“Enseñar el pensamiento crítico” de bell hooks. Una educación transgresora para el desarrollo de la conciencia crítica

Bell hooks, destacada educadora feminista afroamericana y crítica cultural, continuó con “Enseñar el pensamiento crítico” su importante “trilogía de enseñanza”. Este atractivo volumen que invita a la reflexión difiere ligeramente de los dos libros anteriores de la serie en que consta de treinta y dos miniensayos escritos a partir de su rico diálogo con colegas y estudiantes. Sobre la base de los temas de  “Enseñar a transgredir”  y  “Teaching Community” (no disponible en castellano) , y refinándolos, hooks continúa pensando y escribiendo críticamente sobre la práctica de la educación y la naturaleza a menudo hostil y violenta del entorno académico.

Por Jay Besemer

La violencia que hooks observa no es siempre ni sólo una violencia física; aquí, su trabajo se ocupa principalmente de un tipo de violencia ideológica, espiritual y emocional omnipresente contra la cual todos los educandos y educadores deben luchar. Sin embargo,  “Enseñar el pensamiento crítico”  es un libro impregnado de amor y esperanza, no de miedo. Al igual que sus dos hermanos, este volumen combina ideas de pensadores que generalmente se supone que no están relacionados entre sí. Por ejemplo, el teórico de la pedagogía de la liberación Paulo Freire y el monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh son dos de los mejores maestros de hooks fuera del aula, y se mencionan muchas veces y en muchos contextos en las páginas de “Enseñar el pensamiento crítico”. Como siempre en el trabajo de hooks, estas síntesis fértiles y en ocasiones sorprendentes ayudan a los lectores a impulsar sus propias ideas.

“Enseñar el pensamiento crítico”de bell hooks. Una educación transgresora para el desarrollo de la conciencia crítica
“Enseñar el pensamiento crítico”de bell hooks. Una educación transgresora para el desarrollo de la conciencia crítica

Un tema predominante a lo largo de este libro es la influencia del capitalismo corporativo en el tipo y contenido de la instrucción en la educación formal. Aquí hooks se enfoca en la forma en que las preocupaciones corporativas dan forma a la educación superior en particular, desde las metas y motivaciones de los estudiantes hasta los ambientes de trabajo y las condiciones de los trabajadores en las instituciones académicas. Esta discusión también ayuda a aclarar la importancia de las ideas de hooks más allá de los campus universitarios en los que los estudiantes y educadores luchan por un futuro nebuloso y de alto riesgo. Cuando el atributo humano único del pensamiento crítico, la capacidad de mirar más allá de la superficie de las circunstancias de nuestra vida, nuestras elecciones y acciones, y las decisiones de aquellos a quienes permitimos que actúen en nuestro nombre, no se desarrolla, ejercita o incluso fomenta, la calidad de nuestras vidas se ve afectada negativamente.

Escribiendo personalmente sobre el impacto del pensamiento crítico fuera del discurso académico, hooks comparte cómo funciona esa práctica para enriquecer su vida: “Buscar saber y comprender completamente me dio una forma de crear imágenes completas en mi mente, imágenes que no se formaron simplemente a través de una reacción a circunstancias fuera de mi control”. Una página más adelante, agrega:

Hay muchas circunstancias a las que se enfrenta la gente corriente que les obligan a examinar la realidad más allá de la superficie, para que puedan ver la estructura profunda. Estas circunstancias pueden llevarlos a reflexionar sobre la pregunta de quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por qué y así iniciar el camino del pensamiento crítico. Cuando aceptamos que todos tienen la capacidad de usar el poder de la mente e integrar el pensamiento y la práctica, reconocemos que el pensamiento crítico es una forma profundamente democrática de conocer.

Enmarcado de esta manera, el pensamiento crítico no es la actividad abstracta de una especie de élite intelectual privilegiada, y su aplicación trasciende los límites de lo personal o nacional. Ver y conectar tanto la “estructura profunda” como la visión amplia nos permite movernos con mayor libertad y compasión entre las multiplicidades de personas, culturas e identidades, entre contextos, significados e idiomas, de una manera que honra las diferencias pero fomenta la unidad.

Una habilidad que permite a las personas preguntarse sobre el “quién” y el “por qué” de cualquier situación es, de hecho, democrática, y potencialmente perturbadora del statu quo. Sin embargo, en los departamentos de inglés y humanidades, departamentos en cuyos cursos se enseñan tradicionalmente las habilidades de pensamiento crítico, escuchamos que los líderes empresariales denuncian la falta de habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas en sus empleados. No es necesario ser demasiado cínico para ver que los líderes empresariales naturalmente prefieren el pensamiento crítico que no conduce en una dirección que contradice irreconciliablemente los objetivos del capitalismo global. Pero hooks tiene una visión mucho más holística del lugar de la reflexión comprometida en un contexto global. Reconociendo su propia perspectiva como educadora, escribe: “Necesitamos una educación que aborde el mundo desde la diversidad. . . . Más que nunca antes, los estudiantes y los maestros necesitan comprender plenamente las diferencias de nacionalidad, raza, sexo, clase y sexualidad si queremos crear formas de conocimiento que refuercen la educación como la práctica de la libertad”.

La naturaleza de la educación está cambiando. Los estudiantes buscan títulos universitarios y de posgrado principalmente como credenciales para el empleo; en este momento, la alegría general de aprender y la exploración de ideas parecen motivar menos a los estudiantes que la necesidad de parecer atractivos para los empleadores potenciales. Aunque esa necesidad es ciertamente legítima y siempre ha moldeado la educación superior como una institución, muchas partes interesadas en la educación (estudiantes, educadores, personal de servicios estudiantiles, etc.) ahora parecen desconfiar de aprender, alentar o apoyar cualquier forma de conocimiento que no responda directamente a los intereses de los empleadores.

También te puede interesar: El feminismo es para todo el mundo – bell hooks

Al postular la educación como la práctica de la libertad para equilibrar (o como un antídoto) la noción de la educación como una recopilación de credenciales,  “Enseñar el pensamiento crítico” busca ayudar a los educadores comprometidos a navegar las contradicciones y los desafíos de la academia para cumplir con nuestros objetivos. Es un mandato de prestar un servicio compasivo a los estudiantes, como personas íntegras, no simplemente como futuros empleados de alguien. hooks sugiere que, para estar al servicio de este contexto, debemos reconocer que nosotros mismos somos personas completas y dejar que nuestros alumnos vean que, como ellos, luchamos, aprendemos y amamos, fallamos, nos afligimos y seguimos intentándolo. Los lectores que no se ven a sí mismos como educadores o estudiantes aún encontrarán muchas ideas enriquecedoras y desafiantes en estas páginas.

“Enseñar el pensamiento crítico” de bell hooks. Una educación transgresora para el desarrollo de la conciencia crítica

Los verbos Ser y Estar

 

Introducción

Los verbos ser estar en español tienen significados muy distintos para los hablantes nativos. En muchos idiomas corresponden a un solo verbo, por ello es fundamental aprender a distinguirlos correctamente en español.

En este apartado te damos algunas pistas para que aprendas a diferenciarlos de forma fácil y definitiva. En la sección de ejercicios puedes poner a prueba tus conocimientos.

Conjugación

Estas tablas recogen la conjugación de los verbos ser y estar en los tiempos fundamentales del modo indicativo.

Ser

  Presente Imperfecto Indefinido Futuro
yo soy era fui seré
eres eras fuiste serás
él es era fue será
nos. somos éramos fuimos seremos
vos. sois erais fuisteis seréis
ellos son eran fueron serán

Estar

Presente Imperfecto Indefinido Futuro
estoy estaba estuve estaré
estás estabas estuviste estarás
está estaba estuvo estará
estamos estábamos estuvimos estaremos
estáis estabais estuvisteis estaréis
están estaban estuvieron estarán

Uso

Ser

El verbo ser se emplea en español en las siguientes situaciones:

  • apariencia física o rasgos de la personalidad;
    Ejemplo:
    Félix y Raúl son altos.
    Antón es muy simpático.
  • identidad o rasgos identificativos;
    Ejemplo:
    Yo soy Santiago.
    Este es el Teatro Real.
    La familia de Carlos es católica.
  • el origen;
    Ejemplo:
    Marta es de México DF.
    Esa lámina es de Japón.
  • relaciones familiares o personales;
    Ejemplo:
    Tatiana y Sarai son mis hermanas.
    Estos son mis amigos.
    Elisa es mi exnovia.
  • posesión;
    Ejemplo:
    Ese paraguas es mío.
  • cuándo o dónde tiene lugar un evento;
    Ejemplo:
    El partido de fútbol es en Valencia.
    El partido es el miércoles.
  • la fecha, las estaciones y la hora;
    Ejemplo:
    Hoy es domingo.
    Hoy es 1 de abril.
    Es primavera.
    ¿Qué hora es? Son las diez.
  • el momento del día;
    Ejemplo:
    En México ahora es por la mañana.
    En el norte ya es de noche.
  • oraciones pasivasser + participio;
    Ejemplo:
    Las camas son hechas por Claudia.
  • con la preposición para: destinatario, objetivo o finalidad;
    Ejemplo:
    Esa máquina es para Gabriel.
    Esa máquina es para hacer zumos.
  • el precio;
    Ejemplo:
    —¿Cuánto es?
    —Son 120 euros.
  • el material, el origen o la pertenencia de un objeto + preposición de;
    Ejemplo:
    Ese anillo es de plata.
    Ese anillo es de Perú.
    Ese anillo es de María.
  • la profesión.
    Ejemplo:
    Juana es ingeniera.
    Ramón es periodista.
    pero:
    Estoy en paro.

