“Enseñar el pensamiento crítico” de bell hooks. Una educación transgresora para el desarrollo de la conciencia crítica

Bell hooks, destacada educadora feminista afroamericana y crítica cultural, continuó con “Enseñar el pensamiento crítico” su importante “trilogía de enseñanza”. Este atractivo volumen que invita a la reflexión difiere ligeramente de los dos libros anteriores de la serie en que consta de treinta y dos miniensayos escritos a partir de su rico diálogo con colegas y estudiantes. Sobre la base de los temas de  “Enseñar a transgredir”  y  “Teaching Community” (no disponible en castellano) , y refinándolos, hooks continúa pensando y escribiendo críticamente sobre la práctica de la educación y la naturaleza a menudo hostil y violenta del entorno académico.

Por Jay Besemer

La violencia que hooks observa no es siempre ni sólo una violencia física; aquí, su trabajo se ocupa principalmente de un tipo de violencia ideológica, espiritual y emocional omnipresente contra la cual todos los educandos y educadores deben luchar. Sin embargo,  “Enseñar el pensamiento crítico”  es un libro impregnado de amor y esperanza, no de miedo. Al igual que sus dos hermanos, este volumen combina ideas de pensadores que generalmente se supone que no están relacionados entre sí. Por ejemplo, el teórico de la pedagogía de la liberación Paulo Freire y el monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh son dos de los mejores maestros de hooks fuera del aula, y se mencionan muchas veces y en muchos contextos en las páginas de “Enseñar el pensamiento crítico”. Como siempre en el trabajo de hooks, estas síntesis fértiles y en ocasiones sorprendentes ayudan a los lectores a impulsar sus propias ideas.

“Enseñar el pensamiento crítico”de bell hooks. Una educación transgresora para el desarrollo de la conciencia crítica
“Enseñar el pensamiento crítico”de bell hooks. Una educación transgresora para el desarrollo de la conciencia crítica

Un tema predominante a lo largo de este libro es la influencia del capitalismo corporativo en el tipo y contenido de la instrucción en la educación formal. Aquí hooks se enfoca en la forma en que las preocupaciones corporativas dan forma a la educación superior en particular, desde las metas y motivaciones de los estudiantes hasta los ambientes de trabajo y las condiciones de los trabajadores en las instituciones académicas. Esta discusión también ayuda a aclarar la importancia de las ideas de hooks más allá de los campus universitarios en los que los estudiantes y educadores luchan por un futuro nebuloso y de alto riesgo. Cuando el atributo humano único del pensamiento crítico, la capacidad de mirar más allá de la superficie de las circunstancias de nuestra vida, nuestras elecciones y acciones, y las decisiones de aquellos a quienes permitimos que actúen en nuestro nombre, no se desarrolla, ejercita o incluso fomenta, la calidad de nuestras vidas se ve afectada negativamente.

Escribiendo personalmente sobre el impacto del pensamiento crítico fuera del discurso académico, hooks comparte cómo funciona esa práctica para enriquecer su vida: “Buscar saber y comprender completamente me dio una forma de crear imágenes completas en mi mente, imágenes que no se formaron simplemente a través de una reacción a circunstancias fuera de mi control”. Una página más adelante, agrega:

Hay muchas circunstancias a las que se enfrenta la gente corriente que les obligan a examinar la realidad más allá de la superficie, para que puedan ver la estructura profunda. Estas circunstancias pueden llevarlos a reflexionar sobre la pregunta de quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por qué y así iniciar el camino del pensamiento crítico. Cuando aceptamos que todos tienen la capacidad de usar el poder de la mente e integrar el pensamiento y la práctica, reconocemos que el pensamiento crítico es una forma profundamente democrática de conocer.

Enmarcado de esta manera, el pensamiento crítico no es la actividad abstracta de una especie de élite intelectual privilegiada, y su aplicación trasciende los límites de lo personal o nacional. Ver y conectar tanto la “estructura profunda” como la visión amplia nos permite movernos con mayor libertad y compasión entre las multiplicidades de personas, culturas e identidades, entre contextos, significados e idiomas, de una manera que honra las diferencias pero fomenta la unidad.

Una habilidad que permite a las personas preguntarse sobre el “quién” y el “por qué” de cualquier situación es, de hecho, democrática, y potencialmente perturbadora del statu quo. Sin embargo, en los departamentos de inglés y humanidades, departamentos en cuyos cursos se enseñan tradicionalmente las habilidades de pensamiento crítico, escuchamos que los líderes empresariales denuncian la falta de habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas en sus empleados. No es necesario ser demasiado cínico para ver que los líderes empresariales naturalmente prefieren el pensamiento crítico que no conduce en una dirección que contradice irreconciliablemente los objetivos del capitalismo global. Pero hooks tiene una visión mucho más holística del lugar de la reflexión comprometida en un contexto global. Reconociendo su propia perspectiva como educadora, escribe: “Necesitamos una educación que aborde el mundo desde la diversidad. . . . Más que nunca antes, los estudiantes y los maestros necesitan comprender plenamente las diferencias de nacionalidad, raza, sexo, clase y sexualidad si queremos crear formas de conocimiento que refuercen la educación como la práctica de la libertad”.

La naturaleza de la educación está cambiando. Los estudiantes buscan títulos universitarios y de posgrado principalmente como credenciales para el empleo; en este momento, la alegría general de aprender y la exploración de ideas parecen motivar menos a los estudiantes que la necesidad de parecer atractivos para los empleadores potenciales. Aunque esa necesidad es ciertamente legítima y siempre ha moldeado la educación superior como una institución, muchas partes interesadas en la educación (estudiantes, educadores, personal de servicios estudiantiles, etc.) ahora parecen desconfiar de aprender, alentar o apoyar cualquier forma de conocimiento que no responda directamente a los intereses de los empleadores.

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Al postular la educación como la práctica de la libertad para equilibrar (o como un antídoto) la noción de la educación como una recopilación de credenciales,  “Enseñar el pensamiento crítico” busca ayudar a los educadores comprometidos a navegar las contradicciones y los desafíos de la academia para cumplir con nuestros objetivos. Es un mandato de prestar un servicio compasivo a los estudiantes, como personas íntegras, no simplemente como futuros empleados de alguien. hooks sugiere que, para estar al servicio de este contexto, debemos reconocer que nosotros mismos somos personas completas y dejar que nuestros alumnos vean que, como ellos, luchamos, aprendemos y amamos, fallamos, nos afligimos y seguimos intentándolo. Los lectores que no se ven a sí mismos como educadores o estudiantes aún encontrarán muchas ideas enriquecedoras y desafiantes en estas páginas.

