Que vayan los ricos: la semana que Barcelona declaró la guerra a la guerra

Entre el 26 de julio al 1 de agosto de 1909, el pueblo de Barcelona se levantó en guerra contra la guerra. Es la Semana Trágica, también conocida como La Gloriosa.

Semana trágica
Incendios en Barcelona durante la Semana Trágica de 1909 hecha por Enrique Castellá.

Eduardo Pérez10 OCT 2017 09:19

El rey Alfonso XIII y el presidente del Gobierno, Antonio Maura, andan preocupados este 18 de julio de 1909. El embarque de un batallón en el vapor militar Cataluña en el puerto de Barcelona no ha resultado tan pomposo y patriótico como seguramente esperaban. El ataque de la guerrilla rifeña, nueve días antes, contra la construcción del ferrocarril a pocos kilómetros de Melilla, fue una oportunidad de oro para una maniobra clásica del poder: la unión interna contra el enemigo externo.

No hay mal que por bien no venga, pero el ataque guerrillero, causante de la muerte de cuatro trabajadores, era previsible. Las cabilas (tribus) del norte de África habían depuesto poco antes a su sultán precisamente por permitir a los invasores explotar sus riquezas, y habían advertido de represalias. Pero la monarquía española no estaba para reparar en detalles. Las empresas mineras francoespañolas con concesiones en la zona chantajearon con reclamar ayuda al Ejército francés, y Alfonso XIII no quería arriesgar su trozo de África sólo nueve años después de la pérdida de Cuba y el resto de colonias de ultramar.

Sin embargo, la propaganda bélica tiene escaso éxito para un régimen en crisis como el español. El decreto del día 10 multiplica las críticas. La orden de movilización incluye a los cupos de reserva de 1903 y 1907. Pero no todos deben ir a jugarse la vida. Se acepta que pagues a otra persona para que te sustituya, y también puedes abonar un canon de 6.000 reales para librarte. Una cantidad inalcanzable para cualquier trabajador. Sólo los pobres son obligados a combatir.

Barcelona queda paralizada entre la huelga y la declaración de estado de guerra, con amenazas militares de disparar a cualquier persona que circule por la calleAunque en lugares como Cádiz o Málaga se vive el fervor imperial en la despedida de las tropas, hay problemas en Madrid, Zaragoza o Tudela. Es lo que ocurre con mayor intensidad en Barcelona este 18 de julio. Hay soldados que tiran al agua los escapularios que les han dado unas mujeres aristócratas, y en vez de fervor militar, la multitud en el muelle muestra otra actitud. Los gritos son: “¡O todos o ninguno!”, “¡Que vayan los ricos!”, “¡Abajo la guerra!”. La cosa acaba en disparos al aire y detenciones.

Guerra a la guerra

A la maniobra bélica le ha salido el tiro por la culata. A las cabilas rifeñas se ha sumado un nuevo frente para el régimen, que no es otro que la clase obrera barcelonesa, reorganizada en Solidaridad Obrera. Esta organización, con 15.000 afiliados, ha nacido como intento de levantar a los sindicatos de oficios barceloneses tras la debacle de la huelga de 1902, y en su seno conviven todas las tendencias políticas de la izquierda obrera (socialdemócratas, revolucionarios, republicanos, cooperativistas).

El comité de huelga de Solidaridad Obrera se reúne clandestinamente tras la prohibición de reunirse dictada por el gobernador civil. La disyuntiva es sumarse a la convocatoria de huelga española de la UGT para el 2 de agosto (que nunca llegará a celebrarse y que respetaba los plazos impuestos por la reciente Ley de Huelga) o aprovechar el momento. Pese a que Antoni Fabra i Ribas, su máximo representante y miembro del PSOE, defendía postergarla, la decisión fue una convocatoria propia para el 26 de julio. Solidaridad Obrera no asumía públicamente la convocatoria para intentar, sin éxito, evitar posteriores problemas a las entidades que agrupaba.

La provincia entra en rebelión general. Barcelona queda totalmente paralizada entre la propia huelga y la declaración de estado de guerra, con amenazas militares de disparar a cualquier persona que circule por la calle o se asome a un balcón. No hay tranvía, ni luz, ni gas, ni prensa, ni transporte o comunicación alguna con el exterior. Entre 20.000 y 30.000 rebeldes plagan la ciudad de barricadas, pero la rebelión abarca otras localidades como Granollers, Sabadell o Mataró, donde se proclama la República. Esa línea intentará seguir el Comité de Huelga. Fabra i Ribas dedica toda la semana a intentar buscar entre los partidos lerrouxistas, nacionalistas y republicanos a alguien con el suficiente prestigio como para asumir la revuelta y encauzarla hacia un resultado satisfactorio. Todos se negarán.

El día 1 de agosto, gracias a la intervención de unas tropas militares convencidas por sus jefes de que se trata de un movimiento separatista, vuelve el orden impuesto desde arriba. El balance es de 117 muertos, casi la mitad de los edificios religiosos quemados y cinco cabezas de turco que serán ejecutados. Cuatro de ello son: un nacionalista republicano, un republicano lerrouxista, un guardia de seguridad que se sumó a la rebelión y un discapacitado que bailó con el cadáver de una monja (debido al anticlericalismo imperante, la profanación de tumbas de religiosos solía darse en los momentos de desgobierno). El quinto, Francisco Ferrer Guardia, pedagogo anarquista, castigado como “instigador” aunque no participó en los hechos. Su proceso generará una nueva grave crisis internacional para el régimen.

El Gobierno de Maura caerá poco después, y se instaurará el servicio militar obligatorio, para todos por igual al margen de la capacidad económica. Los meses siguientes serán difíciles para Solidaridad Obrera, con sus cuadros exiliados o encarcelados y la pérdida de dos terceras partes de su afiliación, pero ya en 1910 resurgirá con más fuerza y con un proyecto en todo el país. Enfrente tendrá a una burguesía y una monarquía cada vez más conscientes de que la clase trabajadora ya no es la misma de antes. Es la lección de la “Semana Trágica”, para unos, o “Gloriosa”, para otros, esos siete días en los que una ciudad declaró la guerra a la guerra.

fuente : https://www.elsaltodiario.com/contigo-empezo-todo/semana-tragica-barcelona-contra-los-ricos

Perú roto. Dos versiones contradictorias de una realidad compleja

David Guzmán Játiva 12/01/2023

<img src="https://ctxt.es/images/cache/800×540/nocrop/images%7Ccms-image-000031179.jpg" alt="<p>Manifestante protesta frente a la policía, en una de las calles principales de Lima. 

Manifestante protesta frente a la policía, en una de las calles principales de Lima. 

Pedro Castillo disolvió el Congreso, y al poco fue destituido por el mismo Congreso y apresado por orden de la Fiscalía. A partir de ese día, 7 de diciembre, Perú se convirtió en un país en el que parecen instalarse dos versiones contradictorias de la realidad.

La versión de Dina Boluarte, sucesora de Castillo, así como de la mayoría de los medios de comunicación, consiste en señalar la ilegalidad en la que incurrió Castillo. Aunque uno de sus antecesores, Martín Vizcarra, también disolvió el Congreso, lo habría hecho con apego a la ley. Además de la disolución del Congreso, Castillo estaba siendo acusado de actos de corrupción, realizados por su entorno más próximo y bajo su conocimiento. El Congreso había intentado la destitución de Castillo en dos ocasiones y la Fiscalía había conseguido la colaboración de unos cuantos delatores eficaces para iniciar un proceso contra el presidente. A los pocos días de la destitución del que fuera maestro rural de Cajamarca –una de las regiones más pobres del país–, uno de los canales de la televisión abierta de Perú lo acusaba de ser el líder de una organización criminal. Algo, al parecer, inconcebible hace apenas unos pocos días. La prensa, como por ejemplo el diario La República, no logra explicarse lo que ha hecho Castillo. ¿Por qué disolvió el Congreso sin que existiera una real amenaza de destitución? “Ha sido una locura”, es lo que llega a afirmar Mirko Lauer, principal editorialista de La República, poeta y director de la revista literaria Hueso Húmero.