Estar

El verbo estar se emplea en español en la siguientes situaciones:

  • estados de ánimo, mentales o de salud;
    Ejemplo:
    Está triste por el examen.
    Estoy enfermo desde ayer.
  • aspecto;
    Ejemplo:
    Mi abuela está muy joven para su edad.
    Alfredo está muy moreno.
  • estado civil;
    Ejemplo:
    Estoy soltero.
    Estoy prometido.
    Estoy casado.
    Estoy divorciado.
    pero:
    Soy viudo.
  • ubicación;
    Ejemplo:
    El estadio está en Valencia.
    Los jugadores están en el hotel.
  • la fecha o la estación del año, (no la hora): 1ª persona del plural + preposiciones a/en;
    Ejemplo:
    Estamos a domingo.
    Estamos a 1 de abril.
    Estamos en primavera.
    ¿A qué día estamos hoy?
  • adverbios modales;
    Ejemplo:
    Está bien irse de vacaciones una vez al año.
  • estados: preposición de + sustantivo;
    Ejemplo:
    Marco siempre está de buen humor.
    Marisa está ahora de camarera en Ibiza.
    Mi hermana está de parto.
    Carla y Marina están de guardia este fin de semana.
  • el precio con la preposición a;
    Ejemplo:
    —¿A cuánto están las manzanas?
    —Están a 2€ el kilo.
  • el modo de la producción: estar + participio;
    Ejemplo:
    fabricado + en/con + material: Todo el reloj está fabricado en oro.
    hecho + de/con + material: El collar está hecho de papel.
    bañado + en + material: El anillo está bañado en plata.
  • tiempo verbalestar + gerundio.
    Ejemplo:
    Estamos cenando en el jardín.

Nota

Algunos adjetivos tienen significados distintos si se utilizan con ser o con estar.

Ejemplo:
Lara es muy rica. (Lara tiene mucho dinero.)
La tortilla está muy rica. (La tortilla está deliciosa.)

Adjetivos con ser o estar

A continuación te ofrecemos unas listas de adjetivos que solo se utilizan con ser o estar o que cambian de significado cuando se emplean tras uno u otro verbo.

 

La poesía empieza donde acaban las palabras: las poetas y el diccionario

 

02/03/2022

Las poetas, como las lexicógrafas, han intentado nombrar esos sentimientos, experiencias y saberes silenciados.

 

María Moliner es, probablemente, la lexicógrafa más conocida y respetada de nuestra historia filológica, estuvo 15 años trabajando en uno de los diccionarios más completos e interesantes de la lengua española. La primera versión y edición se publicó entre los años 1966 y 1967. Dos tomos y más de 3.000 páginas que se adelantaban unos cuantos años a la forma que tenemos de navegar en internet. Cada entrada te lleva a otra, como cada clic nos lleva a otra publicación. En su obra magna, Diccionario de uso del español, incorpora, junto a “diccionario”, la palabra “diccionarista”, que define como:

«Léxicógrafo». Persona que hace un diccionario.

Cuando María Moliner construyó su Diccionario, no existía la palabra “lexicógrafa”. Sin embargo, sí existía “feminismo”, que María Moliner ya definía en la primera versión de su diccionario como “doctrina que considera justa la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Movimiento encaminado a conseguir esta igualdad”.

En 1972, fue candidata a ocupar una de las sillas de la Real Academia Española (RAE), pero, como le había pasado ya a otras mujeres, no consiguió que la aceptaran. Así había sucedido en 1853, cuando la RAE denegó la entrada de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Y también en 1889, en 1892 y en 1910, cuando rechazaron en tres vergonzantes ocasiones a Emilia Pardo Bazán. Así que, cuando en 1972, la candidatura de María Moliner perdió frente a la de Emilio Alarcos Llorach, no supuso una gran sorpresa para nadie. Habría sido la primera académica de la RAE, pero tendríamos que esperar seis años más para que Carmen Conde se alzara con ese título en 1978. La RAE se había fundado en 1713. Esto es, tardaron 265 años en permitir que una mujer se sentara en la academia.

Hace unas semanas se incorporaba, a la silla d, Dolores Corbella, catedrática de Filología Románica y la primera académica canaria de la RAE. Corbella se definía en una entrevista como lexicógrafa, y añadía: “Una palabra que el Diccionario solo recogió a partir de 1984”. 

La lexicografía, como disciplina, viene de leksikós (λεξικόν), “colección de palabras de una lengua”, y gráphein (γραφειν), “escribir”. La lexicografía, por tanto, es la técnica de coleccionar palabras. O la técnica de recolectar las palabras lo suficientemente importantes como para entrar a formar parte del léxico de una lengua. Y si hay quien escribe relatos, poemas, ensayos… también hay quien escribe diccionarios. María Moliner, que sabía que la palabra “lexicógrafa” no estaba aceptada, utilizó con acierto “diccionarista” que, como la mayoría de términos que terminan en -ista, son de género común. Abolicionista, activista, alquimista, anarcosindicalista, artista… y un montón de voces más, no entienden de flexión de género, porque designan a todas las realidades. No entenderíamos un *activisto, por ejemplo. Cuando estas palabras han flexionado en masculino, lo han hecho buscando un prestigio viril y diferencial que, entendían, no aplicaban al genérico. Modisto/modista, por ejemplo, es una diferenciación que hacen quienes luego ridiculizan el jueza.

Las palabras, y su recolección en glosarios, también ha pertenecido a la esfera masculina. Los diccionarios elaborados por hombres se conocen por su apellido. Valgan como ejemplos el Corominas o el Casares. Pero cuando quien lo elabora es una mujer, se le añade también el nombre. El María Moliner, que no el Moliner. Son pocas, y tremendas, las mujeres que han dedicado su vida a coleccionar palabras.

La letra s de la RAE la ocupa la lexicógrafa Paz Battaner. Son de su autoría, entre otros, el Diccionario de uso del español de América y España (Vox, 2002); Lema. Diccionario de Lengua Española (Vox, 2001) o el Diccionario de Primaria. 9-12 años (Anaya-Vox, 1992).

La helenista Elvira Gangutia ha sido responsable de obras como Sobre el vocabulario económico de Homero y Hesiodo (CSIC, 1969); Vida/muerte de Homero a Platón: estudio de semántica estructural (Instituto Antonio de Nebrija, 1977), el Diccionario Griego-Español (1965) o Cantos de mujeres en Grecia (Ediciones Clásicas, 1994).

Inés Fernández Ordóñez ocupa el sillón P de la RAE y dirige, desde 1990, el Corpus Oral y Sonoro del Español (COSAR), formado con la colaboración de varias generaciones de sus estudiantes.

Natalia Mijáilovna Firsova (Наталия Михайловна Фирсова) (1929-2013) nació en un Moscú que pertenecía a la Unión Soviética y fue autora de diversas investigaciones sobre diccionarios ruso-españoles.

Eliza Grew Jones (1803-1838) fue una misionera y lexicógrafa estadounidense que creó una escritura romantizada para el siamés. Además, fue la autora del primer diccionario siamés-inglés.

Y podríamos seguir citando nombres: Josette Rey-Debove (1929-2005), que fue la primera lexicógrafa francesa y autora, entre otras obras, de Dictionnaire alphabétique et analogique de la langue française (Le Grand Robert), una obra en coautoría de seis volúmenes y referencia internacional para la elaboración de diccionarios con representación morfosemántica, y de Le Petit Robert (1967), el diccionario escolar por excelencia; la también francesa Noémi-Noire Oursel (1847-fallecimiento desconocido) que firmó, en 1886, la Nouvelle Biographie normandeFlora Osete (1883-fallecimiento desconocido), que realizó el Gran diccionario de la lengua castellana (1902-1932); Esther Martinez (1912-2006), lingüista y cuentacuentos, responsable del San Juan Pueblo Tewa Dictionary (1982); María Vaquero (1937-2008), que fue académica correspondiente de la RAE y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) e investigó sobre dialectología y lexicología del español caribeño; Natalia Mijéyeva (1954), autora del Diccionario Español-Ruso y Ruso-Español para todos, en coautoría con Natalia Firsova; o Miriam Urkia González (1965), doctora en Filología Vasca, especializada en lexicografía y nuevas tecnologías y académica de Euskaltzaindia, la Academia de la lengua vasca, quien recibió en 2019 el Premio Pluma de Oro por su contribución al euskera.

Que no reconozcamos sus nombres, no significa que no hayan existido, solo nos demuestra qué necesaria es la genealogía y la memoria.