“Enseñar el pensamiento crítico” de bell hooks. Una educación transgresora para el desarrollo de la conciencia crítica

Gitanos. Descolonizando el mito de un pueblo

 

nocionescomunes.wordpress.com/2011/02/04…un-pueblo/

Hablar de gitanos nos enfrenta a múltiples sensaciones y contradicciones. Para muchas, hablar de gitanos es hablar de esos otros lejanos y cercanos, pero también temido y admirado, idealizado y estereotipado. Pensar a los gitanos y a lo gitano tampoco es fácil. Aunque pensarlos fuera de los lugares comunes de la otredad, la pobreza, la exclusión social o criminalidad, etc. tampoco es sencillo.

En estas sesiones pretendemos acercarnos a los gitanos y a lo gitano, hablar, pensar y reflexionar dentro de un contexto social, histórico y político descolonial desde dentro de la metrópoli, desde los lindes interiores de esa metropoli. Pero una reflexión que nos acerque no sólo a comprender o mirar a los gitanos de una u otra forma, sino también a su vez a entender la realidad global donde han estado insertos y de la cual han formado y forman parte de su configuración.

A lo largo de estas sesiones pensaremos de la mano de los gitanos y lo gitano de conceptos como el frontera, raza, otredad y mismidad, colonialidad, descolonilidad, poder, biopoder, genealogía, tecnologías y resistencias.

 

Justicia Patriarcal, por María Galindo

 

 23/12/2020
 

¿Qué es la justicia patriarcal?

El aparato de justicia: policía, jueces, fiscales y forenses. El Código Penal entero: cada uno de sus elementos tiene una estructura y origen patriarcal que sigue vigente. Por eso resulta imposible que ese aparato le de solución al feminicidio, acoso sexual, violencias machistas, irresponsabilidad paterna, violación sexual y los etcéteras, que han ido entrando lentamente en la casilla de delitos y saliendo de la casilla de formas de violencia legítimas de los hombres contra las mujeres y de los cuerpos dotados de poder patriarcal contra los cuerpos despojados de soberanía. 

Se han producido leyes parche como formas de respuesta lenta a la masacre contra las mujeres y los cuerpos no soberanos, leyes que a su vez han demostrado no resolver el problema y que pueden revertirse en contra de las mismas víctimas una y otra vez.

La pregunta no es si la ley sirve o no. En principio se supone que es útil, aunque cotidianamente muestra su inutilidad pues si de conseguir justicia se trata, siempre las más pobres, las más criminalizables -como son las mujeres en prostitución, las trans o las lesbianas-, quedan en la cola del sistema sin posibilidad de acceso a la justicia. 

Los casos van por orden de prioridad racista, clasista, homo y transfóbica. Lo mismo si se mide al victimador. Los más pobres de entre los hombres bajo una lupa clasista, racista y homo y transfóbica serán considerados posibles victimarios y mientras más arriba en la escala social esté el victimador menos posibilidad de juzgarle como victimario tiene la víctima. El entramado de la justicia patriarcal no solo es el texto de la ley, sino el drama de su aplicación en todos y cada uno de sus detalles.

El testigo es el que posee testículos
Justicia patriarcal es que la palabra de las mujeres no tenga valor de verdad, sino que sea de antemano una palabra sospechosa y despojada de credibilidad.

Justicia patriarcal es que en un juicio por violación, la violada tenga que probar su inocencia, que una mujer que aborta sea penalizada, pero el aborto masculino sea legítimo. Aunque el primero se dé en un caso de embarazo y el segundo se dé en un caso de paternidad irresponsable.

Que haya una clasificación “moral” pormenorizada de las mujeres asesinadas y que los feminicidios sean socialmente juzgados desde la culpabilización de las muertas.

Justicia patriarcal es que toda madre sea susceptible de ser vigilada judicialmente sobre el cumplimiento de una maternidad “buena”, pero que todo padre pueda presentarse ante un juez teniendo hijes de diferentes parejas que no puede mantener y que se fije la asistencia familiar, no sobre la base de las necesidades de subsistencia de las wawas, sino sobre la base de  la irresponsabilidad y comodidades del padre irresponsable, que jamás se sentirá en la obligación jurídica, no solo de criar y educar a las wawas, sino ni siquiera de ponerse un condón.

Justicia patriarcal es que un forense minimice las lesiones de una víctima de violencia machista, pero que cuando una mujer se defiende de su victimador, ella sea considerada no víctima, sino victimadora y la legítima defensa sea juzgada como asesinato o agresión con rapidez y sed de castigo social para que esa víctima sirva de escarmiento histórico, para que las mujeres no se atrevan a defenderse de sus agresores.

Justicia patriarcal es que toda víctima necesite de un abogado para ser representada y que no sea el Estado mismo, a través de la fiscalía, quien la represente.

Justicia patriarcal es que la víctima tenga que convertirse en investigadora porque la policía ha convertido en rutina los femicidios y no tiene la voluntad ni la pericia para recabar las pruebas.

Justicia patriarcal es que el sistema en su conjunto les achaque al alcohol, la fiesta o el deseo de libertad sexual las causas de la violencia machista, pero no así a la educación, al concepto de familia, a los patrones de los medios de comunicación o al discurso misógino institucionalizado y generalizado. 

La justicia patriarcal quiere aislar cada caso para evitar el aglutinamiento de las víctimas y la crítica al sistema que sostiene, produce y legitima esa violencia. Busca las causas que la produjeron en teorías criminalísticas que conviertan a la víctima en responsable de la violencia que sufre y al victimador en una suerte de “enfermo” mental excepcional. 

Todo el sistema intenta intervenir sobre la víctima y no sobre el victimador. Ella sufre violencia machista no porque quiso emanciparse, sino porque es “carente de autoestima”, no porque se está rebelando, sino porque sale a bailar o se viste con escotes.

El victimador jamás es interpelado. Se lo encierra en una cárcel donde el tipo de reclusión será rifada por la policía sobre la base de la extorsión económica que contra el victimador pueda utilizar la policía.

No hay casas para maridos golpeadores donde ellos cocinen, cosan, tengan horarios de entrada y salida y hayan tenido que dejar las casas donde vivían, pero hay casas de refugio tipo cárcel/convento para mujeres víctimas de violencia machista.

La imagen que se muestra de nosotras es la de cuerpo maltratado, mutilado, golpeado, humillado, tirado en el piso y sangrante. 

No estamos ante un reclamo por justicia, sino ante una disputa conceptual de lo que por justicia entendemos. Una disputa que pasa por el sentido y el significado que tiene cada moretón, una disputa que pasa por cada una de las palabras que vamos a inventar para formular lo que estamos viviendo las mujeres y los cuerpos despojados de soberanía en una sociedad patriarcal capitalista y colonial. 