La Deutsche Welle entrevista una noche a uno de los hombres más cercanos a Castillo. Guido Bellido se irrita y termina por irritar a la periodista, a la que acusa de tergiversar la realidad. Es difícil aceptar la acusación de Bellido, pues la Deutsche Welle difícilmente tiene un interés directo en lo que sucede estos días en Perú. “Creemos que Castillo fue drogado, por eso dio ese mensaje”, declara Bellido, quien fuera primer ministro de Castillo al inicio de su mandato. La explicación o justificación de que Castillo ha sido víctima de algún tipo de droga resulta increíble. Cómica, en realidad, pero tampoco imposible, en la medida en que Castillo, en los dieciséis meses de gobierno tuvo setenta ministros, uno nuevo cada seis días. Además, en lugar de ampliar su círculo, fue cerrándose cada vez más en torno al grupo partidista que lo llevó al poder, Perú Libre, sobre el que pesan serias acusaciones de representar el ala política de Sendero Luminoso.

Esta ambigua vinculación de Castillo con el senderismo explica la violencia con la que han sido reprimidas las protestas, y que han dejado ya al menos 46 muertos

¿Quién es Pedro Castillo?, le pregunto a Nicanor Alvarado, profesor de la Universidad de Jaén y activista social. “Es un maestro rural y rondero. Se presentó como candidato a alcalde de Anguía en 2002 por Perú Posible, sin éxito. Luego escaló posiciones en un sindicato de maestros que desafiaba al sindicato oficial, dominado por el partido comunista Patria Libre. Fue entonces cuando se convirtió en un personaje de alcance nacional, al dirigir una huelga de maestros en el año 2017”.

Ser rondero significa pertenecer a una organización campesina, de importancia nacional, que desde hace treinta años defiende las tierras y los intereses de los campesinos. Durante los años del terrorismo de Sendero Luminoso, los ronderos enfrentaron a los “terrucos”, a veces en colaboración con el ejército. Castillo, además, nació y se convirtió en rondero en la región de Cajamarca, provincia del Chota, donde esta organización tiene su lugar de origen. 

Romeo Grompone escribe en El profe sobre el sindicato que llegó a encabezar Castillo: “El Comité Nacional de Reorientación y Reconstitución del SUTEP (Conare) es identificado como un brazo político de Sendero Luminoso. Sin embargo, la mayoría de maestros que integran el Conare se deslindan de esta última organización y sostienen reivindicar una agenda particular de demandas relativas a su labor como docentes promoviendo mecanismos participativos y democráticos”. Esta ambigua vinculación de Castillo con el senderismo explica, de alguna forma, sin justificarla, la violencia con la que han sido reprimidas las protestas en contra de la destitución de Castillo y que han dejado ya al menos 46 muertos en un mes.

En un semanario como Hildebrant en sus Trece, dirigido por el periodista del mismo apellido, se cita el testimonio de un fotógrafo que es testigo presencial de la represión que tiene lugar en la ciudad del Cuzco. “El ejército permitió que la multitud entrara al aeropuerto, y cuando estuvo adentro, comenzó a disparar. No hubo enfrentamiento, fue una emboscada”. La sangre fría con la que han actuado Dina Boluarte –quien fuera vicepresidenta de Castillo– y las Fuerzas Armadas se puede explicar en la medida en que este gobierno cívico-militar, como lo denomina Hildebrant, no se está enfrentando al castillismo, o a los maestros rurales, o a los pueblos indígenas, sino a lo que posiblemente consideran un rebrote de Sendero Luminoso. ¿Podría explicarse de otra manera la violencia inaudita que se ha desatado contra la gente indefensa? ¿Es auténtica la amenaza de un retorno de Sendero Luminoso? Para contestar una pregunta tabú como esta quizá debamos hacernos otras preguntas.

Todos los expresidentes de Perú han sido acusados de corrupción, sobre todo por sus relaciones con el caso ‘Lava Jato’, de Brasil

¿Cómo llegó Castillo al poder?

Perú es un país emblemático de América Latina: una democracia precaria, como señalan Romeo Grompone e Isabel Remi. No obstante, durante los últimos veinte años ha vivido una continuidad democrática sin rupturas. Tras la destitución de Fujimori en 2000, han gobernado Alejandro Toledo (2001-2006), Allan García (2006-2011), Ollanta Humala (2011-2016) y Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018). Todos los expresidentes de Perú han sido acusados de corrupción, sobre todo por sus relaciones con el caso ‘Lava Jato’, de Brasil, que tenía como principal protagonista a la constructora Odebrecht. Kuczynski renunció al convertirse en objeto de acusaciones; le sucedió Martín Vizcarra, quien disolvió el Congreso después de que éste no diera el voto de confianza a su gabinete en dos ocasiones, lo cual permitiría al presidente convocar nuevas elecciones parlamentarias. El nuevo Congreso destituyó a Vizcarra: durante apenas cinco días gobernó Manuel Merino, quien fue reemplazado por Rafael Sagasti en noviembre de 2020. En marzo de 2021 Pedro Castillo pasaba a segunda vuelta con el 18% de los votos y debía enfrentar a Keiko Fujimori, que había llegado con el 13% de votos. Sin embargo, apenas unas semanas antes de la elección, poca gente identificaba a Castillo entre las 18 candidaturas que se disputaban llegar al palacio de Pizarro. 

Al parecer, Castillo contó con dos cosas a su favor: su ola de popularidad llegó justo en la semana en que se realizaban las elecciones de primera vuelta. De haberse realizado una semana después, a lo mejor ganaba otro candidato. Además, había llevado a cabo una campaña cara a cara en medio de las restricciones por la pandemia; es decir, se reunió con maestros, campesinos, ronderos, indígenas, en mítines por la costa, la sierra y la selva. Esta cercanía puede explicar en cierta forma su voto duro, además de que las protestas hoy tengan su base en las zonas campesinas e indígenas, sobre todo del sur del Perú. También cabe señalar que mucha gente se identificó con Castillo por considerarlo un semejante, un igual: “Es uno como nosotros, sabe por lo que pasamos”, llega a decir una maestra rural entrevistada por Graciela Camacho y Paola Sosa-Villagarcía. 

Esta cercanía con el peruano común y corriente, esta familiaridad con la mayoría de peruanos, explica el rechazo que ha sufrido Castillo por parte de la élite económica y política que gobierna el Perú. Castillo era un extraño en Lima. Dice Chillico, cronista y caricaturista de Cuzco: “Hay una expresión de hartazgo del pueblo peruano frente a la derecha bruta y achorada que no quiere soltar la mamadera del poder”. El Facebook de Chillico acababa de ser cerrado, y al buscarlo encuentro en su nueva cuenta de Facebook apenas tres publicaciones: en una de ellas está Dina Boluarte con las manos manchadas de sangre y vestida con pantalones y botas militares.

El gobierno de Castillo y su caída

La elección que llevó a Castillo al poder ha sido comparada con la que enfrentó a Mario Vargas Llosa y a Alberto Fujimori. Es decir, una elección muy polarizada, en la que Castillo ganó por apenas 44.058 votos, una diferencia de apenas un 0,15% respecto a Fujimori. “En realidad –explica Aldo Hermenegildo, periodista de Global TV, de Lima–, Castillo no llegó a topar ningún interés, no hizo ninguna ley, no hizo nada… Los revolucionarios de salón lo abandonaron cuando él no les quiso dar lo que querían… y la derecha terminó por arrinconarlo”.

Pedro Castillo llega al poder en una situación política y social muy conflictiva: la pandemia de coronavirus significó un retroceso económico de treinta años para la mayoría de peruanos. Es decir, volvieron a un estado de cosas similar al de los años 90. Cabe señalar que Perú es uno de los países que se benefició con la globalización.

La globalización significó para Perú la presencia de multinacionales mineras y el desarrollo de la explotación agrícola orientada a la exportación

Escriben Travelli y Gil: “La reducción de la pobreza en el Perú ha sido imponente. Se pasó de más de 55% de pobreza monetaria en 2004 a 20% en 2018. Básicamente, se transitó de un país donde la mayoría de peruanos vivía en situación de pobreza a uno donde la mayoría vive en una situación de no-pobreza”. Y añaden a continuación: “Entre 2001 y 2017 la economía peruana más que duplicó su tamaño, y, según datos del BCRP (Banco Central de la República del Perú), lo mismo sucedió con el producto per cápita, con una desigualdad decreciente (al menos entre la clase media y los hogares más pobres)”. 

La globalización significó para el Perú la presencia de multinacionales mineras –chinas, canadienses, mexicanas– y el desarrollo de la explotación agrícola orientada a la exportación. Estos sectores crecieron fabulosamente, de manera paralela al aparato estatal y a la mediana y pequeña empresa que en Perú tiene sobre todo un carácter informal. Cabe apuntar que es en los sectores medios y bajos donde la pandemia del coronavirus impactó con mayor agresividad justamente por el carácter informal de su economía, que debe llevarse a cabo casi siempre en la calle y que exige el contacto personal: la pandemia provocó más de 200.000 muertos, una de las cifras más altas por cada cien mil habitantes, tomando en cuenta que Perú tiene una población de 33 millones. 