“Mi mundo está lleno de cosas que no tienen nombre”, se oyó en una reunión de la asociación feminista de mujeres poetas Genialogías, con i. A nuestro mundo le faltan voces que nombren el “alumbre”, el “arrorró”, el “cuerpeo” o la “femirada”. Y, unidas en esta búsqueda de palabras, las poetas de Genialogías se pusieron a trabajar hasta que, hace unos meses, veía la luz la obra Diccionaria una (Genialogías/Ediciones Tigres de Papel, 2021). Se trata de una obra que da respuesta al esfuerzo y trabajo colectivo, a la preocupación y la orfandad de palabras. Hay mucho amor en cada entrada, se ha discutido cada acepción para que nuestro mundo pueda ser, cada vez, más nombrado. Como una reunión junto al fuego, las mujeres han tejido juntas, huyendo del carácter normativo y buscando la caricia sorora y verbal con sus definiciones.

Tras esta Diccionaria una hay mujeres, hay una asociación pequeña y una editorial independiente y maravillosa (Tigres de Papel). Unos meses después, un gigante editorial saca un libro con el mismo título, mismo color pero espíritu contrario. El segundo no homenajea el mundo de la mujer que carece de nombre, sino que hace una burla zafia de lo femenino. No es casual. Al gigante editorial se le avisó de la existencia del primer libro, pero la respuesta fue el silencio y la ignorancia.

En Diccionaria una se define “diccionaria” como la “recolección y siembra de palabras con que las mujeres nombran sentimientos, experiencias y saberes silenciados o no expresados antes de forma satisfactoria para ellas”.

Las poetas, como las lexicógrafas, han intentado nombrar esos sentimientos, experiencias y saberes silenciados.

Marta Marco Alario (Guadalajara, 1979) publicó en Las flores y el yelmo (Huerga y Fierro, 2019) un poema que vincula la paz y la palabra. En el momento de escribir este artículo, la guerra y la paz vuelven a helarnos la sangre:

Las (trece) rosas

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles
que jamás se fabriquen fusiles.
(Ángela Figuera Aymerich)

Escribo mi nombre con letras de sombra y agua.
Dibujo mis miedos con pinceles de noche y sal.
Con fuerza de ámbar y asombro.
Con arraigo de nogal.Imploro una paz sin batallas.
Y mil palabras.
Auguro días llenos de noche
y noches que duermen bajo mis sábanas.
Presiento palabras que cuelgan a media asta
y sones sin himnos que emanan de cálices vacíos.
Relumbra a lo lejos el cainismo patrio.
Resuena a lo lejos el ladrido de los perros.
Retumba un tambor.

El muchacho, al borde de la tapia, cae al suelo.
El olor de la sangre inflama el aire
y se oye,
el dolor seco de una madre que se rompe.
Y yo escribo mi nombre con letras de sombra y agua.
Y siento la aspereza de la soga
desecándome la garganta,
vaciándome de palabras
y asfixiando mis ansias de paz.

Pido la paz,
aunque sea con palabras.

* * *

 

Y también sobre la guerra nos habla Bibiana Collado Cabrera (Burriana, 1985), quien apunta cómo el opresor domina la lengua y las acepciones. En Violencia (La Bella Varsovia, 2020), propone este texto:

La palabra despecho

La palabra despecho constituye
un éxito del lenguaje
-y el lenguaje siempre es patrimonio del opresor-.
La palabra despecho desactiva
todo discurso, anula cualquier
fisura. Convierte en indecible
la quemazón que origina la cuerda.
La palabra despecho produce Casandras,
dibuja márgenes, construye afueras
donde replegarse, rincones de pensar
que nos convenzan de que todo era válido
durante la guerra pero la guerra ha acabado.
El lenguaje nos niega la rabia del vencido,
condenándonos al llanto blando de la pérdida,
borrando cuidadosamente cada uno
de los trazos infringidos sobre el cuerpo-alfabeto
de mi lengua.
La palabra despecho no me deja decir
la palabra víctima.

* * *

La palabra sirve para hablar de la guerra, para encontrar la paz y también para sanar. Y así lo vio la argentina Alejandra Pizarnik (1936-1972):

La palabra que sana

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.

* * *

Con la palabra nombramos el mundo y nos reconocemos en él. Y también buscamos la belleza que a veces nos sana y nos trae la paz. Así lo cuenta la poeta María García Zambrano (Elda, 1973), en un poema del que extraemos este segundo fragmento:

La belleza

IICuanto sé de la belleza se aloja
en la palabra Árbol
la rama de una latitud crecida     en la columna
la raíz
o símbolo
de la supervivencia.

De la belleza reconozco el grito
sobre la genealogía antigua
de los tullidos.
Y aprendo extramuros:
la soledad no es un idioma que habiten las aves.

* * *

La argentina Marisa Martínez Pérsico (1978) ha publicado recientemente Principios y continuaciones (Pre-Textos, 2021), donde reflexiona sobre la palabra y el sentido de las cosas.

Las palabras y las cosas

Visitamos, María, un país ajeno
ahora que sabes leer.
No hay cartel que no infrinja la aduana de tus ojos:
«Bistro Viena» «Muzeul de Istorie» «Anticariat»Vas deletreando el mundo con sorpresa,
cansada y balbuciente mientras fundas
una antigua ciudad por la palabra.

«Sa-tu / ma-re» «Ba-ia / ma-re» «Stru-del / me-re»

Sentirás en el cuerpo el desengaño,
que es un arco tendido
entre el verbo y la idea,
lo arbitrario que anuda los nombres a las cosas
en futuros destinos que te aguardan.

¿Qué nos dice una imagen acústica de un sueño?
¿De la risa? ¿El silencio? ¿Las mentiras?
¿De un perfume?
¿Del color azafrán?

«Biserica» «Patimilor» «Catedrala»

De la mano cruzamos las esquinas de un idioma extranjero.
No basta un alfabeto
para encontrar sentido.

* * *

Y sobre las palabras y sus vestidos según el contexto, reflexionaba Mercedes L. Caballero (Córdoba, 1975) en Al final de las letras (Editorial Ménades, 2021):

Caligrafía

Un rastro de humo gravita en la lengua,
frío hartazgo estrangulador de signos.
Discursos enfundados en mallas de níquel,
la osadía, este cansancio.Jamás las palabras lamentaron tanto un contexto.

* * *

Marta Eloy Cichocka (Cracovia, 1973), incluía en En jaque, poemas selectos, con traducción de Abel Murcia, este poema de Wejście ewakuacyjne (Entrada de evacuación), de 2003:

donde acaban mis palabras

la poesía acaba allí donde empiezo yo
y mis torpes cimas mis engañosos valles
los rayos de sol en los pasillos del iris
treinta grados bajo cero treinta gradosa la sombra

de las alas del ángel de la guarda de una historia totalmente
distinta con la boca como huesos de arrogantes albaricoques
de teñidos melocotones cerrada por los siglos
de los siglos aparentando la mejor de las monedas en las cadenas

de tus brazos

condenados al exterminio como Venecia y París
como peregrinajes borrachos de caracoles cornudos
a través de la carretera húmeda a través de la palma seca
de la mano que silenciará este poema y entonces finalmente

podremos quedarnos dormidos

la poesía empieza donde acaban mis palabras

* * *

Rosa Silverio es una poeta dominicana, Premio Nacional de Poesía de su país, y residente en Madrid. Ha escrito algunos de los poemarios imprescindibles de la poesía contemporánea, como Matar al padre (2014) o Invención de la locura (2017). En Mujer de lámpara encendida (2016) se incluía este alegato a las mujeres y las palabras:

Una mujer puede cantarle a cualquier cosa

Una mujer puede cantarle a su casa
a la silla
a la pata de la silla
o a su mesa
a todo cuando vive y existe
a la intimidad y al deterioro
al silencio… sobre todo el silencio
a lo que ha callado durante tantos siglos y ahora nombra
Una mujer puede escribir cualquier cosa
escribir, por ejemplo, de todo lo que no han dicho sus predecesoras
hablar del mar, de las sombras, de la luz
del dolor que siempre le acompaña
de la canción no aprendida por la estrella
del escandaloso río que lleva en su espalda
del pan que amasa, del fruto que arde
de la violencia que la ha roto en mil pedazos
porque una mujer libre puede hablar de su sangre
y de su muerte
de lo que oculta debajo de su falda
del vacío, de todos los vacíos
y de la jaula del pájaro que habita su cabeza
Una mujer puede cantarle al amor y a la patria
como le canta al sexo y a la piedra
como le canta al miedo que la oprime
al espejo que la empequeñece cada día
al desastre, a la fiebre y al delirio
Una mujer puede escribir sobre el padre y burlarse de los dioses
puede además cerrar los ojos y derramar alguna lágrima
puede permitirse parir y tener hijos
o clausurar su útero con ceniza y aguacero
puede, también le está permitido
rescatar el lenguaje, amarlo
o desmembrarlo sin piedad en un poema
Una mujer que le canta a su casa
a la silla
a la pata de la silla
o a su mesa
puede escribir de la negación o el reconocimiento
puede consumarlo todo, beberlo todo
orarle a Dios o desafiar a la manada
porque una mujer que canta ya no es sombra, ni cárcel, ni cerrojo
sino una ventana desde la que se reparan todos los silencios
y se construyen al fin todas las palabras.