Cada uno de los pasos que hemos dado intenta ser recapturado en contra nuestra para que esta gigante lucha por justicia y para que este gigante dolor social se reviertan contra nosotras, una vez más. Por eso las palabras, las discusiones y las formas como vamos interpretando nuestro propio camino no los podemos dejar en manos del Estado, los partidos políticos, ni las oenegés. Nuestro mayor desafío político y filosófico es escuchar a las víctimas como protagonistas, y desde sus palabras y sus vivencias construir esperanza. Nuestro mayor desafío político y filosófico es responder a las violencias machistas desde nuestra autonomía política y no como clientas del Estado, los partidos, los organismos internacionales y las oenegés.

Tenemos que pasar de denunciar lo que no queremos a inventar lo que queremos.

Pasar de la denuncia a la invención
Sobre la base de formas de complicidad pequeñas e invisibles hemos llevado nuestras denuncias ante ese aparato helado e indiferente que es la Justicia Patriarcal. Tal es la cantidad de denuncias y trajines que hemos producido en sus corredores, que las mujeres mas anónimas de la sociedad hemos logrado demostrar que su aparato de justicia no sirve para nada.

Hemos logrado colapsar sus juzgados, acabar con sus horas de trabajo tratando de explicar cada moretón, cada insulto, cada violación. Han sido tantas las horas que hemos necesitado para eso que lo único que hemos logrado demostrar es que están sordos.

Este colapso del Estado ante las mujeres es importante porque deja claramente establecido que no hay policía suficiente para contener la violencia machista, sino que la policía misma es un brazo de producción de violencia patriarcal.

Este colapso del Estado ante la necesidad de justicia de las mujeres representa, ni más ni menos, que haber llegado a un límite entre lo viejo y lo nuevo, es haber llegado a un límite en el que la reforma de la ley no basta ni resulta suficiente. Es haber llegado a un límite en el que la retórica queda develada como retórica, donde queda demostrado que la propia categoría de género se ha convertido en un adminículo retórico de su misoginia estructural. Por muy loco que parezca es así.

Este límite nos obliga a pasar de la denuncia a la invención. 

Mañana nuestro trabajo no es continuar con ese trajín amargo, sino pasar de denunciar a la justicia patriarcal a producir nosotras otras formas de justicia, porque sin justicia no podemos vivir.

Estamos conscientes de que la relación victimario/ víctima no se resuelve con la cárcel: somos responsables de construir otra respuesta de justicia. 

Somos responsables de no fortalecer el sistema carcelario clasista, racista, patriarcal, policíaco y corrupto. La justicia que necesitamos la tenemos que construir por fuera de su Código Penal, de su policía y de su cárcel. Tenemos que ser capaces de respondernos: ¿Qué haríamos nosotras como juezas con un violador? ¿Qué haríamos con un femicida? ¿Qué contenidos tiene esa otra justicia que reclamamos? ¿Nos atrevemos a pasar de denunciar la misoginia del juez a plantear otro concepto de justicia? ¿Seremos capaces de no nutrir con nuestros sueños de justicia los aparatos de represión carcelario donde han sido recluidas nuestras abuelas de lucha?

¿Seremos capaces de repensar nuestro lugar de víctimas para trascenderlo y no para perpetuarlo, para que nuestras hijas hereden lugares de lucha y rebeldía y no lugares de resignación y humillación? En ese límite estamos.

Allí hemos llegado. 

Recuento de los daños: Observatorio Lucía Pérez
Los Estados vienen haciendo recuento de víctimas de violencia doméstica, intrafamiliar o de género, que es como les han venido llamando según diferentes olas teóricas.  Son recuentos que están en manos de la policía y el Poder Judicial y que están hechos para reducir a las víctimas a cifras. 

Están hechos para normalizar la violencia, para que esos recuentos se conviertan en un adminículo más de un mensaje de vigilancia y advertencia contra nuestras libertades. Esos recuentos, inclusive, están hechos para olvidar los nombres de los femicidas y que cada uno de los femicidios figure con nuestros nombres. 

Están hechos también para borrar los motivos por los que fueron asesinadas y sustituirlos por el pálido dato de que son mujeres y punto. En muchos casos son, además, recuentos que excluyen a las mujeres trans de las listas de femicidios y que excluyen también a las mujeres en prostitución, porque los asesinatos de esos dos tipos de mujeres no son dignos ni de ser mencionados como número.

El observatorio autogestionado Lucía Pérez, en ese contexto, levanta un foro de justicia que, hasta donde conozco, no tiene precedentes ni comparación.

No se trata de un recuento autogestionado contra uno estatal para hacer lo mismo. No es una diferencia de detalle, ni de número, sino el uso político del número de víctimas para construir eso que tanta falta nos hace: la visión de conjunto. La visión de la cuestión estructural masiva; eso que tanta falta nos hace que es la concatenación de un caso con otro como fenómeno político. 

Nos obliga a hacer lo que todo el sistema patriarcal se niega a hacer que es volcar la mirada y el registro en el victimador y, además, detallar los datos esenciales de cada uno de los femicidios. 

Este padrón autogestionario nos obliga a convertir la cifra en un dato político, nos obliga a concatenar caso con caso y caso con lucha, volcándonos a que pasemos de la lucha individual por justicia a la lucha colectiva por justicia, que es la única que realmente tiene sentido. 

Este padrón implica un enorme esfuerzo. Es como haber construido un empedrado sobre el cual marchar, es haber convertido los ríos de sangre en ríos de agua donde navegar en busca de justicia. 

Nos obliga al encuentro entre víctimas y a la búsqueda de la invención de lo nuevo. 

Este padrón nos regala la acumulación de lucha, para que cada marcha deje de ser un esfuerzo circunstancial. Nos da el grado gigante de conciencia contra las violencias que hoy está en manos de las mujeres de todas las edades y regiones, y convierte esta lucha en el hilo en torno del cual nos podemos unir. Relaciona femicidio con muerte por aborto clandestino y con violaciones, planteando así la matriz común que es otra de las cuestiones que el Estado y el Derecho Penal patriarcal separan como delitos que no tienen relación. 

Este padrón autogestionado materializa la tesis más importante: la base de toda violencia patriarcal es el despojo de soberanía de nuestros cuerpos.

Por eso este padrón representa un modelo a imitar y una ruptura conceptual en la forma de enfrentar la luchas contra las violencias patriarcales.

Este padrón autogestionario materializa lo que la autonomía política representa porque no hay lugar para concesiones ni omisiones: es el punto de partida sobre el cual deliberar cómo será esa otra justicia que queremos, que ofrecemos y que necesitamos.

Por el derecho a no ser asesinadas
Nuestro desafío mayor es producir justicia: justicia feminista. Y quiero atreverme a plantear unas pocas pistas de lo que eso significaría.