Podría señalarse que Castillo no pudo gobernar para esa clase golpeada por el coronavirus y tampoco pudo enfrentar la oposición de derecha, encarnada en gran medida en los medios de comunicación. “Castillo les quitó la publicidad estatal –dice Aldo Hermenegildo–. Además… el Congreso iba a utilizar otra figura para destituirlo, la de suspensión… sólo necesitaba 65 votos de los 110”. Eso explicaría, en gran medida, la aparición de Castillo en televisión, diciendo que iba a disolver el Congreso y que iba a intervenir en la justicia y a convocar a una Asamblea Constituyente…

La confusión política y la crisis social parecen alentar la resurrección de un fantasma y la aparición de un actor influyente en la vida política peruana: las Fuerzas Armadas

¿Y ahora?

Castillo llegó a la presidencia en uno de los momentos más difíciles y complejos de la historia reciente del Perú. Similar, como han señalado algunos comentaristas, a fines de los años ochenta, cuando el país estaba quebrado económicamente por una terrible hiperinflación y Sendero Luminoso ganaba territorio. El “terruqueo”, del que fue objeto Castillo, es decir, las acusaciones de simpatía por el senderismo, y el rechazo social y cultural que provoca en las élites políticas y económicas hicieron imposible su gobierno. Asimismo, su incapacidad probada para rodearse de gente capaz y limpia de toda sospecha empeoró la situación. Para rematarla, las acusaciones de corrupción parecen estar bien fundadas, aunque responden a montos irrisorios, ridículos: “40.000 soles recibió Castillo por entregar la dirección de PetroPerú”, apunta un número de Hildebrant de noviembre pasado. ¡40.000 soles! Unos diez mil euros…

La confusión política y la crisis social y económica parecen alentar la resurrección de un fantasma bastante real, el senderismo, y la aparición de un actor que ha sido gravitante en la vida política peruana: las Fuerzas Armadas. Escriben Romeo Grompone e Isabel Remi en relación con la democracia peruana del siglo XX: “El otro actor en disputa eran las Fuerzas Armadas. Se trataba de una especie de democracia bajo tutela, en la cual todos los actores reconocían que los militares podían intervenir si consideraban que las medidas resultaban muy reformistas o que se estaba siendo muy permisivo con la agitación social”.

El poder ha retornado a las manos de siempre, pero al costo de lo que parece una fractura social

Dice Aldo Hermenegildo sobre los actos criminales de Sendero Luminoso: “No han reconocido sus crímenes. No los han pagado”. Aunque Alberto Fujimori está preso por corrupción –por el caso de los Vladivideos, la compra de congresistas y periodistas–, los años de guerra contra Sendero Luminoso dieron lugar a excesos brutales de la fuerza pública, a la creación de grupos paramilitares que actuaron con total impunidad. Los años de la violencia dejaron 70.000 muertos. La memoria obstinada todavía exige justicia. ¿Podrá encontrar justicia en un gobierno que se ha manchado de sangre a los pocos días de comenzar?

La crisis social y económica en Perú entregó el poder a un personaje inédito. Hoy mismo, el poder ha retornado a las manos de siempre, pero al costo de lo que parece una fractura social. Un momento en que se rompen los acuerdos de convivencia.

En La ciudad y los perros, Mario Vargas Llosa recrea la vida de unos cadetes en el colegio militar Leoncio Prado. El antihéroe del libro, el Esclavo, es un personaje perseguido y odiado por los cadetes fuertes y cínicos, como el Jaguar. Al final, el Esclavo muere –lo mata el Jaguar– y nadie se ocupa más de él…

Los militares siguen siendo el poder tras el poder: los únicos capaces de recomponer la convivencia mediante el autoritarismo y el miedo. Que lo diga Varguitas, si no. 

Cómo ser migrante en Europa sin odiar en el intento

SARA GUERRERO ALFARO

02/12/2020 OPINIÓNVOCES

“Es triste empezar a sentir odio”, dice la autora, migrante mexicana. “Se alimenta con cada noticia racista en la televisión, con cada viralización de los discursos de ultraderecha, con la exclusión social a la que te ciñen tus vecinos, con los comentarios ignorantes que insisten que Europa es superior al sur global y que aún porfían en que los indios no tienen alma”, añade.

un trozo de una camisa mexicana asoma debajo de una chaqueta

Una camisa mexiana, debajo de una chaqueta. / Foto: Sara Guerrero

Cuando era niña me preguntaba por qué mi mamá no se comportaba en la calle como lo hacía en casa. En cuanto cruzaba la puerta, esa mujer divertida, capaz de bailar y cantar a todo pulmón, se convertía en una señora cualquiera.

Lo que entonces concebía como una traición no tardó en revelárseme como algo natural cuando yo misma empecé a desarrollar identidades diferentes según dónde y con quién estaba.

Yo no soy la misma que era antes de migrar. En cuanto crucé la frontera cambió mi forma de hablar, de caminar, de mirar a las demás personas.

Tardé mucho en darme cuenta de que mis movimientos se volvieron temerosos y que mi voz, alguna vez tan estruendosa, se convirtió en una suerte de murmullo que solo retomaba sus decibelios naturales cuando hablaba con mi familia por teléfono. Iba por las calles, las plazas, los centros comerciales como si pidiera perdón, como si esperara que alguna persona oriunda me diera permiso de estar ahí, en su país.

20 de noviembre de 2019.
Hoy me arrolló un coche cuando cruzaba la calle en una de las bicicletas públicas de Barcelona. Después de que mi cuerpo se impactara contra el pavimento y calibrara el daño que me había hecho (fue mínimo), me ofusqué. Me hice pequeña. Escuché los insultos del conductor y bajé la cabeza. Levanté la bicicleta lo más rápido que pude y, mirando al suelo, me fui cojeando hacia la acera. Una mujer me preguntó si estaba bien. No tuve el valor de verla la cara. Le dije que sí con una sonrisa, quitándole al asunto importancia, queriendo desaparecer.

Yo, que nunca tuve fervores patrióticos ni consideré que mis rasgos físicos revelaran particularmente mi origen, me hice mexicana cuando salí de México y llegué al Estado español. La distancia reveló mis idiosincrasias culturales al compararlas con las de la península. También extrajo de mí gestos que creía ajenos. Era como si esos ademanes hubieran logrado esconderse entre mi sangre a través de generaciones y desde 1521.

«Descubrir que la subordinación se trae bajo la piel es complejo de explicar»

Descubrir que la subordinación se trae bajo la piel es complejo de explicar. ¿Cuándo se instauró el sistema colonial en mi cuerpo?, ¿lo heredé?, ¿lo apre(he)ndí en la escuela? Lo único que sé es que, cada vez que salgo a la calle, olvido quién soy, me siento pequeña y sonrío aún a aquella gente que me mira con escepticismo.

3 de marzo de 2020
Hoy, como hacía buen día, salí a convivir con mis vecinas y vecinos. No me gusta mucho hacerlo porque nunca participo -ni me incluyen- en sus conversaciones que se alargan hasta que empieza a meterse el sol. Pero hoy Alberto me ha mirado las piernas e hizo un comentario sobre mi cuerpo. Se le unió después Manuel con picardía. Todes reían. Incluida yo. “Ella no se enoja, ¿verdad?”. “No”, respondí esperando que mi sonrisa ocultara mi incomodidad. Olvidar mis principios por convivir.

Cuando tu pasaporte, tu estado legal, y el miedo que sientes al encontrarte un guardia civil te recuerdan que no perteneces a un sitio, que formas parte de esa otredad tan desprestigiada, lo único que quieres es o agradar o dejar de llamar la atención. Modulé mi voz, para mostrarme inofensiva; neutralicé mi acento y me adapté para protegerme contra la estigmatización; dejé de hablar de mi país, de mis costumbres, de lo que sabía, de lo que había vivido. Me despojé de mí misma para brindarles tranquilidad.

15 de agosto del 2020
Hubo 41 votos para VOX en Mondariz en las últimas elecciones autonómicas. Cinco en mi aldea. Ahora no salgo de casa sin tratar de suponer quiénes están detrás de los votos. ¿Qué pensarán de mí? No puedo evitar tomarlo personal.
Me enteré que Daniela Ortiz huyó de España por ataques, acoso y criminalización. Siento como la ola de odio se convierte en un tsunami.
Hoy fui a solicitar una tarjeta sanitaria. Sólo me cubriría casos de urgencias y labores de parto. Me pregunto si la enfermera que me ignoró y que –con un aire de oficial de migración- solo se dignó a mirarme para comprobar que yo era la de la foto del pasaporte, es una de esos 41.