* * *

Al final de su vida, María Moliner desarrolló arteriosclerosis cerebral, una enfermedad que le provocaba pérdida de memoria. La bibliotecaria que creó la joya lexicográfica del español se olvidó de las palabras que había ido recogiendo para nombrar nuestro mundo.

La asociación Genialogías publicaba hace unos meses un Diccionaria una para nombrar todo aquello que no tenía nombre y que no podíamos encontrar en el diccionario, como la propia “genialogía”, que definen con una triple acepción: “1. Ágora de las mujeres poetas que reconocen, valoran y nombran su origen y su tradición. 2. Lugar imaginario que busca espacio en la topografía real; es logos de la genia y es apertura y revisión del logos. 3. Casa de las mujeres».

Sirva este artículo como abrazo-homenaje a todas las casas de las mujeres que han sido alguna vez un diccionario, una reunión junto al fuego, una antología o este Pikara Magazine.

 

Gitanos. Descolonizando el mito de un pueblo

 

nocionescomunes.wordpress.com/2011/02/04…un-pueblo/

Hablar de gitanos nos enfrenta a múltiples sensaciones y contradicciones. Para muchas, hablar de gitanos es hablar de esos otros lejanos y cercanos, pero también temido y admirado, idealizado y estereotipado. Pensar a los gitanos y a lo gitano tampoco es fácil. Aunque pensarlos fuera de los lugares comunes de la otredad, la pobreza, la exclusión social o criminalidad, etc. tampoco es sencillo.

En estas sesiones pretendemos acercarnos a los gitanos y a lo gitano, hablar, pensar y reflexionar dentro de un contexto social, histórico y político descolonial desde dentro de la metrópoli, desde los lindes interiores de esa metropoli. Pero una reflexión que nos acerque no sólo a comprender o mirar a los gitanos de una u otra forma, sino también a su vez a entender la realidad global donde han estado insertos y de la cual han formado y forman parte de su configuración.

A lo largo de estas sesiones pensaremos de la mano de los gitanos y lo gitano de conceptos como el frontera, raza, otredad y mismidad, colonialidad, descolonilidad, poder, biopoder, genealogía, tecnologías y resistencias.

 

Justicia Patriarcal, por María Galindo

 

 23/12/2020
 

¿Qué es la justicia patriarcal?

El aparato de justicia: policía, jueces, fiscales y forenses. El Código Penal entero: cada uno de sus elementos tiene una estructura y origen patriarcal que sigue vigente. Por eso resulta imposible que ese aparato le de solución al feminicidio, acoso sexual, violencias machistas, irresponsabilidad paterna, violación sexual y los etcéteras, que han ido entrando lentamente en la casilla de delitos y saliendo de la casilla de formas de violencia legítimas de los hombres contra las mujeres y de los cuerpos dotados de poder patriarcal contra los cuerpos despojados de soberanía. 

Se han producido leyes parche como formas de respuesta lenta a la masacre contra las mujeres y los cuerpos no soberanos, leyes que a su vez han demostrado no resolver el problema y que pueden revertirse en contra de las mismas víctimas una y otra vez.

La pregunta no es si la ley sirve o no. En principio se supone que es útil, aunque cotidianamente muestra su inutilidad pues si de conseguir justicia se trata, siempre las más pobres, las más criminalizables -como son las mujeres en prostitución, las trans o las lesbianas-, quedan en la cola del sistema sin posibilidad de acceso a la justicia. 

Los casos van por orden de prioridad racista, clasista, homo y transfóbica. Lo mismo si se mide al victimador. Los más pobres de entre los hombres bajo una lupa clasista, racista y homo y transfóbica serán considerados posibles victimarios y mientras más arriba en la escala social esté el victimador menos posibilidad de juzgarle como victimario tiene la víctima. El entramado de la justicia patriarcal no solo es el texto de la ley, sino el drama de su aplicación en todos y cada uno de sus detalles.

El testigo es el que posee testículos
Justicia patriarcal es que la palabra de las mujeres no tenga valor de verdad, sino que sea de antemano una palabra sospechosa y despojada de credibilidad.

Justicia patriarcal es que en un juicio por violación, la violada tenga que probar su inocencia, que una mujer que aborta sea penalizada, pero el aborto masculino sea legítimo. Aunque el primero se dé en un caso de embarazo y el segundo se dé en un caso de paternidad irresponsable.

Que haya una clasificación “moral” pormenorizada de las mujeres asesinadas y que los feminicidios sean socialmente juzgados desde la culpabilización de las muertas.

Justicia patriarcal es que toda madre sea susceptible de ser vigilada judicialmente sobre el cumplimiento de una maternidad “buena”, pero que todo padre pueda presentarse ante un juez teniendo hijes de diferentes parejas que no puede mantener y que se fije la asistencia familiar, no sobre la base de las necesidades de subsistencia de las wawas, sino sobre la base de  la irresponsabilidad y comodidades del padre irresponsable, que jamás se sentirá en la obligación jurídica, no solo de criar y educar a las wawas, sino ni siquiera de ponerse un condón.

Justicia patriarcal es que un forense minimice las lesiones de una víctima de violencia machista, pero que cuando una mujer se defiende de su victimador, ella sea considerada no víctima, sino victimadora y la legítima defensa sea juzgada como asesinato o agresión con rapidez y sed de castigo social para que esa víctima sirva de escarmiento histórico, para que las mujeres no se atrevan a defenderse de sus agresores.

Justicia patriarcal es que toda víctima necesite de un abogado para ser representada y que no sea el Estado mismo, a través de la fiscalía, quien la represente.

Justicia patriarcal es que la víctima tenga que convertirse en investigadora porque la policía ha convertido en rutina los femicidios y no tiene la voluntad ni la pericia para recabar las pruebas.

Justicia patriarcal es que el sistema en su conjunto les achaque al alcohol, la fiesta o el deseo de libertad sexual las causas de la violencia machista, pero no así a la educación, al concepto de familia, a los patrones de los medios de comunicación o al discurso misógino institucionalizado y generalizado. 

La justicia patriarcal quiere aislar cada caso para evitar el aglutinamiento de las víctimas y la crítica al sistema que sostiene, produce y legitima esa violencia. Busca las causas que la produjeron en teorías criminalísticas que conviertan a la víctima en responsable de la violencia que sufre y al victimador en una suerte de “enfermo” mental excepcional. 

Todo el sistema intenta intervenir sobre la víctima y no sobre el victimador. Ella sufre violencia machista no porque quiso emanciparse, sino porque es “carente de autoestima”, no porque se está rebelando, sino porque sale a bailar o se viste con escotes.

El victimador jamás es interpelado. Se lo encierra en una cárcel donde el tipo de reclusión será rifada por la policía sobre la base de la extorsión económica que contra el victimador pueda utilizar la policía.

No hay casas para maridos golpeadores donde ellos cocinen, cosan, tengan horarios de entrada y salida y hayan tenido que dejar las casas donde vivían, pero hay casas de refugio tipo cárcel/convento para mujeres víctimas de violencia machista.

La imagen que se muestra de nosotras es la de cuerpo maltratado, mutilado, golpeado, humillado, tirado en el piso y sangrante. 

No estamos ante un reclamo por justicia, sino ante una disputa conceptual de lo que por justicia entendemos. Una disputa que pasa por el sentido y el significado que tiene cada moretón, una disputa que pasa por cada una de las palabras que vamos a inventar para formular lo que estamos viviendo las mujeres y los cuerpos despojados de soberanía en una sociedad patriarcal capitalista y colonial. 

Cada uno de los pasos que hemos dado intenta ser recapturado en contra nuestra para que esta gigante lucha por justicia y para que este gigante dolor social se reviertan contra nosotras, una vez más. Por eso las palabras, las discusiones y las formas como vamos interpretando nuestro propio camino no los podemos dejar en manos del Estado, los partidos políticos, ni las oenegés. Nuestro mayor desafío político y filosófico es escuchar a las víctimas como protagonistas, y desde sus palabras y sus vivencias construir esperanza. Nuestro mayor desafío político y filosófico es responder a las violencias machistas desde nuestra autonomía política y no como clientas del Estado, los partidos, los organismos internacionales y las oenegés.

Tenemos que pasar de denunciar lo que no queremos a inventar lo que queremos.

Pasar de la denuncia a la invención
Sobre la base de formas de complicidad pequeñas e invisibles hemos llevado nuestras denuncias ante ese aparato helado e indiferente que es la Justicia Patriarcal. Tal es la cantidad de denuncias y trajines que hemos producido en sus corredores, que las mujeres mas anónimas de la sociedad hemos logrado demostrar que su aparato de justicia no sirve para nada.

Hemos logrado colapsar sus juzgados, acabar con sus horas de trabajo tratando de explicar cada moretón, cada insulto, cada violación. Han sido tantas las horas que hemos necesitado para eso que lo único que hemos logrado demostrar es que están sordos.

Este colapso del Estado ante las mujeres es importante porque deja claramente establecido que no hay policía suficiente para contener la violencia machista, sino que la policía misma es un brazo de producción de violencia patriarcal.