La justicia feminista no saldrá de la reforma de la ley, sino de la producción paralela de justicia, tal cual lo hicimos con las dictaduras militares y los crímenes de lesa humanidad. 

Esta otra justicia se puede gestar si somos capaces de construir tribunales populares de mujeres para atrevernos a juzgar los casos. 

La justicia feminista no saldrá del juzgamiento con perspectiva de género que nos ofrece retóricamente el Estado, sino de situarnos en el intersticio entre legalidad e ilegalidad, es decir en el espacio de la alegalidad, para actuar rápidamente, para cuidarnos entre nosotras, para salvar nuestras vidas y actuar socialmente contra los violentos con la capacidad de convertir nuestro dolor en voz pública y autorizada para actuar.

La justicia feminista no saldrá de la construccion de una criminología, sino de la capacidad de desmontaje de la masculinidad violenta. 

Lo que necesitamos demostrar no es el delito así como lo comprende el procedimiento penal, sino el ejercicio de violencia como ejercicio de una masculinidad en decadencia. 

Necesitamos desactivar al violento de su ficticio poder de ejercer violencia. En los juicios de justicia feminista necesitamos demostrar que el poder de matar que usa el femicida termina aniquilándolo a él mismo.

Necesitamos destruir y desmontar el altar donde el femicida se endiosa para quitarnos la vida, porque sin altar su conversión en un ser débil y vulnerable será pensable, posible e imaginable.

No estamos asistiendo al recrudecimiento del patriarcado sino a su colapso. 

La violencia que sufrimos es la respuesta a la libertad que ejercemos y no podemos perder eso de vista ni por un solo segundo.

Necesitamos producir una forma de justicia que no represente un trauma para las violadas, sino su plena sanación y la plena recuperación de su libertad. 

Un escenario donde la violada no sienta vergüenza, sino que sea el violador el que deba avergonzarse.

Necesitamos producir una forma de justicia que reproduzca justicia y no que reproduzca odio y decadencia. 

Esa forma de justicia la inventaremos juntas, la inaguraremos concatenando nuestros dolores, tal cual lo hace hoy este padrón autogestionado de violencia patriarcal.

 

fuente https://lavaca.org/mu154/justicia-feminista-por-maria-galindo/

“Absit”: un relato de Angélica Gorodischer

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Gurumbé: Canciones de tu memoria negra

 

2016 · 1h 12min
 
Gurumbé. Canciones de tu memoria negra - Cité ...

Sinopsis

Un documental que rescata del olvido la historia de la esclavitud africana en la Península Ibérica, resaltando el protagonismo que, junto a otros colectivos marginales, tuvieron en nuestra historia y nuestra cultura.

Con la explotación comercial de América, miles de africanos son traídos a España y Portugal para ser vendidos como esclavos. Algunos serán exportados a las colonias y otros se quedarán en las ciudades. Estos últimos formarán una población que irá ganando su espacio en la sociedad, enfrentándose desde el principio a su situación de esclavos y a los fuertes prejuicios raciales.

 

ver en :

https://www.filmin.es/pelicula/gurumbe-canciones-de-tu-memoria-negra

El cuento de ‘La Chivata’, de Luisa Carnés

Ofrecemos en exclusiva este cuento de Luisa Carnés (1955), que se acerca a la causa republicana desde la mirada particular de las mujeres represaliadas en el franquismo

 
 
 

Niños en el patio de la prisión maternal instalada en la cárcel de Ventas. 1955. (Archivo Regional de la Comunidad de Madrid)

Luisa Carnés

26 de mayo de 2017 11:27h

I

¿Quién era? No podía ser la madre del niño recién nacido, de aquel niño de piel rosada, llena de arrugas, cuyos puñitos apretados eran los únicos puños que podían cerrarse ante las miradas agudas de las celadoras. No podía ser la madre recién llegada, cuyo hijo acababa casi de abrir los ojos a la luz de aquellas galerías, cuya claridad no descubría graciosos pájaros, ni iluminaba un solo árbol, un árbol siquiera, que pudiera contar el paso de las estaciones con su desgranar de capullos en cada rama o su crujir de hojas secas bajo los invisibles dedos del viento. No podía ser aquella madre nueva, cuyos labios pálidos sellaban el camino de la libertad del marido («Podéis matarme, pero no diré por dónde se fue»).

 

Su cabello apretado en rueda sobre la nuca todavía no encanecía. Sus manos alzaban al hijo para que recibiera el rayo de sol que paseaba despacio, de doce a una, por el patio, para que recibiera el aire delgado que a las oscuras celdas no quería pasar. No podía ser tampoco la madre del niño doliente, que no sabía lo que era un caballo, ni menos aún conocía la leche de la vaca mugidora, e ignoraba que dos hileras de casas formaban una calle, y varias casas puestas en rueda forman una plaza. El niño de piernas de alambre, que desconocía otras aves que no fueran aquellas que cruzaban por encima del penal, con un ruido que hacía temblar todos sus pequeños huesos.

No podía ser tampoco la maestra. La maestra no era joven ni bella. Sus manos se habían deformado con ropas ajenas. Había lavado en lavaderos públicos, en pilas frías, por las cuales pasaban ropas de todas partes, pero sobre todo señaladas con un signo (USA) que la maestra conocía muy bien; en lavaderos de hospitales, oscuros, húmedos, acompañada a veces de algún cadáver, en espera de la noche para ser rescatado por la tierra. Así se enclavijaron los dedos de sus manos, mientras los niños españoles no sabían que dos y dos son cuatro. Cuando en las batas tiesas de un hospital aparecieron unas hojitas en contra de Franco y de los yanquis, la maestra fue puesta en cautiverio. Y ahora sus dedos torcidos apenas pueden sostener el pedazo de lápiz que escribe, para los hijos de las presas, cuántos días tiene un año sin leche, sin pájaros, sin juguetes, y con aquellas grandes alas de metal norteamericano traspasando los aires… No podía ser tampoco la maestra.

No podía ser la anciana de los zuecos (otro beso de amor sobre un camino). Le preguntaban «¿Dónde está tu hijo?», y ella respondía «¡Sábelo Dios!». Y ahora estaba allí, en el día eterno de la cárcel, con sus viejos zuecos, que nadie podía arrancarle de los pies y que producían durante todo el día un ruido seco por las galerías y el patio, añorando las viejas piedras de la aldea. No podía ser tampoco la vieja de los zuecos

¿Pues quién entonces?, ¿quién era? ¿Carlota, la de los ataques; Jacinta, la Madrileña; Pepa, la Tuerta (culpa fue del vergajazo de la funcionaria); Maruja, la Liviana (flaca como un perro flaco, saltarina y ligera como un alambre azotado por el vendaval); Filo, la Asturiana; Carmen; Amparo…? ¿Quién de ellas? ¿Cuál de todas aquellas sombras de mujer era «ella»?