Todo empezó por una sonrisa. Una sonrisa a la que le siguieron múltiples sonrisas. Sonrisas tímidas. Sonrisas forzadas. Sonrisas que hasta a mí me empezaron a parecer auténticas. ¿Saben lo desgastante que es esforzarte por sonreír y ser amable cuando la persona de enfrente te voltea los ojos, te toma por tonta o muestra una indiferencia total a tu persona?

Contaba con que la amabilidad justificaría mi presencia, que amortiguaría la dureza con la que se me hablaba. Pero, después de nunca obtener un resultado considerable, de chocar contra tantos ojos de hierro, me di cuenta que, en realidad, mis sonrisas no representaban amabilidad para mí. Eran sonrisas sumisas, como si con ellas quisiera complacer a un patrón, a un cliente, a un colono. Mi sonrisa se volvió en ceño.

20 de septiembre de 2020
He dejado de simpatizar con todos esos movimientos nacionalistas de izquierda que excluyen a las personas que no nacieron en lo que llaman su tierra y que, cuando nos incluyen, no dejan de hacernos sentir como la permanente “otredad”. ¿Dónde está la representación migrante en sus partidos con reivindicaciones anticoloniales?
Siento que dejé de saber relacionarme con mis nuevas amistades. Por una parte, no quiero que piensen que me aferro a la herida que abrió en mí el racismo. Pero, por otra, ¿me podrían culpar? Estoy cansada que mis propias amigas, cada vez que me preguntan sobre lo que se come en mi país digan: “Qué asco. La comida mexicana simplemente me da asco”.
Es que no sé cómo lidiar con eso. Vivir en una aldea no ayuda. Nadie está abierto a escuchar mi historia. He terminado por recluirme en casa desde hace meses.

Es triste empezar a sentir odio. Es triste reconocer las semillas de aquello de lo que siempre quisiste defenderte. Pero un día, cansada de llevar más de un año sustentando una casa con 200 euros al mes, llega. Aparece en el ínter de los tres años de espera para poder empezar a regularizarte. Emerge cuando descubres que, para tener tus papeles, tienes que tener dinero o tienes que conseguir un contrato de un año y de más de media jornada. Se alimenta con cada noticia racista en la televisión, con cada viralización de los discursos de ultraderecha, con la exclusión social a la que te ciñen tus vecinos, con los comentarios ignorantes que insisten que Europa es superior al sur global y que aún porfían en que los indios no tienen alma.

Duele darte cuenta de que tú también eres capaz de generalizar a las personas y de abominar esa generalización. Aquellas manos que se te tendieron, esos rostros blancos que te sonrieron de vuelta, que te abrieron la puerta de sus casas… se vuelven pequeños. Es como si pasaran a ser una excepción en ese Estado que es racista desde sus leyes y administraciones, hasta los típicos y eternos comentarios en cualquiera de sus bares.

Es desesperante cargar con el peso del odio en el pecho porque, a donde quiera que se mire, pareciera que siempre aparece algo que lo acrecienta.

1 de octubre de 2020
Antes de que se fuera a Perú, le escribí a Daniela Ortiz para preguntarle: ¿cómo se vive en un lugar que nos hace daño sin llenarnos de odio? Me dijo: “Reúnete con otras personas migrantes con experiencias similares. Es sanador no sentirte cuestionada”.
Hoy, cuando llamé a Thimbo Samb para entrevistarlo, me di cuenta de que me había acostumbrado a cierta frialdad en las relaciones sociales. Cuando le pregunté cómo estaba, él me dijo: “Bien. Y tú, ¿cómo estás?” No supe qué responder. Me dio un vuelco al corazón. Me sentí importante, me sentí vista. Quise contarle todo.

Fui ingenua al pensar en que solamente había razones económicas detrás de los barrios que están completamente habitados por personas migrantes. ¿Debe haber algo más liberador que vivir en un espacio en el que no tienes que exacerbar tu amabilidad para que no te tengan desconfianza?

El camino para deshacerse de la rabia es complejo. ¿Cómo lograr que esos espacios de seguridad y sanación no se conviertan en semilleros de rencor?, ¿cómo generar un refugio armonioso cuando golpean fuerte las olas del tsunami xenófobo y fascista?, ¿cómo evitar volvernos el reflejo de su intolerancia? Y, finalmente, ¿cómo dejar de poner sus incesantes ofensas en el centro de nuestra existencia? Porque parece que su odio racista no va a parar pronto y nosotras no podemos estar dispuestas a dejarnos arrastrar por su maremoto.

20 de noviembre
Tomé la decisión de revestirme con la identidad de la que una vez me despojé. Quizás mañana, al sentir sobre mí la mirada inquisitiva de una mujer alta y blanca, vuelva a escapárseme un ademán de desmesurada amabilidad en pos de su validación. Pero hoy, después de hablar con mi familia –a la que no he podido ver en más de un año- y de recordar quién era, salí a la calle orgullosa de las trenzas con las que me coroné. Por primera vez no me las deshice tras la primera mirada de curiosidad que se posó sobre ellas. Me las enseñó a hacer mi madre. Y es mejor aferrarme a ese amor (aunque esté del otro lado del mundo y el racismo aquí, en cada esquina), que al agotador estado de defensa que me priva de disfrutar mi propia existencia.

Miguel Ángel Rosales: “España, con Portugal, es la que inicia la trata de esclavos”

El documental Gurumbé, canciones de tu memoria negra muestra a Sevilla como uno de los primeros destinos de los esclavos negros raptados en África y la influencia que esta población tuvo en la cultura andaluza.

 

Gurumbé 2

 

 
21 AGO 2016 15:58

Desde el siglo XV, personas negras raptadas en África fueron sometidas a la esclavitud. El largo episodio de la esclavitud negra en América es de sobra conocido y documentado, sin embargo, no es tan conocido que fue Andalucía uno de los primeros sitios a donde fueron llevadas muchas de estas personas. El documental Gurumbé, canciones de tu memoria negra, dirigido por el antropólogo y cineasta jerezano Miguel Ángel Rosales y producida por Intermedia, documenta el paso de la población esclava negra por Andalucía y su influencia en la cultura. Hablamos con Miguel Ángel Rosales.

Suena raro relacionar la esclavitud negra con Andalucía y, sin embargo, los primeros negros que fueron raptados de África para ser utilizados como esclavos sirvieron en Sevilla, ya desde el siglo XV. ¿Por qué esta amnesia?
Hay varias cuestiones. Parece que todo el tema de la trata comienza en un momento concreto, A finales de siglo XV. Ya antes había habido esclavos en Europa, pero no de esta manera tan sistemática, como un valor de mercancía y con unos volúmenes tan tremendos. Lo que también cambia es el área geográfica de esos esclavos: antes había muchos africanos, pero también eslavos, prisioneros de guerra. Fueron los portugueses los que comienzan y los españoles fueron rápidamente a la zaga, desembarcando esclavos en el puerto de Sevilla. La historia no es sólo que fuera anterior a la trata atlántica, sino que todo el negocio se estaba haciendo desde territorio ibérico. Parte de ellos se llevaron a América, pero muchos se quedaron. No estamos hablando sólo de que fue debido a la gran demanda americana de mano de obra, sino que fue primero la demanda en Andalucía, y después en el resto de España. Sevilla se convirtió en un gran puerto esclavista, y después también Barcelona o Cádiz.

Sevilla, con la importancia que tomó con el comercio con las colonias americanas, se convirtió en una gran metrópoli. Comenzó a haber diferencia con la trata de plantación, aquí había cierta interacción con la población esclava, lo que no quita que se le diera un trato cruel y vejatorio. Hubo también muchos matrimonios mixtos, y de ahí se derivó una importancia cultural muy fuerte y se terminó formando una población afroandaluza. Ahora ya es marginal, pero hay algunas figuras afroandaluzas que llegaron a ser importantes.

Gurumbé 1
Fotograma del documental ‘Gurumbè, canciones de tu memoria negra’.