Este colapso del Estado ante la necesidad de justicia de las mujeres representa, ni más ni menos, que haber llegado a un límite entre lo viejo y lo nuevo, es haber llegado a un límite en el que la reforma de la ley no basta ni resulta suficiente. Es haber llegado a un límite en el que la retórica queda develada como retórica, donde queda demostrado que la propia categoría de género se ha convertido en un adminículo retórico de su misoginia estructural. Por muy loco que parezca es así.

Este límite nos obliga a pasar de la denuncia a la invención. 

Mañana nuestro trabajo no es continuar con ese trajín amargo, sino pasar de denunciar a la justicia patriarcal a producir nosotras otras formas de justicia, porque sin justicia no podemos vivir.

Estamos conscientes de que la relación victimario/ víctima no se resuelve con la cárcel: somos responsables de construir otra respuesta de justicia. 

Somos responsables de no fortalecer el sistema carcelario clasista, racista, patriarcal, policíaco y corrupto. La justicia que necesitamos la tenemos que construir por fuera de su Código Penal, de su policía y de su cárcel. Tenemos que ser capaces de respondernos: ¿Qué haríamos nosotras como juezas con un violador? ¿Qué haríamos con un femicida? ¿Qué contenidos tiene esa otra justicia que reclamamos? ¿Nos atrevemos a pasar de denunciar la misoginia del juez a plantear otro concepto de justicia? ¿Seremos capaces de no nutrir con nuestros sueños de justicia los aparatos de represión carcelario donde han sido recluidas nuestras abuelas de lucha?

¿Seremos capaces de repensar nuestro lugar de víctimas para trascenderlo y no para perpetuarlo, para que nuestras hijas hereden lugares de lucha y rebeldía y no lugares de resignación y humillación? En ese límite estamos.

Allí hemos llegado. 

Recuento de los daños: Observatorio Lucía Pérez
Los Estados vienen haciendo recuento de víctimas de violencia doméstica, intrafamiliar o de género, que es como les han venido llamando según diferentes olas teóricas.  Son recuentos que están en manos de la policía y el Poder Judicial y que están hechos para reducir a las víctimas a cifras. 

Están hechos para normalizar la violencia, para que esos recuentos se conviertan en un adminículo más de un mensaje de vigilancia y advertencia contra nuestras libertades. Esos recuentos, inclusive, están hechos para olvidar los nombres de los femicidas y que cada uno de los femicidios figure con nuestros nombres. 

Están hechos también para borrar los motivos por los que fueron asesinadas y sustituirlos por el pálido dato de que son mujeres y punto. En muchos casos son, además, recuentos que excluyen a las mujeres trans de las listas de femicidios y que excluyen también a las mujeres en prostitución, porque los asesinatos de esos dos tipos de mujeres no son dignos ni de ser mencionados como número.

El observatorio autogestionado Lucía Pérez, en ese contexto, levanta un foro de justicia que, hasta donde conozco, no tiene precedentes ni comparación.

No se trata de un recuento autogestionado contra uno estatal para hacer lo mismo. No es una diferencia de detalle, ni de número, sino el uso político del número de víctimas para construir eso que tanta falta nos hace: la visión de conjunto. La visión de la cuestión estructural masiva; eso que tanta falta nos hace que es la concatenación de un caso con otro como fenómeno político. 

Nos obliga a hacer lo que todo el sistema patriarcal se niega a hacer que es volcar la mirada y el registro en el victimador y, además, detallar los datos esenciales de cada uno de los femicidios. 

Este padrón autogestionario nos obliga a convertir la cifra en un dato político, nos obliga a concatenar caso con caso y caso con lucha, volcándonos a que pasemos de la lucha individual por justicia a la lucha colectiva por justicia, que es la única que realmente tiene sentido. 

Este padrón implica un enorme esfuerzo. Es como haber construido un empedrado sobre el cual marchar, es haber convertido los ríos de sangre en ríos de agua donde navegar en busca de justicia. 

Nos obliga al encuentro entre víctimas y a la búsqueda de la invención de lo nuevo. 

Este padrón nos regala la acumulación de lucha, para que cada marcha deje de ser un esfuerzo circunstancial. Nos da el grado gigante de conciencia contra las violencias que hoy está en manos de las mujeres de todas las edades y regiones, y convierte esta lucha en el hilo en torno del cual nos podemos unir. Relaciona femicidio con muerte por aborto clandestino y con violaciones, planteando así la matriz común que es otra de las cuestiones que el Estado y el Derecho Penal patriarcal separan como delitos que no tienen relación. 

Este padrón autogestionado materializa la tesis más importante: la base de toda violencia patriarcal es el despojo de soberanía de nuestros cuerpos.

Por eso este padrón representa un modelo a imitar y una ruptura conceptual en la forma de enfrentar la luchas contra las violencias patriarcales.

Este padrón autogestionario materializa lo que la autonomía política representa porque no hay lugar para concesiones ni omisiones: es el punto de partida sobre el cual deliberar cómo será esa otra justicia que queremos, que ofrecemos y que necesitamos.

Por el derecho a no ser asesinadas
Nuestro desafío mayor es producir justicia: justicia feminista. Y quiero atreverme a plantear unas pocas pistas de lo que eso significaría.

La justicia feminista no saldrá de la reforma de la ley, sino de la producción paralela de justicia, tal cual lo hicimos con las dictaduras militares y los crímenes de lesa humanidad. 

Esta otra justicia se puede gestar si somos capaces de construir tribunales populares de mujeres para atrevernos a juzgar los casos. 

La justicia feminista no saldrá del juzgamiento con perspectiva de género que nos ofrece retóricamente el Estado, sino de situarnos en el intersticio entre legalidad e ilegalidad, es decir en el espacio de la alegalidad, para actuar rápidamente, para cuidarnos entre nosotras, para salvar nuestras vidas y actuar socialmente contra los violentos con la capacidad de convertir nuestro dolor en voz pública y autorizada para actuar.

La justicia feminista no saldrá de la construccion de una criminología, sino de la capacidad de desmontaje de la masculinidad violenta. 

Lo que necesitamos demostrar no es el delito así como lo comprende el procedimiento penal, sino el ejercicio de violencia como ejercicio de una masculinidad en decadencia. 

Necesitamos desactivar al violento de su ficticio poder de ejercer violencia. En los juicios de justicia feminista necesitamos demostrar que el poder de matar que usa el femicida termina aniquilándolo a él mismo.

Necesitamos destruir y desmontar el altar donde el femicida se endiosa para quitarnos la vida, porque sin altar su conversión en un ser débil y vulnerable será pensable, posible e imaginable.

No estamos asistiendo al recrudecimiento del patriarcado sino a su colapso. 

La violencia que sufrimos es la respuesta a la libertad que ejercemos y no podemos perder eso de vista ni por un solo segundo.

Necesitamos producir una forma de justicia que no represente un trauma para las violadas, sino su plena sanación y la plena recuperación de su libertad. 

Un escenario donde la violada no sienta vergüenza, sino que sea el violador el que deba avergonzarse.

Necesitamos producir una forma de justicia que reproduzca justicia y no que reproduzca odio y decadencia. 

Esa forma de justicia la inventaremos juntas, la inaguraremos concatenando nuestros dolores, tal cual lo hace hoy este padrón autogestionado de violencia patriarcal.

 

fuente https://lavaca.org/mu154/justicia-feminista-por-maria-galindo/

“Absit”: un relato de Angélica Gorodischer

Angélica.jpg

Gurumbé: Canciones de tu memoria negra

 

2016 · 1h 12min
 
Gurumbé. Canciones de tu memoria negra - Cité ...

Sinopsis

Un documental que rescata del olvido la historia de la esclavitud africana en la Península Ibérica, resaltando el protagonismo que, junto a otros colectivos marginales, tuvieron en nuestra historia y nuestra cultura.

Con la explotación comercial de América, miles de africanos son traídos a España y Portugal para ser vendidos como esclavos. Algunos serán exportados a las colonias y otros se quedarán en las ciudades. Estos últimos formarán una población que irá ganando su espacio en la sociedad, enfrentándose desde el principio a su situación de esclavos y a los fuertes prejuicios raciales.

 

ver en :

https://www.filmin.es/pelicula/gurumbe-canciones-de-tu-memoria-negra

El cuento de ‘La Chivata’, de Luisa Carnés

Ofrecemos en exclusiva este cuento de Luisa Carnés (1955), que se acerca a la causa republicana desde la mirada particular de las mujeres represaliadas en el franquismo

 
 
 

Niños en el patio de la prisión maternal instalada en la cárcel de Ventas. 1955. (Archivo Regional de la Comunidad de Madrid)

Luisa Carnés

26 de mayo de 2017 11:27h

I

¿Quién era? No podía ser la madre del niño recién nacido, de aquel niño de piel rosada, llena de arrugas, cuyos puñitos apretados eran los únicos puños que podían cerrarse ante las miradas agudas de las celadoras. No podía ser la madre recién llegada, cuyo hijo acababa casi de abrir los ojos a la luz de aquellas galerías, cuya claridad no descubría graciosos pájaros, ni iluminaba un solo árbol, un árbol siquiera, que pudiera contar el paso de las estaciones con su desgranar de capullos en cada rama o su crujir de hojas secas bajo los invisibles dedos del viento. No podía ser aquella madre nueva, cuyos labios pálidos sellaban el camino de la libertad del marido («Podéis matarme, pero no diré por dónde se fue»).