—Bueno, yo no digo que si aquella o la de más allá, pero entre nosotras está la prójima.

—¿Tú, no quedrás decir…? Pero, ¿por qué me miras? ¿Tengo yo cara de chivata?

—¡Mía esta!… Estás enfrente de mí. A algún lao tiene una que mirar.

—Pero, casualmente, me has mirao a mí.

—Pues eso habrá sido, casualmente… ¡Mía esta!

Estaban en el patio. El sol, ya alto, apenas calentaba. Alto, alto. La madre joven levantaba a su hijo entre las manos —el niño de carina menuda, como una cereza arrugada—, pero no lograba que el infante alcanzara aquella débil flecha amarillenta que apuntaba a una pared gris. La Liviana tiritaba dentro de su toquilla negra, y con sus largos brazos rodeaba su propio cuerpo. Carmen, María, Angustias, Filo, hacían guantes y pañitos de perlé, y la anciana de los zuecos medía las losas frías de aquel pozo que se comía los colores, los senos, las caderas, la juventud de las reclusas.

—Tú dices, pero una tiene que recelar de todo. Aquí todas somos de confianza, pero ¿quién dio el soplo el día de la clase política?, ¿y la noche de la lectura del periódico? ¿Cómo se supo quién escondía la bandera republicana el año pasado?

—Tiene razón. Todo eso es más que sospechoso. Las funcionarias no son adivinas. ¡Hay que ahorcar a la que… !

—No puede ser una política.

—Tié que ser una de las comunes, que se haya infiltrao.

—¿Pero quién puede ser, quién? Otra vez a mirar, a buscar con los ojos, en los ademanes, de un grupo en otro (no podían ser más de cinco). ¿Quién? ¿Quién? Y otra vez, la misma de antes:

—¡Y dale!… Mira pa’ otro lao, tú.

—¡Pues a algún sitio tengo que mirar, ¡mía esta!…

Siguieron mirándose unas a otras después, en el comedor, y más tarde al formar en la galería para que las contara la celadora. Y en los días que vinieron. No había descanso. No se sabía quién era, pero se la sentía en todas partes. Se la sentía como algo impalpable, pegajoso y frío, algo que enmudecía el labio y hacía cerrar las manos debajo de los delantales y en los bolsillos de las batas. Era algo contra lo que era difícil luchar. Porque, ¿cómo se defiende la gente de una sombra? Y eso era la chivata, una sombra que resbalaba sobre el patio y la galería; una oreja adherida a todas las celdas, arañando en todos los cerebros y robando los pensamientos, quizá antes de que nacieran.

Había introducido en el penal algo peor que el hielo: la desconfianza. La desconfianza sellaba las bocas y enfriaba los corazones de las presas. Los corazones, antes tan encendidos en amor. Se cerraban las mujeres dentro de sí mismas como lo hacían cada noche en las celdas con sus cuerpos las funcionarias. Y en la oscuridad casi total — solo la pequeña bombilla de carbón al final de la galería— se adivinaba al poder maligno deslizándose ante las puertas, captando los suspiros, las lágrimas, los anhelos de libertad y de justicia, la nana de la madre joven, de pechos henchidos, que soñaba para su hijo un rayo de sol, como la madre del niño raquítico soñaba para el suyo un caballo con cola de algodón.

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II

—Os digo que es ella.

—¡No puede ser!

—Es la que mejor cumple las tareas.

—Con su cuenta y razón.

—Es la primera que reclama a las funcionarias…

—Y hasta la metieron en celda de castigo el mes pasado.

—Sí, menuda celda de castigo… ¿Sabéis cómo se llama su celda?; la Puerta del Sol. Mi hermana la vio en la calle hace dos semanas.

—¿Cómo es posible?

—Toma, siéndolo. Entra y sale de la cárcel como Pedro por su casa. ¿Qué más pruebas queréis?

—Si fuera verdad, era para matarla.

—Y tanto que lo es. Mi hermana no inventa infundios. Me lo escribió en un papelito. Aquí está. Pasarlo a las demás, con cuidado.

—Sí, con tiento… La anciana de los zuecos contaba baldosas en el patio. La madre joven había conseguido al fin que su hijo aprisionara en sus puñitos cerrados el rayo de sol, y reía:

—¡Qué rico solecito para mi niño!

Carmen, Filo, Carlota, María y Angustias movían entre los dedos las agujas de hacer croché. El pequeño papel blanco pasó entre sus dedos ligeros, entre los aleteos juguetones. En él unas letras a lápiz decían: «Cuidado con la Liviana. La he visto en la calle». Entre los dedos de la última se convirtieron en diminutos pétalos, que más tarde desaparecieron en el retrete.

—¿Lo creéis ahora?

—¡Qué horror!

—Es la más interesada en las clases políticas.

—La más interesada en la lectura del periódico.

—¡Qué descanso para todas!

—Cuando yo decía que «ella» estaba entre nosotras…

—Pero lo decías mirándome a mí.

—¡vaya manía que te ha entrao! Bien sabe Dios que no te miraba a ti ni a ninguna, pero desconfiaba de todas. Alguna de nosotras tenía que ser.

—Eso sí.

—¡Y pensar que ella tiene el secreto de nuestro trabajo!

—Y sabe cómo entran las cartas en la cárcel.

—Y cómo salen.

—Ya se nos estropeó lo del 14 de abril.  

—¡Que te crees tú eso!

—veréis como hay cacheo el 14.

—¿Y qué que lo haya? En peores nos hemos visto.

—¡Y tanto!

—Callarse, que ahí viene…

Pero como eran cinco en el corro, la Liviana pasó de largo.

—¿Se habrá olido algo? Es muy larga.

—Es que somos cinco.

—Es verdad.

—Cumple bien el reglamento.

—Demasiado bien. La madre aupaba en sus brazos al niño recién nacido, que seguía apretando en sus puñitos el sol, que tendía a escaparse.

—¡Qué solecito tan rico para mi niño!

Los zuecos de la anciana seguían arañando las losas del patio, buscando acaso los perdidos pedruscos de la aldea.

III

Ya el sol calentaba aquel 14 de abril, pero a nadie le extrañó ver a la maestra envuelta en la manta de su catre. Llevaba algunas semanas que se quejaba de tercianas, pero apenas le hacían caso las funcionarias, y por todo tratamiento le suministraban dos aspirinas al día. A nadie le extrañó verla aquel 14 de abril envuelta en la manta, tiritar bajo el sol alegre, que envolvía en su calor al niño de carita de cereza arrugada, como metida en alcohol.