En tu documental te centras en la influencia que la población esclava traída de África tuvo en la cultura andaluza.
Toda esta investigación está ahora surgiendo. La esclavitud en España se ha estudiado desde los 50, pero con unos estereotipos, viendo a la esclavitud como un objeto de ostentación o de lujo. Después se desmontó esa teoría y se comenzó a estudiar la interacción cultural. En Sevilla en el siglo XVI y XVII podía haber entre un 10 y 15% de población negra y mestiza, eso tuvo que tener una influencia fortísima. Donde se puede ver bastante a nivel de archivo es en el tema de las cofradías. Muchas de las primeras cofradías religiosas estaban formadas por negros esclavos. Hay arzobispos que forman estas hermandades y el esclavo las toma porque le permitía una visibilidad social y un lugar de reunión donde hacer comunidad, siendo una población totalmente marginada e invisibilizada. Comienzan a tener influencia en la música, Igual que muchos pueblos de África que tienen en la música y danza sus grandes expresiones artísticas, aquí, todos los principales bailes que surgen en la Península Ibérica vienen de los esclavos negros, como el cumbé [baile del preflamenco]. Se ve una relación con las colonias americanas y a formarse un sincretismo musical. Cuando nace el flamenco ya en el siglo XIX, arrastrando mucho de esto, haciendo síntesis de la música popular y creando casi la primera música moderna de europa, lo hace con esos elementos, con un factor africano importantísimo.Por otra parte, en Sevilla hay actualmente una hermandad que se llama Los Negritos, y no mucha gente sabe que se llama así porque fue una hermandad de negros, y es la hermandad más antigua de Sevilla. Llegó un momento en el que se formó una lucha política y de grupos étnicos alrededor de las hermandades, y las cases altas lograron arrebatar ese sitio principal que tenían las hermandades de esclavos. y muchas de ellas desaparecieron. Había hermandades de esclavos en todos los sitios donde había población negra, como Cádiz o Jerez.

¿Cómo ha sido trabajar en este documental? ¿de qué fuentes te has servido?
Yo he hecho la parte documentalista, he tirado de información de Arturo Morgado, Isidoro Moreno entre otros. Investigadores que ya llevan tiempo con este tipo de temas y dándole también otro enfoque más moderno que el que había en los años 50. Me he dedicado a reunir informaciones. A parte de que el tema me parecía fascinante, me sorprendía que no tuviera una repercusión más importante, que no hubiera nada a nivel divulgativo sobre esto. En España siempre se ha querido borrar todo lo relacionado con el genocidio y su papel en la trata de esclavos. España, con Portugal, es la que inicia la trata de esclavos, da el pistoletazo de salida y los holandeses e ingleses copiaron el modelo. Y aunque la esclavitud llega hasta el siglo XIX, España fue el último país en abolirla y hunde sus raíces hasta los años 60 con el franquismo, cuando se independizó Guinea Ecuatorial. Lo que es interesante del tema de la esclavitud, no como hecho histórico, es que creó un sistema productivo que llegó hasta donde justo se pudo porque la comunidad internacional tiraba de las orejas a España para que lo abandonara, y ha producido también toda una serie de estereotipos sobre el africano que aún hoy sigue viva y se proyecta sobre el fenómeno de la inmigración.

fuente

https://www.elsaltodiario.com/hemeroteca-diagonal/miguel-angel-rosales-espana-portugal-inicia-trata-esclavos-documental-gurumbe?rate=QR2WMfVUYfTtk3DaI7RMPbdCcqahY80c4vLDlb4CEbY

Pacto sellado con sangre

Trago saliva cuando los gobiernos, en vez de luchar contra los grupos criminales fuertes y poderosos, ven mafias en una masa de gente que corre con la consigna de sálvese quien pueda. Hoy solo me queda pediros que sigamos trabajando por políticas de verdad, justicia, reparación y no repetición en la frontera

Imagen en el que agentes marroquíes devuelven a Marruecos desde la zona de entre vallas a migrantes.
26 de junio de 2022 22:13h
Actualizado el 27/06/2022 09:05h

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La masacre de Melilla ha llevado la frontera a los medios, a las redes, a los debates políticos. Pasa de vez en cuando, que se hace más visible la violencia y las víctimas aparecen, como si fuese de repente o como si no pasara cada día que la frontera mata, violenta y destroza la vida. Me pregunto: ¿Para qué servirán estas imágenes que han circulado durante estos dos días? ¿Quién las grabó ahí, dentro, en el fragor de esa batalla? ¿Quién ha filtrado tantos vídeos y por qué? ¿Por qué querían que las viésemos?

¿Servirán esas imágenes para iniciar una investigación sobre los hechos y hacer justicia?

 

¿Se usarán para identificar a las víctimas, informar a las familias y enterrarlas con dignidad?

¿Y si solo sirven para hablar de mafias y sellar un pacto terrorífico de control migratorio? 

Cuando éramos chicas nos hacíamos hermanas de sangre pinchándonos con una aguja, nos parecía así que la amistad duraría para siempre. Pero claro, los gobiernos y sus intereses son otra cosa, y en los últimos tiempos los pactos fronterizos se rubrican con la sangre de los “otras, otros, otres”. Y en estos pensamientos me retuerzo cuando suena el teléfono. El prefijo es de Camerún, descuelgo y al otro lado me saluda una voz que reconozco inmediatamente. Es Bikai, el papá de Luc, una de las víctimas de Tarajal. “¿Cómo estás Helena?, ¿todo bien?, ¿la familia? Lo vi ayer en las noticias”. Se queda un momento en silencio. Sé que se refiere a la tragedia de Melilla. “He visto las imágenes, otra vez una desgracia… y de lo nuestro nada al final, no hay forma de encontrar justificación”. Se me hiela la sangre y aguanto para no llorar, Bikai siempre me ha producido una especial ternura.

Lo que ha visto en la frontera de Melilla le ha dolido en lo más profundo de su alma porque de alguna manera ha revivido la muerte de su hijo. “¿Ya se sabe quiénes son? ¿Las familias lo saben?”, pregunta. Conoce muy bien lo importante que es identificar un cadáver, lo urgente de informar a las familias y lo necesario que es enterrar a las víctimas con dignidad. Terminamos la conversación, me dice que el domingo rezará por las almas de estos jóvenes, como lo hace cada día por la de su hijo. No solo él está inquieto. Las imágenes de la tragedia de Melilla se han difundido por muchos países africanos y están teniendo un impacto terrible entre las comunidades migrantes que viven en Marruecos.

El miedo siempre está presente en la diáspora migratoria, pero en los últimos meses se ha convertido en irrespirable. Desde el nuevo acuerdo entre España y Marruecos, las redadas, detenciones arbitrarias, identificaciones raciales, y otras medidas represivas contra la población migrante se han multiplicado y extendido en la cotidianidad que impide el más mínimo atisbo de vida. 

En Tánger, artistas africanos han sido detenidos y desplazados al sur cuando iban a comprar el pan, y a pesar de tener una tarjeta de residencia. En Laayoune, las mujeres denuncian haber sido desnudadas en las calles tras ser detenidas en sus casas para escarnio público, antes de ser deportadas en autobuses al desierto. En Agadir han sacado a las familias en medio del sueño de sus camas después de que los militares rompiesen las puertas para violar sus domicilios. En Tarfaya han atacado a los supervivientes de una patera, que llegó a costa después de haber perdido a seis personas a bordo, con una jauría de perros azuzada por la gendarmería. En Nador, la última semana ha sido especialmente terrible. El cerco a los asentamientos de los bosques, las maniobras de corte de acceso al agua potable y los suministros, y las redadas violentas donde las fuerzas de seguridad se acompañaban de grupos criminales para completar la faena, pronosticaban lo peor. Los muchachos estaban al límite de sus fuerzas físicas y mentales.

Presionarles hasta reventarles, obligarles a una huida hacia delante. ¿Con qué propósito? ¿Tal vez España pide pruebas de que se está haciendo el trabajo? ¿Puede ser esta una forma de rubricar el acuerdo frente a los movimientos que ha habido con Argelia?

Suena de nuevo el teléfono, que en estos dos días no para. “¿Helena? ¿Cómo estás? Dios mío, qué terrible, ¿has escuchado a Sánchez? Es como en 2005… otra vez”, me dice una compañera. Para las que llevamos tantos años en la frontera esa fecha supone un antes y un después, porque desde entonces los gobiernos no han tenido límites para escalar en violencia contra las personas migrantes.

El presidente ha rememorado aquellos días copiando el discurso de la gratitud del entonces ministro de exteriores, Moratinos. Además, Sánchez ha añadido el argumento de las mafias secundando el discurso del RNI, partido político que gobierna en Marruecos, mostrando así la sintonía política que les une. 

Llevo muchos años investigando sobre trata de seres humanos y trago saliva cuando los gobiernos, en vez de luchar contra los grupos criminales fuertes y poderosos, ven mafias en una masa de gente que corre con la consigna de sálvese quien pueda, pero eso daría para otro artículo. Hoy solo me queda pediros encarecidamente que sigamos trabajando y luchando por políticas de verdad, justicia, reparación y no repetición en la frontera. 

