trabajo que existen en la maquila. No hay horarios, no hay sanidad laboral, pueden cerrar la puerta y no dejarte salir hasta que no hayas finalizado tu trabajo… Se denigra la condición humana para imponer un régimen de miedo constante, es decir, de terror.

Imponer este tipo de formas de explotación a las mujeres es muy funcional en términos de trabajo. El terror crea una atmósfera que impide una organización eficaz para cambiar la condición laboral. Algo de eso se intentó a primeros de los años ochenta, cuando se implantaron las maquilas en la frontera, pero las mujeres que empezaron a organizarse acabaron siendo asesinadas. El terror aniquiló sus esfuerzos para crear comunidad y para mejorar sus condiciones de trabajo.

¿El terror no mata a los hombres?
La maquila es un trabajo de mujeres. Puedes analizar un fenómeno a través de los efectos que produce. Aquí hemos empleado ese método. Hemos identificado los orígenes de esta matanza reflexionando sobre su consecuencia principal: el socavar las resistencias que las mujeres trataron de poner en pie. Pero, ¿cómo fue posible ese terror? Hay que tener en cuenta que la maquila se constituye como la forma moderna de la plantación de esclavos.

¿En qué sentido?
La alianza de autoridades, fuerzas policiales y maquila conforma un régimen de excepción militarizado. Total y absoluto. Hasta el punto de que es habitual que las madres y padres que inician la búsqueda de sus hijas desaparecidas sean humilladas en dependencias oficiales. Y es corriente que, si insisten para que se investigue su drama, sean amenazadas y obligadas a abandonar el pueblo o la ciudad. Es el terror. Por eso hay ese ensañamiento con los cuerpos de las mujeres que son abandonados en lugares públicos. Cuerpos torturados, mutilados o desmembrados. Como dice la activista argentina Rita Segato, es una pedagogía de la crueldad. No se intenta ocultar, porque hay una voluntad clara de mandar un mensaje a la comunidad, como cuando se quemaban mujeres en público. La comunidad ha de verlo y ha de aprender una lección de terror.

Es conocida la frase de un famoso inquisidor: “mata a alguna para educar a muchas”. En consecuencia, muchas de esas mujeres, que son jóvenes y que carecen de derechos, dedican hoy toda su energía ―la que una vez fue dirigida a la organización y a la resistencia― a proteger su vida y la de su familia.

La prensa occidental habla de brujería relacionada con el asesinato de personas albinas en Tanzania y tú de que en África también se han impuesto las políticas de ajuste estructural…
El caso es muy interesante, típico de los periódicos europeos o norteamericanos. ¿Por qué se matan personas albinas? No soy antropóloga, pero parece que en algunas culturas de países africanos quienes nacen con esta característica son consideradas anormales y portadoras de mala fortuna.

Según los media, los asesinatos en Tanzania habrían desembocado en matanzas de los victimarios de las personas albinas. Pero lo que está ocurriendo es que hay una terrible persecución contra mujeres acusadas de brujería: sólo durante el primer semestre de 2017 fueron asesinadas 479 mujeres  acusadas de brujería en Tanzania.

Y esa violencia sistemática es presentada en los medios de comunicación globales como una respuesta a la violencia contra los albinos, como parte de una violencia conectada a personajes anormales. Es muy importante desenmascarar este enfoque neocolonial que banaliza y reduce esta nueva persecución a una expresión de la irracionalidad africana.

En realidad, vivimos una nueva caza de brujas a nivel mundial. Las últimas estadísticas sobre África hablan de que más de 30.000 mujeres habrían sido mutiladas con machetes, torturadas y asesinadas desde los años setenta. La mayor parte de ellas quemadas vivas. Ha pasado en Sudáfrica, Mozambique Tanzania, Zambia, Nigeria, Zaire, Kenia, Uganda… En Ghana, hay campos de concentración ―yo los llamo así―, para brujas. Allí se refugian las mujeres que han sido expulsadas de su comunidad o que tenían miedo de ser asesinadas. Solteras, muchas de ellas muy viejas, viven en unas condiciones miserables.

¿Es el mundo musulmán una excepción?
Lo era pero también ha empezado a matar mujeres. Ha ocurrido en Arabia Saudí: han decapitado a una mujer acusada de brujería. Es un fenómeno reciente que se está extendiendo a otros países musulmanes, donde son lapidadas hasta la muerte. También se está dando en el subcontinente indio y en Oceanía, donde mujeres campesinas que se oponen a las titulaciones individuales de la tierra están siendo asesinadas.

Afirmas que esta caza de brujas está directamente relacionada con las políticas que el FMI y el Banco Mundial empezaron a imponer en los años 80 y que tiene tres dimensiones: el empobrecimiento generalizado, el desembarco de las sectas evangélicas, y el específico desplazamiento de la gestión pública de la salud a los curanderos…
La teoría es que, una vez más, esta persecución está vinculada a la explosión de las relaciones capitalistas que se produce en esta fase de desarrollo capitalista, la actual globalización, que comienza a desarrollarse tras la crisis de 1973.

En efecto, la caza de brujas empieza en el mismo periodo que los ajustes estructurales, que son un proceso económico de cercamiento de recursos, de titulación individual de la tierra promovida por las instituciones internacionales, de destrucción del régimen comunitario y de empobrecimiento de las masas. En paralelo, se produce la llegada masiva de las sectas fundamentalistas cristianas, con su visión calvinista de la religión. Hablan del diablo, de la conspiración satánica, dicen que en la comunidad hay personas demoníacas.