A pesar del cacheo de la mañana, las funcionarias no habían prohibido la hora del paseo en el patio, aunque estaban más vigilantes que de costumbre en las galerías altas que miraban al patio. Por la mañana, después del desayuno, cuando las reclusas atendían al aseo de sus celdas, sonó un timbre largo rato, y la jefa de galería apareció a lo lejos.

—¡Cacheo tenemos!

Venía la jefa acompañada de otras dos celadoras de la prisión. La jefa gritó:

—¡Todas afuera! ¡Cada una de pie al lado de su celda! Las celadoras subalternas registraron a las mujeres una por una. Registraron las celdas, una por una. Nada quedó sin registrar. Sus manos palpaban las pobres prendas remendadas, arrancaban de las paredes los retratos familiares, deshacían los catres.

—¿Dónde están las banderas?

—¿Dónde las habéis metido, cochinas? Cien banderas que se había llevado el viento. —Buscad, no dejéis nada sin mirar.

Otra vez, las manos temblonas de las celadoras rasgaron papeles y arrugaron trapos limpios. Los libros, si alguno había, quedaban destrozados. Dentro de los secos pechos de las tres celadoras, los corazones negros trepidaban como locomotoras.

—¿Dónde están?… ¿Dónde las habéis metido?

Las cien mujeres de aquella galería aparecían tiesas, pegadas a las puertas de sus celdas abiertas. Eran cien estatuas sin vida. Los ojos miraban fríamente a las tres mujeres que destrozaban sus pobres prendas. Levantaban los colchones de borra apelmazada, vaciaban los viejos baúles, las cajas de cartón, donde crecían las labores de croché que más tarde venderían en la calle los familiares de las presas; el trabajo que se convertiría en mejor pan, en «café, café», o en lana para los calcetines del invierno. Todo era apretujado, pisoteado, pero las banderas no aparecían. Y en aquella galería había cien mujeres. Las mujeres eran estatuas erguidas ante sus celdas.

Entre ellas estaba la de la Liviana, desarticulados los largos brazos y piernas, pegada a la puerta oscura como una delgada oblea. Y la madre joven, rebosantes los pechos hasta mojar la fea bata. Y la anciana de los zuecos, impaciente por emprender su interminable caminata en busca de la aldehuela que no se vislumbraba en patios ni pasillos. Y la maestra, tiritando de frío en 14 de abril.

—¿Por qué tiemblas tú? —inquirió la jefa.

—Me siento mal.

—Tiene calentura —dijo la madre joven.

—Cuando acabéis, dadle a esta dos aspirinas —ordenó la jefa a las celadoras.

Media hora más tarde quedaron solas las reclusas. Cada cual se entregó a la tarea de arreglar sus pobres bienes destrozados. Reían y cantaban, y se abrazaban unas a otras. Una vez que la Liviana intentó abrazar a una de ellas se sintió rechazada, y oyó una voz muy baja que le dijo:

—¡Quita de ahí, Judas! 

La Liviana fingió no haber oído nada. Siguió haciendo su vida ordinaria: el taller, la labor de croché, como todas. Nadie le volvió a decir nada. Pero empezó a sentirse sola. A la hora del paseo en el patio comenzó a sentirse sola. Sorprendió en sus compañeras miradas que no conocía. Le llegaba un sordo rumor de voces, como el ruido airado del mar cuando se escucha desde lejos, al otro lado de una montaña. Abría mucho los ojos y los oídos pero nada oía ni veía, salvo las miradas extrañas, que avanzaban hacia algo, que buscaban algo sin acabar de posarse en nada. Y aquel ruido sordo de las voces sin palabras, aquel como fino oleaje que la cercaba… Arriba, en la galería superior, las celadoras vigilaban el patio, pero estaban muy lejos. No podía reclamar su atención. No encontraba el medio de comunicarles su miedo, de hacerlas partícipes de aquella amenaza que sentía sobre sí y la llenaba de temor. Nunca supo lo que era el temor, esa cosa que enfría las manos y paraliza las piernas. Eso que debían sentir las presas políticas cuando la Falange las llamaba a declarar a la dirección de Seguridad, y que ella desconocía.

Desde arriba las celadoras veían el patio como lo veían siempre, florecido de cabezas de mujer a falta de flores auténticas, ni siquiera con la más leve brizna de hierba asomando entre las piedras. No podía traspasarlas aquel sordo rumor como de mar que comienza a embravecer. No podían ver aquellas miradas que cambiaban. Ahora tenían una expresión solo captada por la Liviana, aquellas miradas que al fin convergieron en un punto, como aquel que llega a una cita. Y acallaron aquel rumor, que no tenía nada de humano, para dar paso a un grito extraño, desarticulado, que no era de temor ni de alegría ni de odio, proferido por cien gargantas. Que ahogó el de la Liviana antes de nacer. En el barullo alguien dijo:

—Todavía están ahí las funcionarias.

Y alguien:

—No importa. Tiene que ser ahora. Así se acordó.

La manta en que se arrebujaba la maestra voló sobre muchas cabezas. El grito se dividió en gritos. Pero ahora eran de alegría, contenida por mucho tiempo, más bien desconocida de siempre. Era la locura del silencio transformado en voz y luego en cántico. Cantaban canciones infantiles, y mientras las sílabas formaban en sus labios palabras candorosas, las voces eran aullidos sin forma que atraían las miradas de las celadoras de la galería superior. Cantaban y golpeaban sobre la manta de la maestra con tercianas que, después de revolotear sobre las cabezas, había caído al suelo. Golpeaban sobre la manta con risas y alaridos.

La madre joven entregó a su hijo a la vieja de los zuecos y golpeó también con fuerza. Todas golpeaban ciegamente encima de la manta, con los pies y las manos. Golpeaban por ellas y por las demás reclusas del penal. Golpeaban por sus hombres presos o muertos, por sus propias penas y por las ajenas. Golpeaban por los cautivos víctimas de las delaciones, por los eternos días de la cárcel, por las noches sin sueño, por los años sin pan y sin leche, por la juventud sin amor, por la niñez de los niños que no conocían de España más que unas celdas estrechas y unos altos muros grises…

Cuando aquel flaco cuerpo de la Liviana, aquella fea rata delatora, dejó de ofrecer resistencia debajo de la manta, sintieron miedo, un miedo colectivo, que es más profundo y trágico que el miedo de un solo ser, que es un miedo que no cabe en el mundo. Pensaron: «La hemos matado». No, ellas no querían matar. No querían devolver muerte por muerte. Querían castigar. Demostrar a las celadoras que la chivata no había podido interrumpir en la cárcel el trabajo de las políticas, cortar su apasionada esperanza, su confianza en el mañana de España y la propia confianza, la amorosa confianza de unas en otras, la mutua ayuda, la solidaridad, la comprensión. Todo eso tan bello, tan alentador, que las ayudaba a sobrellevar la larga espera redentora, el mañana español que sería esplendoroso, como lo era ya para otros pueblos de la tierra…

Con temor, alguna tiró de una punta de la manta de la maestra y se vio a la Liviana moverse, sentarse en el suelo, recogerse sobre sí misma, extender sus brazos, con aire dolorido, a las celadoras, que miraban la escena con estupor, que hasta entonces no comprendieron.