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El Diario.es

Quinquis, lavanderas y ecologistas: identidades subversivas en torno al Manzanares a su paso por Madriz

 

Pese a ser capital, Madrid es también territorio. Y el Manzanares, como elemento vertebrador del espacio físico, imprescindible para entender la historia de la ciudad y de sus movimientos sociales.
 
Lavanderas Manzanares
Baldomer Gili Roig. Las lavanderas del rio Manzanares (Madrid) ,c. 1915
 
Ecologistas en Acción
20 MAY 2022 08:30

El cine quinqui, las profesiones feminizadas de finales del s. XIX y la lucha ecologista madrileña tienen en común el mismo escenario poco explotado por el imaginario chulapo: el río Manzanares. Un ecosistema que se encuentra actualmente en un momento de esplendor tras más de cien años de penurias y decadencias varias,  gracias a la lucha del movimiento ecologista. Pero, ¿quién hacía del río parte de su identidad, antes de que llegaran las ecolos a renaturalizarlo?

Un manto blanco formado por un collage de ropa tendida al sol inundaba la orilla del Manzanares. Las lavanderas eran las encargadas de este trabajo de cuidados casi esclavo, que en muchas ocasiones acababa con la salud y la vida de estas mujeres. A cuatro patas, con las rodillas hincadas  en el lecho del río, eran consideradas, por si fuera poco, indecorosas. La posición que tomaban sus cuerpos a la hora de frotar las prendas con el agua llevó a la creación de lavaderos cerrados, para preservar la moral de aquellos que las miraban trabajar.

Las lavanderas eran mujeres trabajadoras organizadas, las Kellys del XIX, como las denomina Victoria Gallardo Romera, autora de “Fuimos indómitas”. Coetáneas de otros movimientos de mujeres de oficios feminizados. Compañeras de las verduleras, de las cigarreras de la Tabacalera, de las aguadoras… Todas ellas consideradas mujeres indecentes, malhabladas, reticentes a acatar las normas y los abusos de poder. A las pruebas me remito: los cambios en el reglamento del Lavadero de Paseo Imperial en 1892, que las forzaban a pagar más tributos por realizar un trabajo de por sí precarizado, las llevaron a amotinarse. Lucharon por un trabajo digno en torno a un río sucio y contaminado por los desechos de la urbe.

Silenciadas  y desterradas a lavar todo lo inmundo en la periferia que marca el Manzanares. Una línea azul que separa el centro de todo lo demás. Una lavandera dio a luz a un niño llamado  Pablo Iglesias,  que luego fundó el PSOE; otra parió a Arturo Barea, el autor de La forja de un rebelde. Todas y cada una de ellas desaparecieron de manera fulminante cuando su actividad se detuvo en 1926, al canalizarse el río Manzanares e implementarse el agua corriente en las casas particulares.

Poco después de la canalización el río sufrió una Guerra Civil en la que sirvió de barrera física para el Madrid que resistía. Las trincheras a ambos lados del río eran enclaves vitales para la resistencia republicana. No fue suficiente. El fascismo atravesó el río y bombardeó sus puentes. Ya durante el franquismo aparecieron los primeros poblados de absorción de migrantes extremeños, andaluces y gallegos donde nacería el imaginario quinqui. Los poblados de absorción trasladaron a la población migrante rural, previamente asentada en espacios de auto-construcción, a edificios levantados de forma “ordenada, rápida, y barata” por el régimen.

Estos espacios, en principio provisionales, dieron paso a los “poblados dirigidos”, una iniciativa urbanística del Plan Nacional de la vivienda de los años 50. La ribera del Manzanares se llenó de edificios con el yugo y las flechas falangistas en sus fachadas, un sello inconfundible que muchas vecinas de la capital reconocerán en sus propios portales. Los barrios de San Fermín o Zofío, en Usera, colindantes con el río Manzanares, fueron ejemplos de este urbanismo de control y contención social, una estrategia franquista para convertir  a los proletarios en propietarios, ladrillo mediante.

En la orilla sur del, por aquel entonces, no-renaturalizado río Manzanares, se abrieron paso las bandas hijas del éxodo rural, la precariedad y la represión. En “Todo el odio que tenía dentro” de Servando Rocha, se describe a la perfección cómo era la vida en las orillas de los desposeídos.  Muchos jóvenes, a principios de los años sesenta, toman la calle, a través de disturbios y bailes inspirados por el estreno de West Side Story. Los Ojos Negros de Usera, se convierten en la banda más conocida, cuya intrahistoria está atravesada por el Manzanares.

El imaginario quinqui madrileño comienza a fraguarse en este espacio físico que se da alrededor del río (aunque no solo), inundado de poblados y barriadas donde cierta juventud sobrevive gracias a la delincuencia. Carabanchel, Usera o Villaverde son algunos ejemplos de distritos vinculados históricamente con el río  que fueron territorios de expulsión y segregación de las clases bajas, y por lo tanto cuna de lo quinqui.

“Se llamaba el Barrio de las Injurias. Allí aprendí todo lo que sé, lo bueno y lo malo. A rezar a Dios y a maldecirle. A odiar y a querer. A ver la vida cruda y desnuda, tal como es. Y a sentir el ansia infinita de subir y ayudar a subir a todos el escalón de más arriba. Yo sé lo que es ser el hijo de la lavandera; sé lo que es que le recuerden a uno la caridad.”* Lo que había sido las Injurias en el siglo XIX, hogar de lavanderas, estaba controlado en los años 50 por una banda de quinquis llamada Los Piratas, que sobre todo actuaban en la Calle Peñuelas. En esta calle, hoy, se encuentra el Ateneo la Maliciosa, sede de Ecologistas en Acción, Traficantes de sueños y la Fundación de los Comunes -los primeros, responsables de que la canalización del río que dejó sin trabajo a las lavanderas, pasara a la historia-.

La renaturalización del tramo urbano del Manzanares es una de las grandes victorias ecologistas en la ciudad de Madrid. Desde el año 2017 su agua vuelve a fluir libremente, lo que ha supuesto una auténtica explosión de vida y una transformación radical del río y de la ciudad que atraviesa. Me gusta pensar que las ecologistas de Madrid son nietas de aquellos migrantes labradores, mano de obra barata que atestó los dos lados del río. Vecinas de las bandas de los quinquis que bailaban, navaja en mano, las canciones de West Side Story. Y que las lavanderas son algo así como sus bisabuelas políticas. El río Manzanares, marco de una identidad biorregionalista aún por definir, delimita un territorio a defender y cuidar, junto a todos los barrios a los que riega.

*La forja de un rebelde. Arturo Barea

Fuente

El Salto Diario

Grande, Extraño y Amenazante

Cuando las fuerzas escasean es más necesario que nunca compartir proyectos, recursos y potencias para desplegar estrategias compartidas con las que dar respuesta a preguntas que van desde la supervivencia material a qué hacemos con la pena que no deja de abrirse paso en nuestros pechos.
 
octavia e. butler
La escritora Octavia e. Butler
 
 
21 JUN 2022 08:00

Vivo al sur del sur de Europa. La calima del pasado mes de marzo dejó el pueblo donde vivo cubierto de una capa rojiza. Sé que esto es irrelevante, que una gran parte del territorio se ha visto afectado por este fenómeno. Simplemente aquí es especialmente llamativo porque la mayoría de casas son blancas. No todas, también hay ladrillo visto, enfoscados de distintos tipos, algo de piedra, algún azulejo…, pero lo más habitual son las fachadas blancas.

La mañana siguiente a la primera gran descarga de aquella lluvia turbia salí a hacer recados y comprobé cómo en las calles los vecinos y vecinas se afanaban por limpiar sus puertas, paredes, ventanas y vehículos con mangueras y compresores. Con una absoluta precisión trazaban una geografía compuesta por fronteras que a fin de cuentas siempre han estado ahí. Delimitadas con líneas claras y precisas de barro y polvo retirados de las propiedades. Cada cual limpia lo suyo. A nadie se le ocurre avanzar unos centímetros en la propiedad ajena, tampoco en el espacio común. Nadie se ofrece a pegar un manguerazo a la bicicleta o el parabrisas del otro. Sentí desconcierto frente a un quehacer huraño y sordo mientras caminaba por una calzada donde desembocaban pequeños ríos de suciedad. Las aceras solo eran despejadas por el agua y las escobas frente a las puertas y cerramientos; las aceras no son la casa de nadie y aquí la gente acostumbra a desplazarse en coche.