Y, además, esta persecución también está conectada a la destrucción de los sistemas de salud, causada por las políticas económicas de ajuste, y que genera la reaparición de los cuidadores tradicionales, generalmente hombres, que acuden a la brujería para explicarlo todo: desde enfermedades como el sida hasta la mortalidad infantil. No hablan de malnutrición, de políticas de salud, o de cómo abordar las políticas forestales para que no se extienda la malaria. Todo es brujería.

Pero los vínculos comunitarios también son fuertes…
Sí, pero ahí es donde interviene un cuarto factor muy importante: la fractura de la comunidad derivada del impacto psicológico que provocan el empobrecimiento general y la reducción del acceso a la tierra. El cercamiento de los comunes y el miedo generan profundas brechas sociales que dislocan las familias y las comunidades. Porque antes se vendía algodón, café o chocolate a un precio pero, hoy, la globalización ha creado un mundo donde la gente no comprende las fuerzas que determinan su vida cotidiana. Unos se enriquecen y otros se empobrecen pero las decisiones que se toman en Londres o Nueva York parecen cada vez más misteriosas… y todo eso puede desarticular a la familia o a la comunidad en la medida que rompe la cadena de transmisión de la tierra.

Por un lado, esa disminución de los recursos genera dinámicas de competencia entre las generaciones jóvenes, incluso de la misma familia. Por otro, se favorece la visión de que los mayores son seres inútiles en tanto en cuanto no generan recursos. Más aún en el caso de las mujeres mayores, que tampoco producen sexo ni procrean. Esas mujeres no sólo están en la primera línea de defensa de su comunidades frente a las economías extractivistas y la devastación medioambiental ―como Berta Cáceres― sino que son la última barricada ante el derrumbe de la comunidad.

¿Por qué?
Son millones en todo el planeta. La mujer mayor siempre ha sido un sujeto sospechoso, porque ya conoce las cosas, lo conoce todo sobre la comunidad. Es un personajes incómodo que no se va a someter tan fácilmente. Es la que defiende la concepción del mundo que dice que la vaca no se vende, porque la vaca es la seguridad para el futuro. Y que dice que tampoco se cortan los árboles. Conoce a la vaca y al árbol por su nombre.

El resto, los jóvenes sobre todo, preferirán vender la vaca y cortar el árbol porque ven en la economía monetaria el puente hacia la prosperidad. Ella no. Recientemente encontré una canción africana en la que unas personas mayores cuentan que tienen miedo de que sus hijos los vayan a matar porque no quieren vender las vacas. La vaca: ahí está el choque entre las dos visiones de ver el mundo.

 
DE GEORGE LUKÁCS A OCCUPY WALL STREET
Silvia Federici nace hace 65 años en Parma, la espina dorsal de la Emilia-Romaña roja ―junto con Módena, Bolonia y otras ciudades―, la región de tradición comunista por antonomasia y cuna del movimiento partisano. El único lugar de Italia donde los camisas negras no pudieron desfilar en su marcha golpista sobre Roma de 1922, cuando tres días de barricadas impidieron el acceso a los fascistas.
 
Estudia Filosofía e Historia. En 1967 inicia su doctorado en Buffalo (Estados Unidos), recién estrenado el verano del amor californiano… y la represión de las revueltas de las comunidades negras que provoca más de 80 muertos. Hace la tesis sobre las cuestiones doctrinales del filosofo marxista y crítico literario Georg Lukács, relativas a los aspectos formales de la novela como producto histórico (y critica la tesis de que el artista burgués, como consecuencia de su compromiso para representar la verdad, sería capaz de comprender la realidad y el significado de las fuerzas sociales fundamentales que conforman la verdad; y, en consecuencia, la necesidad de representarla le obligaría a superar su condición de clase).
 
Milita en grupos estudiantiles. Va y viene de Italia; se integra en el marxismo heterodoxo y antiautoritario del movimiento operario. En 1970 se desplaza a Nueva York. Participa en redes de apoyo de mujeres latinas para afrontar las fianzas carcelarias. Traduce a Mario Tronti y a Toni Negri al inglés. Conoce a Mariarosa Dalla Costa, profesora de Teoría Política en Padua y sus tesis de “Mujeres y subversión social” en las que, de manera seminal, se analiza el trabajo doméstico como trabajo productivo. Entre 1972 y 1977 participa en la primera campaña global en defensa de su salarización. Publica textos al respecto en Midnight Notes.
 
De 1984 a 1987 es docente en Nigeria. Allí analiza los cambios que experimenta cualquier proceso de reproducción al incorporarse al capitalismo (la concepción de los niños o de la sexualidad, entre otros), al principio sin ubicarlo en la fase histórica de la acumulación originaria. Más tarde, reformula el final del feudalismo en Caliban y la bruja. Entre 1991 y 2003 se involucra en el Comité por la Libertad Académica en África promovido para luchar contra la privatización de la enseñanza superior en el continente. Colabora en campañas contra la pena de muerte y las políticas de castigos. Se edita Revolución en punto cero, su colección de ensayos sobre trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas.
 
Después de Occupy Wall Street, en el que participa activamente, se incorpora al centro social neoyorquino MayDay, desde donde sigue haciendo política, igual que con sus investigaciones académicas.
fuente, https://www.elsaltodiario.com/feminismos/silvia-federici-entrevista-vivimos-una-nueva-caza-de-brujas
 
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