 

Su cabello apretado en rueda sobre la nuca todavía no encanecía. Sus manos alzaban al hijo para que recibiera el rayo de sol que paseaba despacio, de doce a una, por el patio, para que recibiera el aire delgado que a las oscuras celdas no quería pasar. No podía ser tampoco la madre del niño doliente, que no sabía lo que era un caballo, ni menos aún conocía la leche de la vaca mugidora, e ignoraba que dos hileras de casas formaban una calle, y varias casas puestas en rueda forman una plaza. El niño de piernas de alambre, que desconocía otras aves que no fueran aquellas que cruzaban por encima del penal, con un ruido que hacía temblar todos sus pequeños huesos.

No podía ser tampoco la maestra. La maestra no era joven ni bella. Sus manos se habían deformado con ropas ajenas. Había lavado en lavaderos públicos, en pilas frías, por las cuales pasaban ropas de todas partes, pero sobre todo señaladas con un signo (USA) que la maestra conocía muy bien; en lavaderos de hospitales, oscuros, húmedos, acompañada a veces de algún cadáver, en espera de la noche para ser rescatado por la tierra. Así se enclavijaron los dedos de sus manos, mientras los niños españoles no sabían que dos y dos son cuatro. Cuando en las batas tiesas de un hospital aparecieron unas hojitas en contra de Franco y de los yanquis, la maestra fue puesta en cautiverio. Y ahora sus dedos torcidos apenas pueden sostener el pedazo de lápiz que escribe, para los hijos de las presas, cuántos días tiene un año sin leche, sin pájaros, sin juguetes, y con aquellas grandes alas de metal norteamericano traspasando los aires… No podía ser tampoco la maestra.

No podía ser la anciana de los zuecos (otro beso de amor sobre un camino). Le preguntaban «¿Dónde está tu hijo?», y ella respondía «¡Sábelo Dios!». Y ahora estaba allí, en el día eterno de la cárcel, con sus viejos zuecos, que nadie podía arrancarle de los pies y que producían durante todo el día un ruido seco por las galerías y el patio, añorando las viejas piedras de la aldea. No podía ser tampoco la vieja de los zuecos

¿Pues quién entonces?, ¿quién era? ¿Carlota, la de los ataques; Jacinta, la Madrileña; Pepa, la Tuerta (culpa fue del vergajazo de la funcionaria); Maruja, la Liviana (flaca como un perro flaco, saltarina y ligera como un alambre azotado por el vendaval); Filo, la Asturiana; Carmen; Amparo…? ¿Quién de ellas? ¿Cuál de todas aquellas sombras de mujer era «ella»?

—Bueno, yo no digo que si aquella o la de más allá, pero entre nosotras está la prójima.

—¿Tú, no quedrás decir…? Pero, ¿por qué me miras? ¿Tengo yo cara de chivata?

—¡Mía esta!… Estás enfrente de mí. A algún lao tiene una que mirar.

—Pero, casualmente, me has mirao a mí.

—Pues eso habrá sido, casualmente… ¡Mía esta!

Estaban en el patio. El sol, ya alto, apenas calentaba. Alto, alto. La madre joven levantaba a su hijo entre las manos —el niño de carina menuda, como una cereza arrugada—, pero no lograba que el infante alcanzara aquella débil flecha amarillenta que apuntaba a una pared gris. La Liviana tiritaba dentro de su toquilla negra, y con sus largos brazos rodeaba su propio cuerpo. Carmen, María, Angustias, Filo, hacían guantes y pañitos de perlé, y la anciana de los zuecos medía las losas frías de aquel pozo que se comía los colores, los senos, las caderas, la juventud de las reclusas.

—Tú dices, pero una tiene que recelar de todo. Aquí todas somos de confianza, pero ¿quién dio el soplo el día de la clase política?, ¿y la noche de la lectura del periódico? ¿Cómo se supo quién escondía la bandera republicana el año pasado?

—Tiene razón. Todo eso es más que sospechoso. Las funcionarias no son adivinas. ¡Hay que ahorcar a la que… !

—No puede ser una política.

—Tié que ser una de las comunes, que se haya infiltrao.

—¿Pero quién puede ser, quién? Otra vez a mirar, a buscar con los ojos, en los ademanes, de un grupo en otro (no podían ser más de cinco). ¿Quién? ¿Quién? Y otra vez, la misma de antes:

—¡Y dale!… Mira pa’ otro lao, tú.

—¡Pues a algún sitio tengo que mirar, ¡mía esta!…

Siguieron mirándose unas a otras después, en el comedor, y más tarde al formar en la galería para que las contara la celadora. Y en los días que vinieron. No había descanso. No se sabía quién era, pero se la sentía en todas partes. Se la sentía como algo impalpable, pegajoso y frío, algo que enmudecía el labio y hacía cerrar las manos debajo de los delantales y en los bolsillos de las batas. Era algo contra lo que era difícil luchar. Porque, ¿cómo se defiende la gente de una sombra? Y eso era la chivata, una sombra que resbalaba sobre el patio y la galería; una oreja adherida a todas las celdas, arañando en todos los cerebros y robando los pensamientos, quizá antes de que nacieran.

Había introducido en el penal algo peor que el hielo: la desconfianza. La desconfianza sellaba las bocas y enfriaba los corazones de las presas. Los corazones, antes tan encendidos en amor. Se cerraban las mujeres dentro de sí mismas como lo hacían cada noche en las celdas con sus cuerpos las funcionarias. Y en la oscuridad casi total — solo la pequeña bombilla de carbón al final de la galería— se adivinaba al poder maligno deslizándose ante las puertas, captando los suspiros, las lágrimas, los anhelos de libertad y de justicia, la nana de la madre joven, de pechos henchidos, que soñaba para su hijo un rayo de sol, como la madre del niño raquítico soñaba para el suyo un caballo con cola de algodón.

<img class="lazy entered loaded" src="data:;base64,” alt=”” data-ll-status=”loaded”>

II

—Os digo que es ella.

—¡No puede ser!

—Es la que mejor cumple las tareas.

—Con su cuenta y razón.

—Es la primera que reclama a las funcionarias…

—Y hasta la metieron en celda de castigo el mes pasado.

—Sí, menuda celda de castigo… ¿Sabéis cómo se llama su celda?; la Puerta del Sol. Mi hermana la vio en la calle hace dos semanas.

—¿Cómo es posible?

—Toma, siéndolo. Entra y sale de la cárcel como Pedro por su casa. ¿Qué más pruebas queréis?

—Si fuera verdad, era para matarla.

—Y tanto que lo es. Mi hermana no inventa infundios. Me lo escribió en un papelito. Aquí está. Pasarlo a las demás, con cuidado.

—Sí, con tiento… La anciana de los zuecos contaba baldosas en el patio. La madre joven había conseguido al fin que su hijo aprisionara en sus puñitos cerrados el rayo de sol, y reía:

—¡Qué rico solecito para mi niño!

Carmen, Filo, Carlota, María y Angustias movían entre los dedos las agujas de hacer croché. El pequeño papel blanco pasó entre sus dedos ligeros, entre los aleteos juguetones. En él unas letras a lápiz decían: «Cuidado con la Liviana. La he visto en la calle». Entre los dedos de la última se convirtieron en diminutos pétalos, que más tarde desaparecieron en el retrete.

—¿Lo creéis ahora?

—¡Qué horror!

—Es la más interesada en las clases políticas.

—La más interesada en la lectura del periódico.

—¡Qué descanso para todas!

—Cuando yo decía que «ella» estaba entre nosotras…

—Pero lo decías mirándome a mí.

—¡vaya manía que te ha entrao! Bien sabe Dios que no te miraba a ti ni a ninguna, pero desconfiaba de todas. Alguna de nosotras tenía que ser.

—Eso sí.

—¡Y pensar que ella tiene el secreto de nuestro trabajo!

—Y sabe cómo entran las cartas en la cárcel.

—Y cómo salen.

—Ya se nos estropeó lo del 14 de abril.  

—¡Que te crees tú eso!

—veréis como hay cacheo el 14.

—¿Y qué que lo haya? En peores nos hemos visto.

—¡Y tanto!

—Callarse, que ahí viene…

Pero como eran cinco en el corro, la Liviana pasó de largo.

—¿Se habrá olido algo? Es muy larga.

—Es que somos cinco.

—Es verdad.

—Cumple bien el reglamento.

—Demasiado bien. La madre aupaba en sus brazos al niño recién nacido, que seguía apretando en sus puñitos el sol, que tendía a escaparse.

—¡Qué solecito tan rico para mi niño!

Los zuecos de la anciana seguían arañando las losas del patio, buscando acaso los perdidos pedruscos de la aldea.

III

Ya el sol calentaba aquel 14 de abril, pero a nadie le extrañó ver a la maestra envuelta en la manta de su catre. Llevaba algunas semanas que se quejaba de tercianas, pero apenas le hacían caso las funcionarias, y por todo tratamiento le suministraban dos aspirinas al día. A nadie le extrañó verla aquel 14 de abril envuelta en la manta, tiritar bajo el sol alegre, que envolvía en su calor al niño de carita de cereza arrugada, como metida en alcohol.