Un orden social que queda tan claramente expuesto cuando cae sobre él una capa de polvo deja poco espacio para entender eso de que los problemas de salud mental no son algo individual (que es la pelea en la que ando metido desde hace media vida). Y otro tanto sucede con la necesidad de redistribuir la riqueza, la existencia de bienes comunes, la sanidad pública y universal o la ecología. Cuestiones todas ellas que han acabado sencillamente por quedar demasiado grandes. Pensar también puede provocar picor en la mirada y la garganta. ¿Qué es necesario para desbordar la acumulación de diminutos marcos de referencia que construyen lo real? ¿Cuántas pequeñas y grandes catástrofes hacen falta? ¿De qué tamaño o de qué naturaleza tiene que ser la amenaza?

La parábola del sembrador

Hace pocos días acabé La parábola del sembrador, una novela de Octavia Butler que me ha provocado indigestiones e insomnios. Allí la esperanza solo emerge una vez que capitalismo y democracia se desmoronan. La idea de tener que llegar a esos pasajes apocalípticos para descubrir la potencia de la cooperación despierta la ansiedad. Sí, es una novela de anticipación, pero quizás sea muchas otras cosas a la vez. Y por eso no te deja dormir.

La economía colapsa, las condiciones climáticas cada vez son más extremas, el agua escasea, el Estado apenas existe, la crisis energética se ha consumado y la violencia es la principal forma de relación humana. Morir es muy sencillo

La protagonista, Lauren Olamina, es una adolescente que observa el mundo que cae a su alrededor y deduce que colaborar es la única estrategia de supervivencia exitosa en el contexto en el que vive y con los recursos de los que dispone. Apuesta por ello, pone la vida en ello, reflexiona sobre ello, escribe y lo predica. La economía colapsa, las condiciones climáticas cada vez son más extremas, el agua escasea, el Estado apenas existe, la crisis energética se ha consumado y la violencia es la principal forma de relación humana. Morir es muy sencillo, y la mejor forma de no hacerlo es buscar a otros como ella y apoyarse mutuamente. La trama es tan simple como cruda. Las páginas te empujan hasta un lugar donde solo puedes preguntar qué podemos hacer (hoy) para no tener que volver a descubrir (mañana, cuando todo esté más oscuro) lo que ya sabemos que nos salva. La ciencia ficción puede tener una cualidad radicalmente política.

Tiempos distópicos

Cuando antes de cumplir los veinte años comenzaron a suceder cosas en mi cabeza que me desbordaron por completo (psicosis, fue la palabra que se le puso a aquella inmensidad), no podía dejar de pensar una y otra vez que el mundo me parecía grande, extraño, amenazante. Han pasado dos décadas largas y, desde hace meses, todas las noches vienen a visitarme esas tres mismas palabras: grande, extraño, amenazante. El mundo lo es, el mundo me lo parece.

¿Por qué he vuelto a ese lugar? Hay algunas razones evidentes y compartidas: pandemia, guerra en Ucrania, amenaza climática, desigualdad al alza, precariedad laboral o incremento sostenido del número de suicidios, etc.; la publicidad, siempre con el arma cargada, pone de su parte: cuando entro en mi cuenta de Instagram mientras voy al baño, la editorial Penguin me recomienda Rebelión en la granja y 1984, de Orwell: “Libros para tiempos distópicos”. Pero hay algo más allá, ya que al fin y al cabo el escenario tampoco era excepcionalmente prometedor en los estertores del siglo XX. Aquella experiencia tan abrupta y desmesurada a la que he hecho referencia en el párrafo anterior me causó un enorme sentimiento de soledad, una ruptura de vínculos y un distanciamiento progresivo de la realidad. Salí de allí porque vinieron a buscarme y porque tuve la determinación de dejarme sacar, porque, en definitiva, pude imaginar otros futuros posibles distintos a la ingesta de 20 miligramos de Zyprexa bajo el techo de la casa de mis padres. Y hoy hurgo en ese recuerdo con el objeto de poder pensarme y buscar salidas, para saber si este colapso que nos atraviesa a tantas personas es esencialmente social y material o es ante todo un colapso de la imaginación que inevitablemente nos arrastra a distintas soledades.

“Cuando lo Real irrumpe, todo se siente como si fuera un film: no un film que estás mirando, sino un film en el que estás dentro”, dejó escrito Mark Fisher. Me vale para describir lo que me pasó entonces y me vale para describir lo que sucede ahora. Si no fuera porque invierto considerables dosis de tiempo y esfuerzo en señalar las limitaciones y problemáticas que son inherentes a cualquier clasificación psicopatológica, diría que las palabras de Fisher explican con bastante exactitud eso de la psicosis. Y también creo que dan cuenta de la sensación de hastío, desconfianza y apatía política generalizada que estamos viviendo. Si no he vuelto al mismo lugar, se le parece. Capitalismo, locura y desesperanza: un cerrojo y también, quizás, un mapa.

Buscar al otro

Cuando salí del estupor provocado por los neurolépticos volví a enredarme poco a poco con los libros, y una de las lecturas en las que encontré un profundo consuelo fue Adorno. Le tengo cariño a ese filósofo. La capacidad de resistencia como autoafirmación, su nicht mitmachen: no participar, rehusar la conveniencia para cultivar una reflexión crítica, me atrajo enormemente en su momento. Hoy veo el concepto como un eco remoto, como un fantasma que se desvanece y me dice poco o nada. No me es de utilidad para los días en que vivo, donde he aprendido que ni sé, ni puedo, ni quiero pensar solo. Ya no busco en Adorno, busco en Lauren. Hay que salir adelante en mitad de un tiempo y un lugar donde las problemáticas comunes son remitidas a las esferas individuales de cada cual y se borra constantemente la posibilidad de un futuro significativo para capas cada vez más amplias de la población, donde se impone la sensación de que nada que tenga que ver con las condiciones de existencia va a cambiar. O nos quedamos como estamos, o vamos a peor. Dos opciones ya dadas de antemano, ningún mañana.

Hay que salir adelante en mitad de un tiempo y un lugar donde las problemáticas comunes son remitidas a las esferas individuales de cada cual y se borra constantemente la posibilidad de un futuro significativo para capas cada vez más amplias de la población

¿Cómo superar tanto extrañamiento y enormidad? Parafraseando a Castoriadis, uno no puede querer otra cosa si no puede imaginar otra cosa que lo que es. Si los ojos se han llenado de arena y el paso de los meses no es suficiente para llevarse la que cubre los dedos de las manos, creo que ha llegado el momento de buscar al otro más que nunca. Al menos más de lo que hasta el momento yo lo he buscado (lo que equivale a decir: desde y en los espacios políticos que he habitado y promovido). Cuando las fuerzas escasean es más necesario que nunca compartir proyectos, recursos y potencias para desplegar estrategias compartidas con las que dar respuesta a preguntas que van desde la supervivencia material a qué hacemos con la pena que no deja de abrirse paso en nuestros pechos. Aprender a estar juntos al borde del abismo es, en última instancia, de lo que habla Octavia Butler. Y también, quizá, la cuestión más urgente a la que nos enfrentamos.

 

Moira Millán: “La llegada del ferrocarril impactó en el pueblo mapuche provocando el despojo cultural y territorial”

 

Entrevistamos a la lideresa y weychafe mapuche Moira Millán, impulsora del movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir que acaba de publicar El tren del olvido, novela que relata el periodo histórico de represión que supuso la llegada del ferrocarril a las comunidades mapuches en Argentina.
 
 La dirigente mapuche Moira Millán en su visita a Madrid. DAVID F. SABADELL
 
 
12 OCT 2020 09:35

La primera vez que vi y escuche a Moira Millán me impresionó su contundencia, fuerza y convencimiento, no sólo por su discurso sino por su expresión y figura, ataviada con la vestimenta tradicional mapuche. Su presencia es de dignidad y afirmación de la verdad y justicia por la lucha ancestral del pueblo nación Mapuche.

Pocas son las mujeres de pueblos originarios que trascienden las limitaciones de la mirada colonial que les impide publicar sus creaciones literarias. Moira Millán lo ha logrado y en esta entrevista deja patente lo que significa la recuperación de la memoria del pueblo-nación mapuche que ella ha conseguido ‘llevar’ a occidente. Lo que fue el genocidio y expolio de sus territorios a manos de los ingleses en connivencia con el Gobierno argentino.