—¡Socorro! ¡Me matan! —gritó la chivata con las pocas fuerzas que le quedaban.

Y las celadoras acudieron de todas partes en su ayuda. Pero iba a ser difícil encontrar a las culpables. Habría que castigar a las cien mujeres de las cien celdas del piso bajo del penal. Mientras la Liviana era atendida en la enfermería de los golpes sufridos aquella noche del 14 de abril, en las celdas del piso bajo, cien voces gritaban una canción de la guerra española que en este momento, para las reclusas, era una canción de victoria: El ejército del Ebro, una noche el río pasó, y a las tropas invasoras, buena paliza les dio.

Cuando las funcionarias encendieron las luces de la galería baja, cien banderitas republicanas ondearon a través de los ventanucos de las cien celdas, bajo las bombillas de carbón.

Las Perífrasis verbales en español

Las perífrasis verbales son construcciones que constan de dos o más verbos que funcionan como uno solo. En muchos casos, los verbos que la componen van unidos por una preposición que rige el primer verbo. Por lo general, se trata de un verbo auxiliar en forma personal (esto es, conjugado) seguido de un verbo principal en forma no personal (en infinitivoparticipio o gerundio). Las perífrasis verbales expresan la intención, el comienzo, la duración, el transcurso o el fin de una acción. Una de las primeras perífrasis verbales que se aprenden en español es: ir a + infinitivo.

En este apartado te explicamos las perífrasis verbales que existen en español según el significado que aporten al modo en que se realiza la acción.

Ejemplo

Estoy a punto de acabar mis deberes y voy a leer un rato. Después tengo que ir a clase de español. Suelo acudir dos veces por semana a la academia. Llevo estudiando en esa escuela tres años. Me gusta mucho mi profesora y tengo entendido que es una de las mejores del centro de idiomas.

Formación

Las perífrasis verbales se componen de un verbo auxiliar en forma personal que indica el modo en que se realiza la acción, a veces además un nexo que puede ser una preposición o una conjunción, y un verbo principal en forma no personal (infinitivoparticipio o gerundio).

Ejemplo:
Esta tarde vamos a ir al cine con los primos.
Suelo acudir dos veces por semana a la academia.

Tipos de perífrasis verbales

Las perífrasis verbales se pueden clasificar atendiendo al significado del verbo auxiliar en forma personal y según la forma no personal del verbo que la compone, obteniéndose así las perífrasis de infinitivo, de gerundio y de participio.

Perífrasis de infinitivo

Las perífrasis de infinitivo se componen de un verbo auxiliar en forma personal (conjugado) seguido de un verbo en infinitivo. Se clasifican por su significado en perífrasis modales y perífrasis temporales. La mayoría requieren un nexo (preposición o conjunción) entre el verbo en forma personal y el infinitivo.

Las perífrasis modales: expresan la actitud del hablante (obligación, necesidad, posibilidad, etc) a través del verbo auxiliar ante la acción que se expresa en infinitivo.

Modo Perífrasis Ejemplo
obligación


haber de infinitivo Has de llegar puntual.
haber que Hay que llegar puntual. (impersonal)
deber Debes llegar puntual.
obligación, necesidad o deducción tener que Tengo que salir inmediatamente.
Ese del sombrero tiene que ser el abuelo.
conjetura o suposición deber de Debo de haber olvidado las llaves en casa.
capacidad o permiso poder Ya podéis pasar.

Las perífrasis temporales: dan temporalidad a la acción o expresan hábito o repetición. Se pueden clasificar, como muestra la tabla, según la fase en la que se encuentre la acción.

Fase Perífrasis Ejemplo
previa
estar por infinitivo Estoy por cumplir los dieciocho años.
estar a punto de La ceremonia está a punto de comenzar.
anterior acabar de Acabo de encontrarme a Luis en la calle.
inicial
empezar a La sala empezó a llenarse.
comenzar a Marcelo ha comenzado a estudiar farmacia.
entrar a Tras el robó, la directora entró a sospechar de todos.
comienzo repentino
echarse a Conté un chiste y todos se echaron a reír.
dar (a alguien) por A María le ha dado por hacer yoga.
ponerse a A eso de las cuatro se ha puesto a llover.
de interrupción
dejar de Con el nuevo trabajo dejé de tener crisis de estrés.
cesar de Los gatos no cesan de pedir atención.
parar de No ha parado de llover en todo el otoño.
de transición
pasar a Tras explicar la lección, el profesor pasó a repartir las fichas de ejercicios.
tardar en Por el tráfico, tardamos en llegar más de una hora.
final terminar de El camarero terminó de traer las bebidas.
reiteración volver a Vuelve a hacer frío.
costumbre
acostumbrar a Mario acostumbra a dar un paseo después de trabajar.
soler Suelo desayunar un café y tostadas
posterioridad inminente ir a Va a llover de un momento a otro.
resultado
llegar a Claudia llegó a mudarse por el escándalo de los vecinos..
venir a Tras la ola de calor, las plantas vinieron a secarse.
acabar por Como era muy tarde, mi padre acabó por llevarme al aeropuerto.
terminar por A consecuencia del estrés familiar, terminó por cancelar la boda.

Perífrasis de gerundio

Las perífrasis de gerundio se componen de un verbo auxiliar en forma personal (conjugado) seguido de un verbo en gerundio. Informan sobre el estado de un proceso o de una acción en curso. No se utiliza ningún nexo (preposición o conjunción) entre el verbo en forma personal (conjugado) y el verbo en gerundio.

Sentido Perífrasis Ejemplo
acción en desarrollo
estar gerundio
Estoy paseando por el parque.
andar Los vecinos andan haciendo reformas en la cocina.
progresión y acumulación gradual en el desarrollo de una acción ir Los congresistas van llegando a la sala de reuniones.
proceso en retrospectiva
venir Javi viene poniendo excusas todo el verano.
llevar Llevo trabajando en esta empresa más de cinco años.
acción que no se interrumpe o cambia continuar El cartero continúa perdiendo las cartas.
seguir Mi abuelo siguió jugando a la lotería después de haber ganado.
acción que ocupa un espacio de tiempo expreso pasar(se) En verano, me paso las horas tomando el sol en el jardín.