A pesar del cacheo de la mañana, las funcionarias no habían prohibido la hora del paseo en el patio, aunque estaban más vigilantes que de costumbre en las galerías altas que miraban al patio. Por la mañana, después del desayuno, cuando las reclusas atendían al aseo de sus celdas, sonó un timbre largo rato, y la jefa de galería apareció a lo lejos.

—¡Cacheo tenemos!

Venía la jefa acompañada de otras dos celadoras de la prisión. La jefa gritó:

—¡Todas afuera! ¡Cada una de pie al lado de su celda! Las celadoras subalternas registraron a las mujeres una por una. Registraron las celdas, una por una. Nada quedó sin registrar. Sus manos palpaban las pobres prendas remendadas, arrancaban de las paredes los retratos familiares, deshacían los catres.

—¿Dónde están las banderas?

—¿Dónde las habéis metido, cochinas? Cien banderas que se había llevado el viento. —Buscad, no dejéis nada sin mirar.

Otra vez, las manos temblonas de las celadoras rasgaron papeles y arrugaron trapos limpios. Los libros, si alguno había, quedaban destrozados. Dentro de los secos pechos de las tres celadoras, los corazones negros trepidaban como locomotoras.

—¿Dónde están?… ¿Dónde las habéis metido?

Las cien mujeres de aquella galería aparecían tiesas, pegadas a las puertas de sus celdas abiertas. Eran cien estatuas sin vida. Los ojos miraban fríamente a las tres mujeres que destrozaban sus pobres prendas. Levantaban los colchones de borra apelmazada, vaciaban los viejos baúles, las cajas de cartón, donde crecían las labores de croché que más tarde venderían en la calle los familiares de las presas; el trabajo que se convertiría en mejor pan, en «café, café», o en lana para los calcetines del invierno. Todo era apretujado, pisoteado, pero las banderas no aparecían. Y en aquella galería había cien mujeres. Las mujeres eran estatuas erguidas ante sus celdas.

Entre ellas estaba la de la Liviana, desarticulados los largos brazos y piernas, pegada a la puerta oscura como una delgada oblea. Y la madre joven, rebosantes los pechos hasta mojar la fea bata. Y la anciana de los zuecos, impaciente por emprender su interminable caminata en busca de la aldehuela que no se vislumbraba en patios ni pasillos. Y la maestra, tiritando de frío en 14 de abril.

—¿Por qué tiemblas tú? —inquirió la jefa.

—Me siento mal.

—Tiene calentura —dijo la madre joven.

—Cuando acabéis, dadle a esta dos aspirinas —ordenó la jefa a las celadoras.

Media hora más tarde quedaron solas las reclusas. Cada cual se entregó a la tarea de arreglar sus pobres bienes destrozados. Reían y cantaban, y se abrazaban unas a otras. Una vez que la Liviana intentó abrazar a una de ellas se sintió rechazada, y oyó una voz muy baja que le dijo:

—¡Quita de ahí, Judas! 

La Liviana fingió no haber oído nada. Siguió haciendo su vida ordinaria: el taller, la labor de croché, como todas. Nadie le volvió a decir nada. Pero empezó a sentirse sola. A la hora del paseo en el patio comenzó a sentirse sola. Sorprendió en sus compañeras miradas que no conocía. Le llegaba un sordo rumor de voces, como el ruido airado del mar cuando se escucha desde lejos, al otro lado de una montaña. Abría mucho los ojos y los oídos pero nada oía ni veía, salvo las miradas extrañas, que avanzaban hacia algo, que buscaban algo sin acabar de posarse en nada. Y aquel ruido sordo de las voces sin palabras, aquel como fino oleaje que la cercaba… Arriba, en la galería superior, las celadoras vigilaban el patio, pero estaban muy lejos. No podía reclamar su atención. No encontraba el medio de comunicarles su miedo, de hacerlas partícipes de aquella amenaza que sentía sobre sí y la llenaba de temor. Nunca supo lo que era el temor, esa cosa que enfría las manos y paraliza las piernas. Eso que debían sentir las presas políticas cuando la Falange las llamaba a declarar a la dirección de Seguridad, y que ella desconocía.

Desde arriba las celadoras veían el patio como lo veían siempre, florecido de cabezas de mujer a falta de flores auténticas, ni siquiera con la más leve brizna de hierba asomando entre las piedras. No podía traspasarlas aquel sordo rumor como de mar que comienza a embravecer. No podían ver aquellas miradas que cambiaban. Ahora tenían una expresión solo captada por la Liviana, aquellas miradas que al fin convergieron en un punto, como aquel que llega a una cita. Y acallaron aquel rumor, que no tenía nada de humano, para dar paso a un grito extraño, desarticulado, que no era de temor ni de alegría ni de odio, proferido por cien gargantas. Que ahogó el de la Liviana antes de nacer. En el barullo alguien dijo:

—Todavía están ahí las funcionarias.

Y alguien:

—No importa. Tiene que ser ahora. Así se acordó.

La manta en que se arrebujaba la maestra voló sobre muchas cabezas. El grito se dividió en gritos. Pero ahora eran de alegría, contenida por mucho tiempo, más bien desconocida de siempre. Era la locura del silencio transformado en voz y luego en cántico. Cantaban canciones infantiles, y mientras las sílabas formaban en sus labios palabras candorosas, las voces eran aullidos sin forma que atraían las miradas de las celadoras de la galería superior. Cantaban y golpeaban sobre la manta de la maestra con tercianas que, después de revolotear sobre las cabezas, había caído al suelo. Golpeaban sobre la manta con risas y alaridos.

La madre joven entregó a su hijo a la vieja de los zuecos y golpeó también con fuerza. Todas golpeaban ciegamente encima de la manta, con los pies y las manos. Golpeaban por ellas y por las demás reclusas del penal. Golpeaban por sus hombres presos o muertos, por sus propias penas y por las ajenas. Golpeaban por los cautivos víctimas de las delaciones, por los eternos días de la cárcel, por las noches sin sueño, por los años sin pan y sin leche, por la juventud sin amor, por la niñez de los niños que no conocían de España más que unas celdas estrechas y unos altos muros grises…

Cuando aquel flaco cuerpo de la Liviana, aquella fea rata delatora, dejó de ofrecer resistencia debajo de la manta, sintieron miedo, un miedo colectivo, que es más profundo y trágico que el miedo de un solo ser, que es un miedo que no cabe en el mundo. Pensaron: «La hemos matado». No, ellas no querían matar. No querían devolver muerte por muerte. Querían castigar. Demostrar a las celadoras que la chivata no había podido interrumpir en la cárcel el trabajo de las políticas, cortar su apasionada esperanza, su confianza en el mañana de España y la propia confianza, la amorosa confianza de unas en otras, la mutua ayuda, la solidaridad, la comprensión. Todo eso tan bello, tan alentador, que las ayudaba a sobrellevar la larga espera redentora, el mañana español que sería esplendoroso, como lo era ya para otros pueblos de la tierra…

Con temor, alguna tiró de una punta de la manta de la maestra y se vio a la Liviana moverse, sentarse en el suelo, recogerse sobre sí misma, extender sus brazos, con aire dolorido, a las celadoras, que miraban la escena con estupor, que hasta entonces no comprendieron.

—¡Socorro! ¡Me matan! —gritó la chivata con las pocas fuerzas que le quedaban.

Y las celadoras acudieron de todas partes en su ayuda. Pero iba a ser difícil encontrar a las culpables. Habría que castigar a las cien mujeres de las cien celdas del piso bajo del penal. Mientras la Liviana era atendida en la enfermería de los golpes sufridos aquella noche del 14 de abril, en las celdas del piso bajo, cien voces gritaban una canción de la guerra española que en este momento, para las reclusas, era una canción de victoria: El ejército del Ebro, una noche el río pasó, y a las tropas invasoras, buena paliza les dio.

Cuando las funcionarias encendieron las luces de la galería baja, cien banderitas republicanas ondearon a través de los ventanucos de las cien celdas, bajo las bombillas de carbón.

10 cuentos de Horacio Quiroga

Cuentista y periodista, nació en Salto, Uruguay, el 31 de diciembre de 1878. Maestro del relato breve y uno de los mayores cuentistas de todos los tiempos, fue colaborador de La Nación y de las revistas Caras y Caretas y Fray Mocho. Entre sus libros se destacan Cuentos de amor, de locura y de muerte, Cuentos de la selva y Anaconda. Su vida, marcada por la tragedia, acabó por decisión propia cuando, enfermo de cáncer, apuró un vaso de cianuro el 19 de febrero de 1937.

 
 
31-12-2013 | 00:54
Telam SE

 

1|La gallina degollada

“Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos y volvían la cabeza con la boca abierta…Leer cuento completo. (Publicado en Cuentos de amor, de locura y de muerte, en 1917).