Acabas de publicar El tren del olvido, ¿por qué éste título?
El tren y el ferrocarril son un símbolo y un paradigma del progreso tal como lo concibe el sistema-mundo. Como es habitual, después del expolio a los pueblos y el genocidio promovido para expropiar sus territorios, durante el gobierno de Carlos Menem se ha quedado abandonado. Es la metáfora del sistema, el modelo de progreso que destruye y atraviesa los territorios para luego dejarlo desmantelado. Por eso, El tren del olvido pretende ser un viaje contra el olvido. Porque esta matriz civilizatoria se lleva la memoria de los pueblos. Esta novela quiere rescatarla.

¿Cuáles han sido las vivencias que te han impulsado a escribir el libro?
Durante un viaje a Irlanda del Norte, en concreto a Belfast, en 2008, conocí a un ferroviario irlandés al que hablé de lo que hicieron los ingleses en la Patagonia Argentina para instaurar el ferrocarril; su política de apropiación de tierras, aunque Argentina no era su colonia, esa historia sigue siendo desconocida en estos nortes. Este hombre me contó que hasta Irlanda habían llegado muchos argentinos pero que ninguno había desvelado esta historia, Él me convenció para que la diera a conocer. Más tarde, en 2015 me diagnosticaron un cáncer de estómago, estaba en riesgo de muerte por esta enfermedad sin haber realizado mi propósito de ser escritora y contar esta historia al mundo

Entonces, me decidí a escribir sobre el impacto del ferrocarril en nuestro pueblo y nuestro territorio, y el vínculo entre el Estado argentino y la corona británica para permitir que los británicos esclavizaran a nuestro pueblo. Empecé a redactar y a ahondar en documentos históricos, coincidiendo con la desaparición del activista Santiago Maldonado (que apoyó las luchas de los mapuches y desaparecido en agosto de 2017) y pensé que lo que escribía estaba a la orden del día de lo que sigue sucediendo.

La Patagonia es un territorio con muchas riquezas donde hay muchos intereses económicos, sobre todo extractivistas y para llevar a cabo estas explotaciones se utilizaron a los militares

¿Cuáles son las fuentes que has consultado para confeccionar esta novela?
Mi familia está vinculada al ferrocarril Mi abuelo, mi padre y mis tíos fueron ferroviarios y conocen la historia del ferrocarril en Argentina; muchas de las historias que relato son reales, me llegaron a través de parientes y por conocidos. Mi novela es ficción pero tiene una relación directa con mi familia, de hecho el personaje de Fresia tiene el perfil de mi abuela materna.

La situación e historia de las mujeres indígenas se ve reflejada en la novela.
Sí. En un sistema patriarcal sólo quedan recogidas las voces de los hombres; incluso los hombres indígenas como lonkos [la autoridad correspondiente a cada uno de grupos de familias] y caciques no tienen ni idea del rol de las mujeres y de sus resistencias. Los hombres mapuches tampoco hablan de la realidad de las mujeres mapuches; por eso mis personajes son mujeres indígenas.

¿Qué mujeres indígenas son escritoras?
La industria editorial no valora el trabajo literario de mujeres y hombres indígenas. Además, el nivel de marginalidad y opresión existente no les considera ‘capaces’ de escribir literatura. El discurso de vencidos, invadidos y vencedores sólo tiene en cuenta la narrativa de los invasores. También en la zona de Wall Mapu, o sea en Chile, hay mayor resonancia y difusión de la literatura hecha por indígenas, como es el caso de Graciela Huinao, por ejemplo.

Menem, que en vez de restituir estos territorios a sus propietarios originales, permitió la venta de nuestras tierras a los ingleses y a Luciano Benetton

¿Crees que va a tener efectos la publicación del libro?
Entre otros, creo que servirá para esclarecer el origen de las múltiples opresiones que se han producido, porque se persiguieron a las mujeres-medicina, porque esta persecución llevó a que perdiéramos las machis [encargada/o de la curación espiritual y uso de hierbas] y que actualmente sigan siendo perseguidas.

La Patagonia es un territorio con muchas riquezas donde hay muchos intereses económicos, sobre todo extractivistas y para llevar a cabo estas explotaciones se utilizaron a los militares, que no entendían ni conocían las poblaciones mapuches de estos territorios. Con la novela, y todas las historias que narra, se entiende el contexto actual de la lucha mapuche.

El comodato entre Estado argentino con algunos lonkos mapuche para ceder territorios mapuche por cien años a la corona inglesa con el fin de instalar el ferrocarril, territorios que tenían que devolver a las comunidades mapuche, fue burlado por el presidente Carlos Menem. Menem, que en vez de restituir estos territorios a sus propietarios originales, permitió la venta de nuestras tierras a los ingleses y a Luciano Benetton [el propietario de la multinacional de ropa]. Estas propiedades son un derecho legal y ancestral del pueblo Mapuche que sigue reclamando sus territorios. Se violaron los acuerdos.

El tipo de vida y la visión del mundo que traían los europeos era la verdadera amenaza, con su lucha ontológica, epistémica contra pueblos originarios, no solo había racismo

Hay sucesos que resaltas más por su gravedad en la novela.
Descubrir la Campaña del Desierto y su finalidad, que era la ruptura de las familias indígenas, su esclavización y el despojo de sus territorios.

También destaco la argentinización de la población mapuche a través de la escuela. El conflicto surgido entre las comunidades en relación a que sus hijos e hijas fueran, o no, a la escuela para manejar el castellano, y así tener más elementos para defenderse de los abusos winkas [los invasores]. La escuela ha sido símbolo de la colonialidad y la argentinización de los pueblos indígenas

Otro aspecto es la llegada del ferrocarril a la Patagonia. Su impacto sobre pueblos originarios y sobre sus territorios ha sido desbastador.

Abordo también las analogías entre los pueblos oprimidos. El personaje irlandés de la novela, Liam O’Sullivan, viene de un territorio donde los ingleses ejercieron también la tiranía, el despojo, la esclavización y los condenaron al hambre… No sólo hay racismo con los no blancos, se da con los pueblos blancos, como el caso de los irlandeses. Y, por supuesto, trato la tiranía ejercida sobre el pueblo mapuche, el sistema con su matriz civilizatoria depredadora se ha instalado en el mundo. Las prácticas de opresión de los ingleses sobre gente blanca, como galeses, irlandeses y, también, sobre los pueblos originarios en otra parte del mundo.

En el caso de Argentina, además, el Estado quería promover una población rubia y blanca y favorecía la inmigración europea y aria frente a la de otros pueblos migrantes. El tipo de vida y la visión del mundo que traían los europeos era la verdadera amenaza, con su lucha ontológica, epistémica contra pueblos originarios, no solo había racismo. El concepto de racismo va más allá del que tienen los blancos que solo consideran el color de la piel; nuestra visión también contempla racismo hacia el pensamiento que es de origen ontológico y que es el modo, o manera, de entender el mundo del pueblo mapuche.

¿Cuál esa concepción del mundo?
Esta forma nuestra relativa al ser, muestra qué es la libertad. El personaje de Liam O’Sullivan, por su cultura y religión, tiene temor al sexo, a la libertad, a sus sentimientos y deseos; el miedo es parte de su disciplina. Pirenrayen, la mujer mapuche, en cambio, es muy libre con su sexualidad, con su cuerpo y con su espíritu. Esto causa un choque cultural. Las dificultades para actuar de Liam son de índole cultural. Hay por lo tanto un antagonismo de personajes, pero que permite que surja el amor. Se trasluce también en los personajes la contraposición entre el binarismo de la cultura dominante europea con las cosmovisiones indígenas, aunque el tratamiento de los personajes no es maniqueo, de buenos y malos, todos tienen rabias y odios, tienen sus luces y sombras y tratan de ser mejores personas a pesar de las circunstancias.

¿Hay relación entre tu novela y sobre lo que estáis trabajando las mujeres indígenas por el buen vivir?
Sí, porque se está recuperando la memoria de la tierra. La novela se hace desde la óptica de las mujeres indígenas, porque a través de la historia y la literatura, se ha mirado al mundo desde los ojos del conquistador y desde allí el físico, la inteligencia (‘no tenemos capacidades’), el desprecio a nuestros saberes ancestrales. Es imprescindible en nuestro tejido social la visión y posición de mujeres indígenas.

Los winkas temían al poder que habita en el cuerpo de las mujeres, tenían que despreciarlas, oprimirlas, no eran consideradas seres humanos.

Aquí en la novela ellas recuperan su dignidad, su mirada amorosa sobre sus cuerpos e identidad. Ellas han preservado el legado de mujeres que han sido sus predecesoras y que le ha costado guardar, secretos milenarios. En la práctica están continuando la lucha por sus derechos y trayendo saberes a nuestras vidas.

Fuente 

El salto diario 

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