Perífrasis de participio

Las perífrasis de participio se componen de un verbo auxiliar en forma personal (conjugado) seguido de un verbo en participio. El participio siempre es variable, esto es, concuerda en género y número con el sujeto (con el verbo estar, quedar, andar) o con el complemento directo (con los verbos dejartener, dar por, llevar).

Sentido Perífrasis Ejemplo
estado resultante
estar participio variable
El suelo está mojado.
dejar La crisis dejó arruinados a los inversores.
estado final
quedar Todas las ventanas quedan cerradas.
tener Tengo guardada toda la ropa de invierno.
dar por El profesor dio por acabada la lección.
cantidad acumulada en una acción sin terminar llevar Llevo hechas dos de las tres pizzas para la cena.
con estados emocionales andar Mi hermana anda estresada con el trabajo.

fuente: https://espanol.lingolia.com/es/gramatica/verbos/perifrasis-verbales

El Verdugo, Luis Garcia Berlanga

El verdugo

'El verdugo': Luis García Berlanga firma una de las películas más importantes de la historia del cine español
LA 2

‘El verdugo’: Luis García Berlanga firma una de las películas más importantes de la historia del cine español

 

Nominada al León de Oro en el Festival de Cine de Venecia, ‘El Verdugo‘, coproducción hispano-italiana dirigida Luis García Berlanga y escrita por el director junto a Rafael Azcona y Ennio Flaiano, es una divertida, cruda y ácida sátira sobre la hipocresía del sistema que resulta tan hiriente a finales de 2020 como en el mismo día de su estreno. Puedes comprobarlo en la medianoche de La 2.

La gran familia española

 
 

Protagonizada por Pepe Isbert, Nino Manfredi y Emma Penella, la película guarda, además, una constelación de astros de la interpretación nacional que no quisieron perder la oportunidad de aportar su granito de arena en una de nuestras películas más importantes, si no la que más, de nuestro cine.  Del papel secundario al simple cameo, desfilan por ‘El verdugo’ José Luis López Vázquez, María Luisa Ponte, María Isbert, Julia Caba Alba, Guido Alberti, Antonio Ferrandis, Lola Gaos, Alfredo Landa, José Sazatornil, Agustín González, Chus Lampreave, José Luis Coll o Emilio Laguna se dejan ver por aquí.

 

De entre todos, el que menos lo hace posiblemente sea Manuel Alexandre, el rostro de la bondad que destrozaba la moral del protagonista y del espectador actual con su participación, discreta, de fondo, pero de importancia capital en el desarrollo de la película. Si había sido el ciclista muerto de la película de Juan Antonio Bardem, en su quinta colaboración con Berlanga Manuel Alexandre es, sin hablar, media película. La mitad más amarga, de hecho. Porque es innegable que además de ser una muy gráfica representación de una España muy distinta, ‘El verdugo’ es una comedia de altísimo nivel.

Nino Verdugo

Luis García Berlanga podía ser más corrosivo que nadie, pero su habilidad narrativa, apoyada en un guión implacable, hizo que la película se saltase las restricciones censoras del régimen. Y estamos hablando de una denuncia bestial a la pena de muerte y a los valores sociales y culturales de un país dictado con mano de hierro por un personaje que por entonces era conocido fuera de España como “el verdugo”.

El enterrador y sus locuras

El guión de ‘El verdugo’ merece una atención especial. Su inmensidad le permite azotar todo estrato social, colocando la historia en una realidad creíble, cercana. La economía, el empleo, el turismo… hasta llegar a una cuestión moral realmente venenosa. Como en el plano que cierra la película y en la que tres generaciones de empleados mortuorios reniegan del pasado, del presente y del futuro mientras saben que no hay salida para ellos. A pocos metros, un grupo de jóvenes extranjeros simplemente se divierten.

La cámara de Berlanga, siempre a la altura de los ojos de sus personajes salvo en momentos puntuales que tienen todo el sentido y además llegan al cielo, los mira de tú a tú y nunca los juzga por ninguna de sus acciones. Ni cuando es una comedia ni cuando lo es menos. Tampoco los ridiculiza siendo conscientes de la parte más miserable del ser humano. Reconoce a sus semejantes, que no es poco.

Verdugo

Pepe Isbert, que venía de cumplir con unas “obligaciones similares” en ‘El cochecito‘, veía cómo su personaje daba un giro de 180 grados muy particular. Seguía con sus cosas, pero al otro lado de la ley. Aunque el verdadero protagonista de la función es José Luis, inmortalizado por Nino Manfredi. El verdugo se convierte en víctima, sobre todo por cobardía ante un sistema que no se preocupa por la integridad del ciudadano, casi como en las distopías de ciencia ficción tradicionales.

El nuevo verdugo no tiene nada de lo que debería tener el firme opositor al sistema, pero hay que chupar del frasco y tirar de carpe diem, no se vaya a quedar tu mujer en la calle con tu hijo, aunque uno prefiera tontear un rato con las guiris de la costa. Franco murió en 1975, y la abolición definitiva de la pena de muerte en España se votó en 1978. Trece años antes la prensa extranjera preguntó a Berlanga si su película podía contribuir a la abolición de la pena de muerte en su país: “No soy optimista. No creo que el cine pueda arreglar la moral de un pueblo”En 2020 la película sigue escociendo, así que supongo que en parte tenía razón.

Análisis de Pedro Paramo, Juan Rulfo

➡️ Análisis histórico y literario de la novela Pedro Páramo del escritor mexicano Juan Rulfo.

↠ La idea de este video es entender por qué es considerada la novela moderna más significativa de México (y tal vez de Latinoamérica). Para eso, leí varias veces esta novela junto con varios textos que dialogan de alguna manera con ella.

↠ Hago un sencillo resumen de la trama, un acercamiento a la vida de Juan Rulfo visto más como antropólogo que como escritor y la relación que su prosa tuvo con Gabriel García Márquez.

↠ Además, guiado con los conceptos de ilusión, fiesta y muerte, intento explicar el carácter universal de la obra de Juan Rulfo y su relación con la historia de México y las culturas mesoamericanas.

↠ Todo esto en un diálogo con obras como ‘El Laberinto de la Soledad’ de Octavio Paz, ‘Había mucho humo o neblina o no sé qué’ de Cristina Rivera Garza y ‘La concepción de la muerte en México’ de Claudio Lomnitz y los ensayos recogidos en ‘Tras Los Murmullos’ de Anne Marie Ejdesgaard.

↠ Finalmente, como es costumbre, la historia detrás de las palabras: Comala, cacique, México, muerte, catrina.

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