2|La gama ciega

“Había una vez un venado —una gama— que tuvo dos hijos mellizos, cosa rara entre los venados. Un gato montés se comió a uno de ellos, y quedó sólo la hembra…Leer cuento completo. (Publicado en Cuentos de la selva, en 1918).

3|El almohadón de plumas

“Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento…Leer cuento completo.  (Publicado en Cuentos de amor, de locura y de muerte, en 1917).

4|La abeja haragana

“Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo...Leer cuento completo. (Publicado en Cuentos de la selva, en 1918).

5|El espectro

“Todas las noches, en el Grand Splendid de Santa Fe, Enid y yo asistimos a los estrenos cinematográficos. Ni borrascas ni noches de hielo nos han impedido introducirnos, a las diez en punto, en la tibia penumbra del teatro…Leer cuento completo. (Publicado en El hombre muerto en 1920).

6|Historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre

“Había una vez un coatí que tenía tres hijos. Vivían en el monte comiendo frutas, raíces y huevos de pajaritos. Cuando estaban arriba de los árboles y sentían un gran ruido…Leer cuento completo. (Publicado en Cuentos de la selva, en 1918).

7|Las medias de los flamencos

“Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y a los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y a los peces. Los peces, como no caminan, no pudieron bailar...Leer cuento completo. (Publicado en Cuentos de la selva, en 1918).

8|La tortuga gigante

“Había una vez un hombre que vivía en Buenos Aires, y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó, y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse…Leer cuento completo. (Publicado en Cuentos de la selva, en 1918).

9|Los Mensú

“Cayetano Maldana y Esteban Podeley, peones de obraje, volvían a Posadas en el Sílex con quince compañeros. Podeley, labrador de madera, tornaba a los nueve meses…Leer cuento completo.  (Publicado en Cuentos de amor, de locura y de muerte, en 1917).

10|La guerra de los yacarés

“En un río muy grande, en un país desierto donde nunca había estado el hombre, vivían muchos yacarés. Eran más de cien o más de mil. Comían peces, bichos que iban a tomar agua al río…Leer cuento completo. (Publicado en Cuentos de la selva, en 1918).

  • fuente
  • https://www.telam.com.ar/notas/201312/46467-10-cuentos-de-horacio-quiroga.html

La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi ganó el premio Cervantes de literatura

Escribió siempre, en muchos registros y tonos pero con una precisión constante: la poeta y autora rioplatense nacidad en 1941 es incorrecta en la elección de sus temas y la modernidad de sus versos es refrescante. Predijo la pandemia y nunca tuvo miedo de estar fuera del clóset. 

Paula Jiménez España
Por Paula Jiménez España
La poeta montevideana, de 79 años, empezó a circular en la literatura a sus 30 años. Fue multipremiada y traducida a más de veinte países.
La poeta montevideana, de 79 años, empezó a circular en la literatura a sus 30 años. Fue multipremiada y traducida a más de veinte países.
 

A medida que avanza la lectura de Detente, instante, eres, tan bello, la poesía reunida de la poeta y narradora Cristina Peri Rossi, crecen la agudeza, el ingenio y el humor que acercan su registro al de la argentina Susana Thenon o al de la italiana Patricia Cavalli, (quien se definió a sí misma como una poeta nada espiritual, autopercepción que a Peri Rossi, arriesgo, podría caerle muy simpática). Esta montevideana exiliada desde 1972 en España, dónde publicó en primera edición 15 de sus 16 títulos editados desde 1971 hasta Las replicantes en 2016, cultivó la precisión en su lenguaje, la austeridad en sus construcciones y la insumisión en sus tópicos. Sobre todo el tópico de la visibilidad lésbica que ya en “Evohe”, su primer libro, definió un rumbo único entre todas sus contemporánexs.

En una entrevista de 2009 (actualmente su salud casi no le permite seguir en diálogo con el periodismo) rechazó, moderadamente, la influencia de la romántica Delmira Agustini: posiblemente no, dijo, y en cambio aceptó, también con moderación, la de la esencialista Idea Villariño, de la que dijo: posiblemente sí. No explicó nada sobre esa influencia, pero quizás no se deba solo al estilo intenso y esquelético de muchos de sus versos, sino al lugar que Idea le dio a la sexualidad (¡una señora de 1920 hablando de orgasmos!), sin recurrir a la pátina devocional ni a ninguna rimbombancia. Así que es lícito imaginar que también Idea podría haber participado de una ya imposible reunión de amigas dónde todas ellas se sentaran, whisky en mano, a ironizar sobre este mundo hecho percha (y que además la invitaran a Hebe Huart).

 

Sexualidad abierta y honestidad poética

Es de verdad lamentable no poder hablar con Cristina para esta nota, no tener la posibilidad de preguntarle, por ejemplo, como es que se animó, apenas puesto un pie en los setenta, a escribir un poema como este: Silencio. / Cuando ella abre sus piernas/ que todo el mundo se calle./ Que nadie murmuré/ ni me venga/ con cuentos ni poesías/ ni historias de catástrofes/ ni cataclismos/ que no hay enjambre mejor/ que sus cabellos/ ni abertura mayor que la de sus piernas/ ni bóveda que yo avizore con más respeto/ ni selva tan fragante como su pubis/ ni torres ni catedrales más seguras./ Silencio./ Orad: ella ha abierto sus piernas./ Todo el mundo arrodillado. 

Su honestidad poética y la sexualidad nunca encerrada en un armario por si los privilegios se retoban, no parecen haberle interesado demasiado a un periodismo dispuesto a indagar sobre sus opiniones acerca de la poesía latinoamericana y poco sobre la mala palabra de la insurrección sáfica. De todas formas, basta leer Detente instante, eres tan bello para entrar plenamente en ese universo donde Peri Rossi le habla a sus lectorxs desde una cercanía lesbianizante (todes somos lesbianas gracias a la empatía que generan sus versos) y a través de una poética generosa, que no se guarda nada para sí. Será porque como ella misma reflexionó en una nota “el humor está presente en muchos de mis libros, también como una forma de crítica y de terapia: reírnos de nosotros mismos alivia la hipertrofia del ego”. El ego sería, precisamente, esa fuerza de acumulación que no suelta las amarras del discurso y que por momentos vuelve a cierta poesía criptica y/o solemne, defendida, a diferencia de la reunida en este libro que es el primero de Peri Rossi editado en la Argentina. 

En los últimos años el mercado editorial republicó la obra de Cristina Peri Rossi

La poesía no sirve para ganar dinero

Llama la atención la omisión, dice el editor de Caballo Negro, Alejo Carbonell. Y es cierto. Razones de sobra hay para publicarla: se trata de una poeta de 79 años que empezó a circular a los 30, que fue premiada y traducida, y que además es exitosa a nivel ventas, tanto en las pampas bárbaras de Sudamérica como en el viejo continente. Recibió el Premio de Poesía Ciudad de Palma de 1975, Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti, Premio Extraordinario de Poesía Iberoamericano Fundación Banco Exterior, Premio award book Princenton, Premio Don Quijote de Poesía, Premio de Ciudad de Torrevieja y el Premio Fundación Lowe. Por su parte, Cristina no desperdicia el capital que le otorgan los reconocimientos recibidos para obtener el rédito del humor. En el poema “I love Cristina Peri Rossi”, del libro Playstation de 2009, escribió: En el portal de Amazon/ aparece mi nombre/ al lado de Michael Jackson/ Madonna y George Clooney/ venden camisetas en tres tallas/ (…) las camisetas blancas/ tienen una inscripción/ en letras rojas: I love Michael Jackson/ I love Madonna/ I love Cristina Peri Rossi/ mi nombre es más largo/ ocupa más espacio./ Me pregunto quién habrá tenido/ la alocada idea de quererme en camisetas/ de Amazon.

Y hablando de soportes tecnológicos, asombra que “Detente, instante, eres tan bello” (una cita extraída del Fausto) cierre con un poema inédito de 1996 que se llama “El mundo del futuro” dónde la autora describe una sociedad de encierro y virtualidad exactamente igual a la que se consumó durante la pandemia. Sin dudas, es una visionaria, una adelantada a su época, que no reprimió nunca su lucidez ni su visceralidad. Cristina Peri Rossi, la poeta lesbiana que no tuvo miedo de decir su nombre, a pesar de haberse ganado el mote de infiel de parte de sus novias, desde los primeros poemas hasta los últimos se mostró fiel a su profunda insumisión y sí misma y asumió las consecuencias. 

Escribió en el poema “Para qué sirve la lectura”: Me llaman de una ciudad/ y me piden que escriba/ cinco folios sobre la necesidad de la lectura/ No pagan bien/ ¿quién podría pagar bien un tema así?/ Pero de todos modos/ necesito el dinero (…) Llamé a los de la editorial/ y les dije creo que para lo único que sirve la lectura/ es para escribir poemas/ no puedo decirles más que eso/ entonces me dijeron que un poema no servía/ que necesitaban otra cosa.

fuente 

https://www.pagina12.com.ar/381289-la-escritora-uruguaya-cristina-peri-rossi-gano-el-premio-cer?fbclid=IwAR14N7uV6qFkBIDCueFTVcFdZt1YHQOd9kKmFGO3CiWNE-3tdZT3F-LvFxk

Proudly powered by WP and R*